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miércoles 16 de julio, 2008
LA DESMESURA DE COLOMBIA
por Victoria Verlichak
LA DESMESURA DE COLOMBIA
 

Reconocido en el mundo y popular en su lugar de origen, Fernando Botero (Medellí­n, 1932) es el artista vivo más cotizado de América latina y uno de los más representativos de Colombia. Su obra ahora se presenta en el Museo Nacional de Bellas Artes, de la mano de un productor privado aunque avalado por el Museo Nacional de Colombia, a quien Botero donó esta serie dedicada a condenar el aparentemente interminable espiral de violencia que azota a su paí­s.

Reconocido en el mundo y popular en su lugar de origen, Fernando Botero (Medellí­n, 1932) es el artista vivo más cotizado de América latina y uno de los más representativos de Colombia. Su obra ahora se presenta en el Museo Nacional de Bellas Artes, de la mano de un productor privado aunque avalado por el Museo Nacional de Colombia, a quien Botero donó esta serie dedicada a condenar el aparentemente interminable espiral de violencia que azota a su paí­s. Reconocido en el mundo y popular en su lugar de origen, Fernando Botero (Medellí­n, 1932) es el artista vivo más cotizado de América latina y uno de los más representativos de Colombia. Su obra ahora se presenta en el Museo Nacional de Bellas Artes, de la mano de un productor privado aunque avalado por el Museo Nacional de Colombia, a quien Botero donó esta serie dedicada a condenar el aparentemente interminable espiral de violencia que azota a su paí­s.

La muestra, "El dolor de Colombia en los ojos de Botero", logra trasuntar la desazón del artista por esta situación, a pesar de utilizar esa pintoresca figuración, entre costumbrista e ingenua, -que en sus comienzos era más grotesca que amable, aunque igualmente ahora da cuenta de su conocimiento de la historia del arte- que lo hizo famoso. Pero es que la brutalidad data por lo menos de 1948, cuando cayó asesinado el lí­der liberal Jorge Eliecer Gaitán, gatillando el estallido popular que se extendió por el resto del paí­s conocido como "Bogotazo", con un consecuente baño de sangre que se cobró al menos 300.000 vidas en los años siguientes. Ahora Botero alude a la violencia contemporánea, la de la guerrilla, los paramilitares y los narcotraficantes, con la consabida secuela de miles de ví­ctimas fatales y deudos traumatizados, pueblos arrasados y civiles desplazados, emigrados.
Botero elige realizar su reflexión a través de 27 dibujos y 23 pinturas, de entre 1999 y 2004, con el sello inconfundible de sus personajes "inflados". También reconocido escultor de una vasta trayectoria internacional, en su pintura Botero nunca se ha alejado de una imagen con tintes regionales en donde, en aras de una mayor sensualidad y vitalidad, el volumen de las figuras juega un papel central. Colores vivos y formas hinchadas en esta galerí­a de fusilamientos, explosiones, ataúdes, llantos, secuestrados, asesinados, que convencen. Claro, la serie de "El dolor de Colombia en los ojos de Botero" habrá de seducir más a los que tienen predilección por su trabajo.
¿Convencen? En efecto, aquí­ se verifica que las mismas formas desmesuradas y colores (a veces más apagados) con los que ha construido su popular imaginario sirven para narrar una tragedia en acto. Porque, son "los ojos de Botero" los que se aproximan a Colombia. Es que, aunque desde los años 60 vive entre Parí­s, Nueva York y Pietrasanta, en Italia, Botero sigue siendo capaz de transmitir esa inasible cualidad y atmósfera del campo y de la ciudad, junto a los personajes, de las distintas regiones de Colombia que ni la globalización ni la violencia han logrado hacer desaparecer, a las que antes visitaba con alguna frecuencia y cuyos problemas actuales conoce de manera concreta a través de ciertas vicisitudes familiares. En este sentido, su serie de pinturas dedicada a las torturas, perpetradas por soldados estadounidenses en la prisión Abu Grhaib en Irak, resultan casi forzadas, aunque haya expresado que las realizó porque esa injusticia le hace "hervir la sangre". Botero pinta mucho mejor su aldea.

Hasta el 13 de agosto en MNBA, Av. del Libertador 1473.

 

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