News Argentina

miércoles 16 de julio, 2008
RAUL LOZZA
Una realidad sensible bajo la coraza de la razón
Costa Peuser, Marcela
por Marcela Costa Peuser
RAUL LOZZA
 

Raúl Lozza analiza, proyecta y ordena su obra y luego la construye. Metódicamente, concienzudamente, así­ como construyó su vida: haciendo uso de la razón. Lozza sostiene que sólo se crea con la razón y así­ lo sigue sosteniendo a sus 95 años, con férrea disciplina y profunda convicción, pero dejando, inevitablemente, algunas pistas.

Raúl Lozza analiza, proyecta y ordena su obra y luego la construye. Metódicamente, concienzudamente, así­ como construyó su vida: haciendo uso de la razón. Lozza sostiene que sólo se crea con la razón y así­ lo sigue sosteniendo a sus 95 años, con férrea disciplina y profunda convicción, pero dejando, inevitablemente, algunas pistas. Dejando un espacio para la percepción de quien quiera bucear en la esencia del artista. Una esencia sensible, profunda y humana, acorazada bajo las formas rí­gidas de la razón.

Un 27 de octubre de 1911, en horas de la mañana, nací­a en Alberti, provincia de Buenos Aires, al margen del rí­o Salado, Raúl Lozza. Ese mismo año fallece Martí­n Malharro, audaz propulsor de nuestra vanguardia artí­stica y se inaugura la primera versión del Salón Nacional. Dos acontecimientos que parecen signar el destino del artista. Su padre también fue artista, decorador, músico, constructor proyectista, librepensador y profundamente garibaldino. Su madre sufrió desequilibrios mentales por lo que fue internada cuando él sólo contaba siete años de edad, y nunca más volvió a su hogar. Amalia, su tí­a materna, quien habí­a estudiado pintura en la Academia de la Cárcova de Chivilcoy, se hizo cargo de su educación y de la de sus hermanos menores. Raúl trabajó desde muy temprano, con su padre, en la empresa de decoraciones. Allí­ aprendió a filetear carruajes, a empapelar y a diseñar letras. La tristeza y el dolor se apoderaron de su progenitor -"nunca supe si fí­sicos o morales"- y, una mañana en la primavera del 23, después de cobijarlos, partió. "Me despertaron los gritos de la mujer encargada de la limpieza... mi padre se habí­a suicidado."
A cargo de su tí­a Amalia, trabajó en el campo, estudió y comenzó a pintar junto con sus hermanos y recién en 1933 se instalaron en Buenos Aires. Sus múltiples habilidades le permitieron ser empapelador, pintor de brocha gorda, diseñador de ajuares para novias y dibujante publicitario, para poder sobrevivir. De esos años data su militancia polí­tica en el Partido Comunista, que aún hoy continúa. En 1942, varios poetas y pintores jóvenes hablaban de construir e inventar una nueva realidad artí­stica, camino que los llevó a inclinarse por la abstracción geométrica. Entre 1942 y 1945, Lozza participó en la edición de "Contrapunto", publicación que se caracterizó por la difusión de escritores y artistas de la joven generación y dio a conocer trabajos de firmas consagradas. Si bien todos proponí­an un arte no-representativo, fundado en proyectos racionales y sistemáticos, a raí­z de sus diferencias en los juicios de valor, el grupo inicial se dividió en dos vertientes. Una con Arden Quin, Kosice y Rothfuss, la otra con Tomás Maldonado, Manuel Espinoza, Alfredo Hlito, Enio Iommi y el propio Lozza. Uno de los aportes del Arte Concreto Invención fue la teorí­a del marco recortado en un "intento de conquistar el espacio real". El 18 de marzo de 1946, se presenta la primera muestra del grupo, en el Salón Peuser. El responsable de ésta, Antonio Chavetti, recibió una severa sanción por la audacia de exponerlos. Estas muestras vanguardistas no tuvieron buena repercusión en la prensa. Hacia 1947 el grupo se vuelve a fracturar y Lozza, a partir de este momento, investiga la forma y el color o mejor dicho la forma-color, para crear una teorí­a que sustentará su obra: el Perceptismo. Hoy está trabajando en una serie denominada "Ultimas obras", tarea que le representa un verdadero desafí­o al que lo enfrentó su hijo Carlos.

Frente a una obra de Lozza, el espectador no se emociona por lo que ve sino por lo que intuye que falta. Su obra es un gran rompecabezas, del cual sólo el creador conoce el diseño total. A nosotros nos muestra sólo algunas piezas, cuidadosamente valorizadas por su estudiada teorí­a del color. Lozza eligió y construyó, minuciosamente, cada una de ellas para darle forma-color a su vida. Pero en la profundidad del muro, hay muchas otras piezas que, a pesar de sus esfuerzos para ocultarlas, se perciben. Y está en el espectador seguir las pistas para descubrir si la obra completa tiene forma de mente o de corazón.

Hasta el 15 de mayo en el MNBA sede de Neuquén, Mitre y Santa Cruz. Parque Central Neuquén.

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