Nota publicada online
Andrés Paredes es misionero va del diseño gráfico al grabado, dibujo, pintura, fotografía y escultura cerámica. Su obra habla, una y otra vez de su lugar de origen, sus perfumes, formas y colores, recuerdan su naturaleza.
Desde Arte Online lo convocamos para conocer sus pensamientos en esta nueva vivencia que nos toca transitar y recorrer sus últimos trabajos.
“Al inicio del aislamiento pensé que era un tiempo que podía ser similar a lo que pasa en la naturaleza, aprovecharlo como un tiempo de transformación. Los grandes cambios también llevan tiempos de incubación y sobre todo procesos.
Pensé que podía llegar a ser como un tiempo de crisálida, donde después de un largo camino de orugas finalmente llegábamos a ese momento de estar solos aislados encerrados en nuestra propia pupa para poder emerger diferentes. También me gustaba relacionarlo con las chicharras que habitan nuestro suelo desde el norte al nordeste, las cigarras o coyuyos que pasan años bajo la tierra como ninfas alimentándose de raíces hasta que llega un día en que se trepan a los árboles y dejan la muda para transformarse, le salen alas y vuelan cantan con el objetivo de perpetuar su especie.
Me pienso un poco así después de varias situaciones particulares y algunas perdidas me encontré solo en mi casa de Buenos Aires, extrañando la frondosa vegetación de misiones, pero muy dispuesto a encarar cambios profundos y hacerlos hábitos para poder seguir de ese modo cuando todo esto pase.
Empecé a disfrutar de la lectura y retomar la meditación y me propuse drásticos cambios en la alimentación que, aunque parezca mentira los estoy disfrutando mucho también el ejercicio diario. Sin lugar a duda lo que más extraño es el contacto con la naturaleza poder aventurarse sin rumbo por la selva misionera y la calidez de mi pueblo, Apóstoles adonde viven mis padres. Se extraña el calor del hogar.
En medio de la cuarentena también se termino mi primer libro editado por la fundación tres pinos que reúne las obras de los últimos 16 años y un ensayo de Ana Martinez Quijano, algo que estaría extrañando mucho sería poder lanzarlo con amigos y con gente querida que ayudo mucho en estos años.
¿En qué obra estas trabajando?
En este tiempo la comunicación ha sido fundamental y en el ida y vuelta con amigos fueron saliendo nuevas interpretaciones que enriquecen la obra, tenía un proyecto de unas esculturas inmersivas enormes de huevos de diferentes especies que, al mostrarlo a una amiga responde: ¨me hace acordar a mi, en la cuarentena¨, y sin querer trabajar con la situación de la pandemia y el encierro esa charla me inspiro muchísimo al punto de cambiar todo el rumbo de la pieza y usar elementos que se volvieron comunes para todos, los de limpieza, para crear una pieza que también sirva para ¨limpiarnos¨.
Así empecé a unir muchos trapos rejilla, pase de cortar y calar a coser, los teñí y arme unas cúpulas de reconstrucción, también use fibras de los felpudos y en su interior engarces de cuarzo, amatista y fluoritas que se usan para la limpieza de las radiaciones. Me interesa mucho el ida y vuelta y como las obras van mutando.
Desde que empezó la cuarentena baje muchísimo de peso y note varios cambios en mi cuerpo, y me fui dando cuenta que los fenómenos naturales que inspiran mi obra también estaban sucediendo dentro mío, de alguna manera la naturaleza también soy yo, y con ese parámetro empecé a entrenar, domar o simplemente disfrutar de usar la mano izquierda (yo soy diestro).
En ese disfrute aparecieron primero los dibujos, libres ingenuos y con una carga orgánica nunca antes vista. Como si después de haber buscado la organicidad de la línea durante años recién aparece ahora de forma potente y verdadera.
Esos dibujos pequeños de grafito sobre papel madera se hicieron gigantes con carbonilla e inspiraron una serie de acuarelas, donde aparecen seres mágicos que aun so los puedo descifrar como plantas animales de la tierra, del agua o del aire.
También los pude llevar a la escultura corpórea realizados a modo de collage de arpillera plástica cocida, canecalon, alambre e hilo.
Un proyecto que recién comienza y que todavía tendrá varias versiones.
Me pasa mucho de que todas mis obras tienen que estar hechas a mano, tiene que haber algo del hacer manual y tiene que ver con una relación intrínseca con la armonía y la belleza, y contar, a través de esos parámetros, relaciones y conexiones entre la naturaleza y lo que nos sucede a nosotros. Hasta ahora fue lo que pasaba en la selva, en la naturaleza de Misiones, en los paisajes, en los habitantes, o en los insectos que viven ahí. Siempre va siendo una relectura contemporánea de ese paisaje. Creo que uno de los grandes desafíos hoy es poder generar, a través de mis obras, algo de pensamiento, de reflexión y sobre todo una búsqueda con uno mismo, un espacio de introspección personal.
En estos días una de las experiencias que mas me sirvió fue realizar un análisis de obra en el ciclo AB-Ele con curadores y artistas, me activó mucho y me ayudo a reflexionar y activar la producción.
¿Que te inspira?
Para mí el lugar de origen me determina, o sea, me obliga a mirar el paisaje en el que nací y revalorizarlo sin ningún tipo de condicionamientos ni prejuicios. Toda mi obra tiene que ver con el lugar donde crecí y donde están la mayoría de mis recuerdos que es la provincia de Misiones y toda la región de frontera entre Brasil y Paraguay, que tiene un paisaje muy exuberante y es casi imposible trabajar sin el paisaje. Es una parte vital en mi inspiración. Mis trabajos están muy relacionados con mi infancia, con esas vivencias y recuerdos que marcaron fuerte mi vida. Tienen una relación directa y están inspirados en esos paseos a caballo, esas caminatas en el monte, la siesta en la chacra, el sentirse libre y temerario, en explorar e investigar. Son situaciones que me trajeron mucha felicidad y donde siempre vuelvo. Pero, por más que viajo a lugares, hacia arroyos, o la naturaleza, no tomo un registro real de lo que hay, toda mi obra es una relectura de este paisaje de una manera contemporánea. Yo utilizo todas esas líneas que lo van entrecruzando, como una especia de telaraña invisible que tiene que ver con mi arqueología personal, con la fauna, obviamente con lo más visual que es la vegetación, pero también con un montón de esos elementos socioculturales.
Me gusta recordar siempre una tierra de fronteras, atravesadas por ríos y arroyos. Viví en Brasil cuatro años y pasé muchas veces por el río Uruguay, y me nutro de todo ese territorio de frontera, de Argentina, Brasil y Paraguay. Reconozco, dentro de mi hacer manual, mucho de la tradición paraguaya de los bordados, de las manualidades. Me encanta poder explorar y definir como mi marco teórico, justamente, dentro de lo que eran la región de las antiguas misiones jesuíticas. Creo que mi trabajo también, de alguna manera, explora el barroco americano, se inspira en obras y en instalaciones, no tanto en los papeles sino cuando trabajo con barro ñaú y amatista, y con musical original, como si fuese una puesta escenográfica barroca, con la iluminación muy cuidada. Y cuento historias mías, que tienen que ver con eso, como decía León Tolstoi: "Pinta tu aldea y pintarás el mundo", y para mí delimitar esa área, trabajar inspirado en ese lugar es un poco eso, empezar a comunicar y transmitir cosas que son muy mías, y recuerdos muy personales pero que a su vez se vuelven universales al mostrarse. Para mí tiene que ver con eso, con lo que nos hace únicos y nos da identidad, que es trabajar sobre nuestras raíces y de dónde uno proviene.