News Argentina

miércoles 16 de julio, 2008
LAS CASAS Y COSAS DE CAROLINA
Carolina Antoniadis
por Victoria Verlichak
LAS CASAS Y COSAS DE CAROLINA
 

Las pinturas y los objetos exhibidos, junto a reproducciones de ornamentos y mobiliario, tramas y colores de la niñez, sintetizan tramos de una biografí­a que, en su imaginerí­a, incluso trasuntan el marcado interés por el diseño que recorre toda la obra de la artista.

Carolina Antoniadis (Rosario, 1961) presenta dos aspectos de una misma obra, dos caras de una misma vida. En simultáneo, "Pluscuamperfecto" y "Domus referencial" son muestras que revisitan una historia familiar y subrayan su placer por la pintura.

Las pinturas y los objetos exhibidos, junto a reproducciones de ornamentos y mobiliario, tramas y colores de la niñez, sintetizan tramos de una biografí­a que, en su imaginerí­a, incluso trasuntan el marcado interés por el diseño que recorre toda la obra de la artista.
Si en piezas anteriores Antoniadis recurre a muchas de las imágenes de la infancia para así­ "seguir jugando", en "Pluscuamperfecto" (galerí­a Del Infinito) suma las presencias de sus afectos directos para especular sobre los encuentros y concurrencias que podrí­an haberse dado entre ellos. "Domus referencial" (Sala C, del CC Recoleta), también introducida por textos de la crí­tica Elena Oliveras, se asoma de manera excluyente a su mundo privado, a una cotidianeidad que se piensa única. Antoniadis sostiene que "más que una mirada melancólica y narcisista sobre el pasado, esta[s] muestra[s] intenta[n] hacer un ensayo sobre las coincidencias, el destino, las relaciones estéticas conscientes e inconscientes dentro de una familia, la mí­a".
Tras una apariencia colorida y vibrante, la obra de la artista esconde más de lo que muestra. En las pinturas, sobre tela o sobre la pared, se ven figuras de sus seres queridos, en distintas poses y actitudes, proyectadas o tomadas de fotografí­as. Con la identidad de los sujetos borrada -ya que no pinta las facciones en los óvalos de los rostros-, sólo ella sabe a quién pertenecen exactamente los fragmentos y las vestimentas de las figuras doblemente marcadas por la riqueza del color y la textura de los materiales. Sólo la artista puede identificar quiénes están detrás de esos contornos de niños jugando o de adultos conversando, caminando; aunque el espectador puede imaginarla a la artista, a sus padres, hermanos, abuelos, a otros parientes cercanos. ¿Los oculta para exorcizar recuerdos o para resguardarlos?
Entre el simulacro y la reconstrucción, ambas muestras además de las pinturas exhiben tanto los jarrones de la abuela como los platos decorativos que alguna vez vistieron su comedor, reproducido digitalmente en las salas de exhibición. Así­, aún cuando aparezca compartiendo su universo í­ntimo con los espectadores, la artista se interna por silenciosos vericuetos que la tienen a ella y a los suyos como protagonistas. Principio y fin de sus memorias y de este momento artí­stico, subrayado por las formas circulares pintadas con laca transparente que imprimen ciertos ritmos y lo envuelven todo; misteriosamente.

 

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