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Raúl Lozza analiza, proyecta y ordena su obra y luego la construye. Metódicamente, concienzudamente, así como construyó su vida: haciendo uso de la razón. Lozza sostiene que sólo se crea con la razón y así lo sigue sosteniendo a sus 95 años, con férrea disciplina y profunda convicción, pero dejando, inevitablemente, algunas pistas. |
Raúl Lozza analiza, proyecta y ordena su obra y luego la construye. Metódicamente, concienzudamente, así como construyó su vida: haciendo uso de la razón. Lozza sostiene que sólo se crea con la razón y así lo sigue sosteniendo a sus 95 años, con férrea disciplina y profunda convicción, pero dejando, inevitablemente, algunas pistas. Dejando un espacio para la percepción de quien quiera bucear en la esencia del artista. Una esencia sensible, profunda y humana, acorazada bajo las formas rígidas de la razón.
Un 27 de octubre de 1911, en horas de la mañana, nacía en Alberti, provincia de Buenos Aires, al margen del río Salado, Raúl Lozza. Ese mismo año fallece Martín Malharro, audaz propulsor de nuestra vanguardia artística y se inaugura la primera versión del Salón Nacional. Dos acontecimientos que parecen signar el destino del artista. Su padre también fue artista, decorador, músico, constructor proyectista, librepensador y profundamente garibaldino. Su madre sufrió desequilibrios mentales por lo que fue internada cuando él sólo contaba siete años de edad, y nunca más volvió a su hogar. Amalia, su tía materna, quien había estudiado pintura en la Academia de la Cárcova de Chivilcoy, se hizo cargo de su educación y de la de sus hermanos menores. Raúl trabajó desde muy temprano, con su padre, en la empresa de decoraciones. Allí aprendió a filetear carruajes, a empapelar y a diseñar letras. La tristeza y el dolor se apoderaron de su progenitor -"nunca supe si físicos o morales"- y, una mañana en la primavera del 23, después de cobijarlos, partió. "Me despertaron los gritos de la mujer encargada de la limpieza... mi padre se había suicidado." Frente a una obra de Lozza, el espectador no se emociona por lo que ve sino por lo que intuye que falta. Su obra es un gran rompecabezas, del cual sólo el creador conoce el diseño total. A nosotros nos muestra sólo algunas piezas, cuidadosamente valorizadas por su estudiada teoría del color. Lozza eligió y construyó, minuciosamente, cada una de ellas para darle forma-color a su vida. Pero en la profundidad del muro, hay muchas otras piezas que, a pesar de sus esfuerzos para ocultarlas, se perciben. Y está en el espectador seguir las pistas para descubrir si la obra completa tiene forma de mente o de corazón. Hasta el 15 de mayo en el MNBA sede de Neuquén, Mitre y Santa Cruz. Parque Central Neuquén. |