Enormes mariposas blancas y negras sobrevuelan mágicamente la sala mientras que sobre las paredes se posan enormes cigarras, libélulas y algunos caballitos del diablo. Y es que la exuberante belleza misionera se apropió de este espacio ubicado muy cerca del río, en Puerto Madero.

“Mi obra habla de mi lugar de origen, del lugar de mis recuerdos”. –reflexiona Andrés Paredes responsable de esta cautivante intervención- “Siempre vuelvo a ellos para crear, no precisamente copiando los elementos de la naturaleza que me rodean, sino traduciendo esas emociones, los olores, sabores y colores que provoca me la naturaleza.”

Curada por Cecilia Cavanagh, la muestra está integrada por etéreas esculturas caladas en DMF, insectos, monstruos reales o imaginarios y otros elementos que componen un universo particular elaborado por la memoria del artista.

Las obras están planteadas como un dibujo que se apodera del espacio y se adapta a todas las superficies. La línea es la protagonista principal, que se transforma por momentos en insectos y en reinterpretaciones del paisaje natural a través de la técnica del calado.

En la elección deliberada de mariposas, chicharras y libélulas, Andrés asienta su gran metáfora sobre la posibilidad del cambio, entendido como transformación hacia un mundo distinto, nuevo, renovado.