No es habitual, en la actualidad, el desarrollo de proyectos institucionalizados que tiendan a insertar y afianzar la obra de jóvenes artistas contemporáneos. En esto radica la dimensión de Proyecto Cubo, iniciativa del curador de Pabellón4, Néstor Zonana.
Durante un año, cuatro artistas rigurosamente seleccionados, desarrollan su producción en forma individual y conjunta la cual se exhibe cada dos meses. El espacio de circulación, en tanto tal, se constituye a partir de un sentido dinámico marcado por el desarrollo de la producción artística.
En 2005, participaron de esta experiencia Bárbara Steimberg, Claudia Fernández, Paula Otegui y Sebastián Pastorino.
Entre los seleccionados se perciben artistas que hacen culto de lo mínimo, de la austeridad, de la síntesis y, en ocasiones, de un cierto toque pop. Podría decirse, por otra parte, que esta modalidad de trabajo parece instaurar la producción de los artistas a partir de la idea de serie.
Adrián Fortunato despliega su obra a partir de un sentido dinámico inscripto en la propia temática vinculada con los clavadistas. Allí los saltos ornamentales se vuelven ornamento, figura que se apodera del espacio con alto grado de estilización y movimiento, fundada en una contenida utilización de los recursos cromáticos.
Alejandro Thornton se concentra en un mismo rostro sintético multiplicado en varias telas el cual encuentra la variedad, a partir de una serie de círculos de colores dispuestos sobre cada reproducción. De ese modo, la diferencia pasa a estar fuera de los rostros vacíos y se conforma como una pantalla pixelada que intermedias entre sujetos.
La obra de Claudio Roncoli se constituye como exacerbación, en contraste con el resto de las producciones. Colores saturados, exceso de imágenes que se yuxtaponen, repeticiones que conforman tramas. En definitiva, utilización de elementos que dan cuenta del sentido enunciado, pero que además se fundan en un fuerte sentido kitsch.
La abstracción es el territorio que Lucila Poisson ha elegido para hacer germinar su obra. Con rigor formal y una sutil utilización del color, la artista le imprime movimiento a sus telas y, en ocasiones, hace escapar las formas de la bidimensionalidad a través de la instalación de marcos ovales al lado de sus obras, remitiendo así a las figuras que habitan sus cuadros. De alguna forma, su propuesta resignifica las tradiciones abstractas locales (arte concreto, Madí). En cierto sentido, Proyecto Cubo aparece como un espacio catalizador que apuesta a sostener la individualidad, pero también la colaboración entre artistas en una propuesta de largo alcance. u La propuesta para Mexico tiene un valor de u$s 500 anuales
|
|