A pesar de sus diferentes recursos expresivos, las obras de Marcelo Bordese y Miguel Ronsino no generan conflictos en su exhibición conjunta. Efectivamente, ambas esgrimen una particular predilección por lo oscuro, por la acumulación de información (estética, formal, conceptual), por las referencias artí­sticas y las citas, evidenciando un principio de armoní­a detrás de las impresiones inmediatas.
Bordese funda su universo en una imagen a medio camino entre la pintura y la gráfica. Sus trabajos apuntan a una densidad dramática en la que coinciden seres a medio camino entre lo humano, lo monstruoso y lo mitológico. Sus escenas son violentas pero sus personajes portan frecuentemente la candidez de la infancia; la ambigüedad alimenta la tensión que recorre como electricidad toda su obra. En las piezas de Ronsino la densidad es material. Constantes imágenes superpuestas animan un diálogo complejo, donde las texturas suelen cobrar protagonismo. La variedad de recursos formales es mucho más marcada que en la producción de su compañero, lo que lo lleva a desbordar el pequeño formato por el que ambos artistas parecen tener cierta predilección.

Hasta el 14 de mayo en el CC Recoleta, Juní­n 1930.