Si aceptaramos que, tal como solía señalar Luckacs, vivimos en una época signada por la "orfandad trascendental", en donde no es posible encontrar formas adecuadas que den cuenta y conformen la existencia, más aún después de las denominadas muerte de los grandes relatos totalizadores, el arte abre un potencial utópico: mostrar que las cosas pueden ser constituidas de una manera radicalmente distinta.
Aún en el sostenimiento de un espacio caracterizado como autónomo, esta afirmación puede ser sostenida, en tanto, la configuración del mismo y de sus producciones no obedece estrictamente a las leyes evidentes de la mercancía. En cierta medida, este espíritu crítico del arte, ya señalado por Adorno, se asume con mayor frontalidad en algunas producciones de dicho campo.
Es en asumir una mirada crítica como posición ética en lo que se funda el trabajo configurador de la curadora María Rosa Ravera para erigir, como justo homenaje a Pablo Suárez, la muestra "Conciencia Estética, conciencia histórica". La producción allí exhibida da forma a su contexto social que, si bien aparece en el discurso cotidiano de los medios de comunicación, adquiere en este contexto un carácter reflexivo, conceptual, propositivo y a la vez poético, que lo distancia de aquel.
La problemática de lo identitario aparece tanto en las producciones de Luis Benedit, de Alejandro Puente como de Marcela Astorga, a pesar de las características formales que las distancian. Leonel Luna establece un juego de remisiones críticas en donde la historia social y la del arte argentino se imbrican en un mismo término: violencia. Esta y el terror corporizan "Colgado", obra de Norberto Gómez, en donde una poética de lo siniestro asume la relación con el contexto. Poética a la que también adscribe Cristina Piffer, con "750/24v/30 min.", referenciando el traumático universo de la tortura.
Las obras de Luis Felipe Noé, con su desgarro figural, no son ajenas a las posiciones previamente descriptas. Clorindo Testa configura una poética de lo histórico, destacándose "Recuerdos Superpuestos", en donde la historia se asume como palimpsesto.
Por último, Pablo Suárez se hace presente con "Malenka" y "Excluido", exponentes de esa decidida combinación entre destreza formal, espíritu crítico y narración transparente, elementos siempre presentes en sus trabajos, los cuales objetivan la cercanía a la que nos tenía acostumbrados su persona. En definitiva, "Conciencia estética, conciencia histórica" configura una espacialidad en donde las formas artísticas, fieles interlocutores de sus productores, despliegan una narratividad que enuncia una fundamentación ética, asumiendo, de este modo, un compromiso sobre las formas de la existencia y su potencial modificatorio. Modo de ver del cual Pablo Suárez se constituye en faro. Hasta el 21 de Agosto en Fundación Klemm, M. T. de Alvear 626.
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