La muestra retrospectiva en el Malba de las fotografías de Buenos Aires hechas por Horacio Coppola en 1936 fue una buena oportunidad para reflexionar sobre los cambios de paradigmas en el siglo XX. "Cuando llegó la energía eléctrica a la casa de mi abuela, ella accionaba el interruptor, veía como se encendía la luz y preguntaba: ¿pero, el fósforo donde está?". La anécdota era relatada hacia los años 80 por Antonio Jorge Pérez Amuchástegui en sus clases de Introducción a la Historia para explicar no los avances tecnológicos, sino los cambios de paradigma que hubo en el siglo XX. ¿Cuántos de estos cambios habrá vivido un hombre que recientemente ha cumplido cien años de edad? Es la primera pregunta que asoma cuando veo la muestra de fotografías de Horacio Coppola (leonino nacido el 3 de julio de 1906 y Ciudadano Ilustre desde 2003). En el Malba se muestran copias de 2006 de un negativo original de 1936, lo que nos alerta de otro paradigma cambiado: no se podrá hablar de "negativo", sino de archivo digital, .tif o .jpg (algo así como pasar de la enciclopedia Espasa-Calpe al Google). Hacia 1940 Coppola ya experimentaba con una nueva tecnología, la fotografía color, y se discutía sobre la superioridad expresiva de la fotografía blanco y negro. El gran cambio de paradigma de la fotografía en esos cien años, fue pasar de la función documental a ingresar en el Parnaso de la Bellas Artes. ¿Qué se puede ver en el Malba? Básicamente "Buenos Aires" una serie que la municipalidad de nuestra ciudad le pidió a Coppola para conmemorar los 400 años de la primera fundación. Entonces era un registro; hoy, un capolavoro. Unos pocos privilegiados guardan en su memoria las escenas del Buenos Aires de 1936 que para la mayoría son imágenes de una ciudad casi extraña, pulcra, con cúpulas y sin torres, con hombres de traje y sombrero caminando por las veredas. Da cierto placer de historiador improvisado detectar los cambios de las esquinas, la permanencia de algunos negocios y de las vías del tranvía. En La cámara lúcida (1980) Roland Barthes enuncia su método ("la conciencia de mi emoción") para ver una foto: detectar el punctum (lo que pincha, punza, hiere) y el studium (interés general e informativo por una fotografía determinada). Mi punctum fue la ausencia de jóvenes en las calles de 1936. La vocación documentalista de Coppola lo guió en su registro tanto de obras de arte sumerio del British Museum y del Louvre (material reunido en el libro L'art de la Mesopotamie, 1935), como de la obra del arquitecto y escultor brasileño O'Aleijaidinho y los huacos de las culturas chimú y chancay. El otro boccato di cardinale que sirve el Malba es un film en 16 mm, 6´, Así nació el Obelisco, un documental sobre la obra de Alberto Prebisch que se ha convertido en emblema de los porteños. Otrora considerado pinchapapeles gigante por sus detractores, el monumento de origen egipcio sigue dando que hablar, hoy los promotores del turismo gay, dicen que el mejor destino es Buenos Aires, pues tiene una Casa Rosada y un falo en Corrientes y 9 de julio. Mircea Eliade, el gran estudioso de la mentalidad mítica, lo justificaría de otra manera: dice que en todo poblado que se crea, hay un centro y un axis mundi (eje del mundo) como la montaña sagrada que une el cielo y la tierra, como un templo, o una pirámide. Nuestro Obelisco viene a confirmar la supervivencia del simbolismo del centro y Coppola documentó su construcción. Falta hablar de su familia culta y acomodada, su paso por la Bauhaus, su unión con Grete Stern, la fundación del primer Cine Club, su amigo Borges, su elegancia y su lucidez para comprender tantos cambios de paradigma en 100 años. Cuando compré una computadora con "duplicador de CD", le pregunté al vendedor donde estaba la segunda ranura para copiar; algo resignado me explicó que no era una "doble cassetera". Me sentí como la abuelita de Pérez Amuchástegui. Cerró el 11 de septiembre en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415.
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