News Argentina

miércoles 16 de julio, 2008
KACERO, BALLESTEROS Y LIERNUR EN RUTH BENZACAR
por Julio Sánchez
KACERO, BALLESTEROS Y LIERNUR EN RUTH BENZACAR
 

Pierre Menard escribió El Quijote, palabra por palabra, lí­nea por lí­nea. Pero no es igual al de Miguel de Cervantes, dice Jorge Luis Borges: "El estilo arcaizante de Menard -extranjero al fin- adolece de alguna afectación. No así­ el del precursor, que maneja con desenfado el español corriente de su época".

Pierre Menard escribió El Quijote, palabra por palabra, lí­nea por lí­nea. Pero no es igual al de Miguel de Cervantes, dice Jorge Luis Borges: "El estilo arcaizante de Menard -extranjero al fin- adolece de alguna afectación. No así­ el del precursor, que maneja con desenfado el español corriente de su época". La ficción borgeana es retomada por Fabio Kacero que presenta su obra: Fabio Kacero, autor del Jorge Luis Borges, autor del Pierre Menard, autor del Quijote. La acción de Kacero retoma las actitudes apropiacionistas derivadas del conceptualismo; entre los más conocidos: Mark Bidlo que "rehizo" obras de Julian Schnabel, Pablo Picasso y Brancusi -entre otros-; Elaine Sturtevant que ya en 1965 hizo lo mismo con artistas del pop art; Sherrie Levine que copió y firmó como suyas fotografí­as de Edward Weston, Walker Evans y Alexander Rodchenko; y en la escena local Margarita Paksa que a principios de los 90 se apropió de la flores de Georgia O´Keefe y de Roy Lichtenstein (que a la vez se apropió de Walt Disney). Kacero se basa en un cuento de Borges, Pierre Menard, autor del Quijote (el texto mismo es un ensayo sobre la imposibilidad de mirar dos veces con el mismo ojo, como el Panta Rei de Heráclito) y copia él mismo las palabras y los renglones imitando la caligrafí­a y hasta las enmendaduras del escritor. En esas páginas desplegadas sobre una mesa hay implí­citas varias cuestiones; una de ellas es la desaparición de autor, la progresión Cervantes-Menard-Borges-Kacero se puede multiplicar al infinito (mañana puede aparecer alguien reescribiendo lo que escribió Kacero) y casi ni importa quien lo vuelve a copiar, sólo vale el gesto. Otra de las cuestiones es la paradoja de la apropiación: la copia (de Borges) se convierte en un original (de Kacero), la obra del pasado se convierte en obra de hoy. También se plantean cuestiones como: ¿es necesario ser original? Respuesta difí­cil si consideramos que la nuestra es una cultura de la copia: desde la humilde fotocopia, pasando por cassettes, videocassettes, DVD, MP3, y hasta un ser vivo clonado, todo es pasible de ser multiplicado al infinito y no hay copyright que lo frene. La abundancia y disponibilidad de material en Internet hace muy difí­cil rastrear y llegar al "original". Asimismo, Kacero rompe con los dos ejes espacio-temporales de una muestra de arte: su obra se exhibe en un lugar atí­pico de la galerí­a, el recinto destinado a los almuerzos de su directora y su personal; por otro lado la muestra sucederá fragmentariamente a lo largo de todo el año, es decir que habrá una comprensión total de la obra no cuando se visite el lugar, sino cuando transcurra el tiempo, un año.
Ernesto Ballesteros tampoco está muy lejos del pensamiento borgeano, la instalación que presenta en medio del espacio central de la galerí­a consiste en 40.000 kilómetros de hilo negro, es decir, la longitud equivalente a la circunferencia del meridiano de la Tierra. Ese gigantesco y confuso conglomerado de hilos podrí­a abrazar la Tierra... y está amontonado en una galerí­a de arte; ese amasijo oscuro es pariente del Aleph (todos los puntos se reúnen en un punto) que Borges dice haber encontrado en la calle Garay. Más que el objeto en sí­, lo que sorprende es la cuantificación y significación del objeto amorfo. Además de la precisión matemática en esta obra se incluye algo absolutamente extracientí­fico y para nada cuantificable: la fe; el espectador que ve la obra y las cifras que la acompañan cree fehacientemente en las palabras del artista, necesariamente debe haber un consenso entre creador y observador. La propuesta se completa con una serie de monocromos hechos a lápiz cuyas lí­neas también están cuantificadas.
Tanto Ballesteros como Kacero siguen las huellas de los conceptualismos que marcaron la década del 70, recordemos que a esta década surgió una reacción contra los excesos de ideas y a favor de la materialidad pictórica (pintura salvaje alemana, transvanguardia italiana, Nueva Imagen argentina). Valentina Liernur adhiere al gusto por la pintura, por la sensualidad, el color y la materia, pero no se ata a una fórmula sino que se permite transitar de una poética a otra, lo que algunos teóricos han denominado "nomadismo estilí­stico".

Hasta el 6 de mayo en Ruth Benzacar, Florida 1000

 

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