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La obra de Antonia Guzmán se impone con su presencia sensible. Desde lejos vislumbramos amplios campos de color intervenidos por una escala luminosa de muy suave resolución. Finas líneas blancas separan una tonalidad de otra sugiriéndonos una vista aérea de campos cultivados de diferente coloración. Pero si esto atrae desde la lejanía, cuando nos acercamos percibimos la perturbadora presencia de pequeños puntos de una posible señalética que actúa como referencia sobre el plano guiándonos la mirada en diferentes direcciones. Así se abren posibilidades hacia innumerables caminos con sus respectivos atajos. Antonia resuelve intuitivamente la exacta proporción entre el tamaño asignado a un campo y la luz aplicada a ese color. El diálogo entre la luz y la sombra es tan justo que el plano pictórico se enciende y apaga a lo largo de su recorrido. Hasta el 17 de abril en Palatina, Arroyo 821. |