Emprendedores y visionarios, existen en nuestra Argentina personas capaces de cambiar paisajes e historia y, gracias a ellos, a lo largo de nuestro territorio, el arte sigue ganando espacios. En Tunuyán, Mendoza, un empresario vitivinícola holandés y en el Tigre, provincia de Buenos Aires, un intendente municipal, con compromiso y tesón cambiaron el paisaje que los rodeaba y, sin duda, han contribuido a modificar parte de la historia de quienes lo habitan.
El paisaje del Valle del Uco en Tunuyán a sólo una hora de Mendoza y a mas de 1.100 metros de altura, no siempre fue el mismo. Acequias abiertas a pico y pala por la mano del hombre que traen el agua de deshielo de las altas cumbres, agua que arrastra minerales que enriquecen el suelo y las vides, lograron transformar la aridez de estas tierras en un verdadero oasis. Desde que Salentein, a fines de los 90, instaló allí su primera bodega, el paisaje es otro.
Pero el proyecto va más allá... Y apunta a conservar la memoria del lugar, que busca crecer con sólidas raíces culturales pensando en el beneficio de la región y de su gente. Para ello decidió crear una reserva de flora y fauna en un terreno de 50 hectáreas alrededor del casco de la bodega; luego nació la idea de construir la "Capilla de la Gratitud" y por último crear un centro cultural donde asociar el vino, el arte y la gastronomía fomentando el turismo. Así nació, en octubre, Killka.
"Killka" significa entrada o portal en lengua aborigen andina. Se trata de una imponente construcción de 5.000 metros cuadrados destinados a albergar la colección Killka de arte contemporáneo argentino y holandés, y la Galería Killka, espacio destinado a muestras temporarias de artistas jóvenes. Su arquitectura rinde homenaje a los elementos autóctonos de la tierra mendocina. Se trata de una planta en forma de "U" que rodea un patio central con esculturas y murales de importantes artistas y desde donde puede verse la bodega hacia un lado y la capilla hacia el otro.
Las esculturas de Nora Correas, Marta Minujín, Bastón Díaz, Hernán Dompé emplazadas en los jardines de Killka se recortan contra la cordillera nevada y dan la bienvenida a este soberbio espacio. A los costados del patio central, los murales de Jorge Gamarra y Pájaro Gómez enmarcan la fuente de agua pasante desde donde "El vigía", un búho tallado en mármol travertino por el mendocino Fausto Canner, custodia Killka y Elio Ortiz homenajea al pueblo Huarte con su balsa de totoras.
La colección KillKa, armada por Sara García Uriburu para la Fundación Pom, reúne obras de Rómulo Macció, Antonio Seguí, Josefina Robirosa, Nicolás García Uriburu, Fernando Maza, Carlos Alonso, Rogelio Polesello, Miguel Ocampo, Silvina Benguria, Alfredo Prior, Juan José Cambre y Eduardo Hoffmann, entre otros, en un cuidado montaje diseñado por Gustavo Vásquez Ocampo. La sala de exposiciones temporarias, curada por Julieta Gargiulo, presenta una muestra de jóvenes mendocinos entre los que se encuentran Carlos Escoriza, Germán Alvarez, Enrique Testasseca, Fernando Jereb; Nicolás Castagna, Bruno Nacif, de San Luis y José De Marco, Mirta Ortiz y Pablo Zel de Buenos Aires, entre otros. La Capilla de La Gratitud, construida con tierra y piedras del lugar, reúne piezas de increíble valor artístico, dos murales de chapa batida que representan las Bodas de Caná, de la escultora Eliana Molinari y Daniel Ciancio quien concluyó la obra, al morir ésta. Detrás del altar, un plano abstracto de plomo texturado, en el que se recorta un cruz permite pasar la luz del sol y crea un clima de paz y recogimiento. Esta es también una obra de la mendocina fallecida. Dos esculturas de granito de Pablo Larreta que aluden al agua del desierto y los admirables bancos realizados en madera de olivo por el artista Pablo Lavoisier, completan este verdadero acto de agradecimiento, a la naturaleza por la vid, a Dios por la magnificencia de su obra y a nuestro país por las posibilidades que brinda.
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