Diversas presentaciones de Edgardo Giménez, en estos dos últimos meses, fueron la oportunidad para que se tornasen más convincentes, si cabía, los reales méritos, los quilates de este artista. Acuden a la memoria visiones muy diferenciadas; por lo pronto un objeto discursivo impactante, el libro dedicado a Jorge Romero Brest y a la cultura pop, pero también imágenes y más imágenes como material icónico que literalmente nos sacudió tanto en el Museo Nacional de Bellas Artes como en arteBA. El volumen consta de un articulado conjunto de notas, textos de diversa índole, fotos y otros documentos que, con la centralidad del Di Tella y muy numerosas referencias consignan un momento de esperanza, crecimiento y expansión de nuestro arte y nuestra cultura que nadie olvida. Un libro que es friso epocal y sentido homenaje al más importante crítico de la Argentina.
Pero hablamos de imágenes. No se desvanecen algunas localizadas en un espacio privilegiado de la reciente feria. Allí vimos a Giménez junto a los colchones de Marta Minujín, en esos años una jovencita de ojos grandes, boca chica, cabellera abultada y aire inocente (ver fotos del libro) que no le impidió molestar bastante a un público medianamente convencional por su efervescencia creativa. Junto a ella, en lo de Lila Mitre, Giménez. ¿Qué vimos? Ah... esos gatos, perdón, panteras sinuosas, lujosas, de lomo ondulante y mirada fija, alerta, sobre base verde esmeralda.
Desaparecieron rápido, tras la adquisición de un ex presidente de arteBA. Nos consolaron los simios monolíticos, uno de recortada silueta también negra, otro blanco rosa sobre base celeste. Estrellas, estrellitas, bichos plateados y dorados, una fiesta no sólo para los sentidos: refinamiento cromático de un pop reinaugurado cuya calidad se percibe ahora, más que nunca, en el trabajo de un artista y diseñador de muy alto perfil. ¿Pop? Sí, pero no sólo.
Giménez crea cosas que son objetos inventados.
Recordamos una cajonera cuyos niveles se multiplican ante nuestro desconcierto, rememoramos una casa, esta vez objeto para Habitar, en función de la cotidianeidad de Romero Brest y de su esposa. Es lo que cobró intensidad generosa en la instalación del Museo de Bellas Artes. Conmovedora. Gigantografías que presentan, más que un hombre, un aspecto de ese hombre tal como lo vio y vivió Giménez. Esto ya no es pop, es Pensamiento fiel. Otra historia, no ya de objetos sino de personas, de personajes, junto a colores fluctuantes, contexto verde, el diseño de una pared que parece arco iris y mucho, mucho más. Cubriendo una entera pared se la ve a ella, Martha, enorme y graciosa en el pasado presente de una percepción que es pensamiento y afección profunda. La invención de imagen captada en su salir a luz. Por supuesto, él, recordado en la foto frontal con talante benévolo -no le era tan habitual- o caminando por los alrededores de su casa en una dirección imprecisa que declina, con pullover de color cálido. Instantes que la fotografía eterniza para nuestro consuelo y nostalgia, fundamentalmente para una mirada consciente de lo que es imagen, en la significación de su aparecer. Lo ha patentizado Giménez en el Museo, el surgir de la imagen, su origen y emergencia. Visibilidad espléndida y reminiscente, arte de ayer y de hoy, un ejemplo para el arte de hoy. Perfil Edgardo Giménez (Santa Fe, 1942). Artista autodidacta, comenzó trabajando en gráfica publicitaria. Durante los años 60 participó en actividades vinculadas al Instituto Di Tella. En los 70 su labor en la gráfica es reconocida internacionalmente con el primer premio Iberoamericano de Publicidad. Participó en numerosos proyectos gráficos y editoriales. Cuenta con varios libros dedicados a su obra. Desde los años 90 su obra está presente en la mayoría de las exposiciones sobre los años 60 y el Pop en nuestro país.
El arte hace pop!
(Minujín y Giménez) Hasta el 15 de julio en Lila Mitre, Guido 1568.
|
|