La exposición "MACRO en Recoleta. Un Cruce de Miradas" es una propuesta de intercambio y diálogo entre el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, inaugurado en 2004 como anexo del Museo Castagnino, y el Centro Cultural Recoleta.
Curada por Clelia Tarico, las 90 obras exhibidas en la Sala Cronopios están articuladas a partir de cuatro núcleos conceptuales que tienen como punto de referencia a artistas consagrados: Gyula Kosice (abstracción geométrica), Antonio Berni (arte político), Edgardo Jiménez (arte pop) y Lucio Fontana (conceptualismo).
La estética imperante corresponde generalmente a la generación desencantada de los 90 cuya obra se caracteriza por la carencia de emotividad. En esa década los artistas confesaban que no buscaban un mensaje determinado, que "la ausencia de contenido era el contenido de la obra", muy en consonancia con el estado de "profunda apatía política" que se correspondía a la sociedad contemporánea según lo señalaba Cornelius Castoriadis en "El ascenso de la Insignificancia", publicado en 1996, hoy más profundizada que nunca si analizamos el panorama internacional. Un arte liviano, alejado de lo solemne, con citaciones del pasado, autorreferencial, reflexiones sobre la sexualidad, materiales decorativos y baratos.
Así vemos las mínimas obras de Fabio Kacero, los diseños geométricos barrocos de Gumer Maier, las cajas iluminadas de Cristina Schiavi, Pablo Siquier y sus geometrías ornamentales, la línea que conforma la imagen despojada de Luis Lindner que sin compartir los lineamientos del arte concreto de los 40 dialogan con algunos de sus referentes.
Miguel Harte y sus fórmicas brillantes, orgánicas, Román Vitali que con gran destreza manual crea objetos con cuentas de colores, Sebastián Gordín y su maqueta cuyo universo interior puede verse a través de un orificio, origen de lo que actualmente constituye una sofisticada y bella obra como la que se exhibe en Ruth Benzacar, la carga romántica de la esmaltada superficie de "Rectángulo de Lluvia", de Marcelo Pombo, las "esculturas" kitsch de Omar Schiliro están ligadas en cierta forma a la estética Pop.
Muchos artistas se inclinaron por la fotografía que les permitió abordar el paisaje, la figuración, el retrato con actitudes innovadoras o citaciones de obras paradigmáticas como "Manifestación" (impresión digital sobre vinilo) de Leonel Luna. Entre el conjunto de fotografías destacamos la casita de azúcar de Fabiana Barreda, los globos estirados que aprisionan el cuerpo de Mónica Van Asperen, la creatividad de Dino Bruzzone, el humor de "Turismo" de Judi Werthein y Leandro Erlich que crearon un centro de ski en La Habana calurosa de la Bienal de 2000, la consagrada obra conceptual de Oscar Bony, "Autorretrato Baleado" y ya en el plano dramático y testimonial, la de Marcelo Brodsky. Es interesante volver a ver la excelente pintura digital "Autorretrato" (2002) de Iván Calmet, un artista que no expone frecuentemente y que en un contexto onírico paródico revela su mirada.
Ha perdido su fuerza expresiva la que en su momento fue una obra perturbadora, un tapado de siliconas que imita la piel humana con cuello de pelo natural de Nicola Constantino, quizás por su presencia solitaria, sin las otras vestimentas del conjunto, las sábanas apiladas de Ana Gallardo y los recortes redondos de fieltros diversos y un objeto indefinido de cerámica, relegados a un rincón sin iluminar junto a la manguera de incendio.
Se imponen la cuestionadora obra heliográfica de Graciela Sacco y la ironía del blanco impoluto de "Carrito de Cartonero" de Liliana Maresca realizado en 1993, el realismo descarnado e irónico del mítico Pablo Suárez y el testimonio fotográfico del famoso "Horno de Pan" de Víctor Grippo. Importantes obras de Fontana, Le Parc, Aizenberg, Espinosa, Arden Quin, Loza, acompañan este recorrido que cubre principalmente la década mencionada y algunas de comienzos del 2000 las que se insertan en la contemporaneidad, nacida supuestamente hacia 1955. Ella se nutre de los medios de comunicación y su inmediatez, de la sociedad de consumo, del fin de las utopías, de la crisis de sentido, de una realidad casi siempre dolorosa y del hecho principalísimo, volviendo a Castoriadis, de que "el sujeto es siempre imaginante, haga lo que haga". Hasta el 27 de agosto en el CC Recoleta, Junín 1930.
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