Janda Wetherington, directora de Panamerican Art Gallery de Texas, nos relata algunas de sus vivencias en esta nueva edición cubana.
Las calles rebosaban animación, los hoteles tenían colmada su capacidad y el mundo del arte se dedicaba febrilmente a los últimos preparativos para la inauguración de la IXª Bienal de La Habana la pasada semana del 20 de marzo. Se hacían muchas especulaciones sobre lo que depararía la edición del corriente año y muchos coleccionistas, directores de museos y galerías de arte se hicieron presentes para deleitarse con la oferta de obras. Además, numerosos embajadores internacionales y figuras sociales se preparaban para la muestra.
La instalación de casas elaboradas con materiales de desecho y video presentada por Roberto Diago, artista local invitado, tocó una cuerda sensible, ya que recreaba en pequeña escala, el espacio de una de las zonas más pobres de La Habana, atestada de estructuras de madera y aluminio con cerramientos de arpillera. El video que filmó del barrio, completamente mudo, mostraba los cuerpos de sus habitantes agazapados detrás de puertas cerradas, tratando de hacerse invisibles aun siendo imposible que su pobreza pudiese pasar desapercibida.
Se destacó la instalación de Kcho Vive y deja vivir, compuesta por miles de ladrillos de barro con la forma de una pequeña embarcación. Una mañana temprano, ví llegar a La Habana Vieja dos camiones cargados con las embarcaciones, que fueron descargadas en una zona protegida. Kcho, quien también había madrugado, me contó que éstas habían sido creadas en su pueblo, en la Isla de la Juventud, siguiendo un diseño suyo. Los ladrillos fueron apilados en la Plaza Vieja con la intención de que pudieran ser literalmente tomados, uno por uno, por los espectadores durante el transcurso de la Bienal. Me hice el propósito de visitar la instalación durante su primera hora de exposición para poder seleccionar el mejor ladrillo que pudiese encontrar. Cuando regresé al día siguiente, todo lo que quedaba de la instalación eran unos pocos fragmentos de barro cocido: la intervención del público en la "desinstalación" de la obra había sido, evidentemente, más efectiva de lo que el artista había anticipado.
El Pabellón Cuba presentó un espacio con varios artistas que fue todo lo que La Cabaña no fue: interesante, surrealista... Se vieron instalaciones humanas que incluyeron una serie de figuras espectralmente silenciosas, enmascaradas y ataviadas con mamelucos azules acarreando bandejas con distintos alimentos. También se presentaron modelos cubiertas con cabello y hojas, e hileras de ropas esparcidas por el lugar. Finalmente, dos artistas no latinos constituyeron una fantástica incorporación: el fotógrafo neoyorquino Spencer Tunic y la artista iraní Shirin Neshat. Ambos demostraron que las técnicas tradicionales en fotografía y video aún pueden ser creativas, provocativas y brillantes. ........................................................................................... El envío argentino
La Lic. Margarita Sánchez Prieto tuvo a su cargo la curaduría de la sección que corresponde a la Argentina. Los artistas y proyectos seleccionados fueron Elisa Estrada, Rosalía Maguid, Mariano Molina, Pablo Siquier, Dolores Cáceres, Laura Messing, Federico González, Ingrid Sinzinger, Andrea Juan y el proyecto Cartele, integrado por Maximiliano Mendieta, Esteban Seimandi y Gastón Silberman.
Este envío fue posible gracias a la labor y gestión impecable de la cancillería argentina con el inestimable apoyo de la Embajadora Gloria Bender, el Cónsul Sergio Baur, Lilian Banega, Encargada de Proyectos de Artes Plásticas y de las Asistentes de Producción Magdalena Murúa y Alejandra Eguiño. El envío se completó con un excelente catálogo. Los artistas invitados destacaron la cálida acogida de la embajada argentina en Cuba por parte de sus diplomáticos, el Embajador Darío Alessandro y el Agregado Cultural Cónsul Eduardo Gómez, acompañándolos y apoyándolos en todo momento.
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