Incluso para quienes conocen la obra de Claudio Gallina, la muestra que se exhibió en la Galería Gonzalo Vidal pudo parecer algo desconcertante. Si bien continúa su indagación del universo escolar -tema predominante en sus pinturas de los últimos años y protagonista de su reciente muestra en el Centro Cultural Recoleta- su perspectiva parece haberse desplazado, tanto a nivel formal como conceptual.
Desde un punto de vista formal, el espacio pictórico ha cambiado radicalmente. Se ha vuelto más abstracto, más inmaterial. Si en sus obras anteriores las figuras formaban parte de un ámbito escenográfico, que surgía de un fondo pictórico impreciso pero que adquiría cuerpo en el centro de la tela recuperando las coordenadas del espacio perspectivo, aquí los personajes parecen flotar sin más, apenas contenidos por su entorno inmediato.
El fondo ha adquirido protagonismo. Tras el recurrente trabajo de manchado y construcción de un plano gestual, Gallina ha incorporado la retícula, otro paradigma de la pintura modernista, pero que en la actualidad parece nombrar igualmente la omnipresencia del mundo digital. Los títulos de algunas de sus piezas parecen confirmarlo. Sin embargo, el tratamiento cromático evita que la retícula se transforme en una mera superficie matemática, convirtiendo la grilla en un nuevo soporte para el juego y la expresión.
Con la relatividad del espacio escenográfico se ha producido una mutación del punto de vista. Ahora parece más cinematográfico que teatral, o quizás ha adquirido otro tipo de tridimensionalidad, no ya la de la perspectiva renacentista, sino más bien, las coordenadas 3D que rigen el universo informático (que, justamente, se basa en el cine). Nuevamente, los títulos de las obras son orientadores; por ejemplo, una de ellas se llama Tetris.
Este título señala también otro de los aspectos claves de estas nuevas obras: su ambiente lúdico. A través del juego se expresa la realidad de los personajes, aunque muchas veces de manera ambigua. Si bien el tono crítico y reflexivo sobre la educación no ha desaparecido, pareciera menos evidente. O en todo caso, quizás esta vez los verdaderos protagonistas son los niños, y está claro que ellos no son los culpables de las deficiencias del sistema educativo. Por eso los vemos jugar, hacer travesuras, divertirse, aunque la inestabilidad de los espacios donde se apoyan, o la opresión de los puntos de vista a lo Gran Hermano no constituyan el mejor de los contextos para sus entretenimientos.
Un grupo de pinturas realizadas sobre tablas de pupitres usados se destacan por su fuerza y coherencia. Las figuras apenas se separan del enjambre textual formado por mensajes, graffities y machetes. Atesorando la memoria de generaciones de estudiantes, esas tablas concentran el sentido que destilan todas las obras de Gallina, y son a la vez sus mejores interlocutores. Porque los textos se han transformado en mancha, y la mancha ha sido siempre el punto de partida de las pinturas del artista. Pero principalmente, porque toda la ambigüedad de los años escolares se resume allí, en un soporte que es testigo mudo pero en manchas que son elocuentes. Cerró en GV Consultoría en arte, Arenales 1239, puerta 4 "G"
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