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Quizás la siguiente descripción baste para sintetizar uno de los procedimientos esenciales del trabajo del fotógrafo Marcos López: mineros latinoamericanos erigiendo una bandera Whiphala (símbolo de los pueblos originarios andinos), los cuales, parados sobre emblemáticos warhols, reemplazan por obra y magia de la puesta en escena a los marines estadounidenses de la célebre fotografía de 1945 Alzando la bandera en Iwo Jima.
La obra Suite Bolivariana, de grandes dimensiones, remite formalmente a ciertos trabajos de la escuela muralista mexicana, completándose con retratos de líderes revolucionarios y personajes míticos americanos. En ese mundo que se sabe un decorado conviven la escena ya descripta junto al Che Guevara, Chávez, Eva Perón, Gardel, simbolismos de la américa originaria, el asado, y jugadores de básquet que remiten a la NBA. En el fondo, casi al borde de la escena, la ropa colgada y los tanques de agua gastados por el tiempo.
La “Biblia y el calefón” signan con su marca un procedimiento que alcanza a la obra de López: la ironía. Eso sobre lo cual los románticos alemanes supieron teorizar y que consta en poner en relación elementos que entre sí se niegan, produciendo un sentido contradictorio pero efectivo. De esta manera, López es conformador de un mundo que se construye con fragmentos pero que tienta a la construcción de una unidad que se percibe crítica, aunque esta no pueda figurarse como una totalidad cerrada. En cierto sentido, el fotógrafo es un montajista: construye con partes un punto de vista desde donde lo real puede ser observado. Tal vez este sentido cinematográfico también esté acompañado desde el título de la muestra que se exhibe actualmente dentro del programa Arte en la Torre, de la Fundación YPF: Tierra en trance se configura como una referencia obligada a un film del militante cineasta brasileño Glauber Rocha.
Quizás una modalidad del montaje sea asumida por el modo en el cual, a través del retrato como género, López ponga en relación realidades distantes espacialmente pero a su vez cercanas simbólicamente. De ello, a modo de ejemplo, dan cuenta Sastre (La Paz, Bolivia), Chica to-mando cerveza (Caracas, Venezuela), Carnicera (Buenos Aires), Carla (Buenos Aires). En ellas puede rastrearse ese procedimiento también asumido en Suite Bolivariana: el mundo como decorado.
Y es en esa tensión entre la parte y el todo, constituida por la fragmentación evidenciada por el uso del montaje pero a la vez por la reunión de lo contradictorio, generador de un sentido irónico, de allí emerge esta Tierra en trance.
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Info
Hasta el 15 de julio de 2011. Muestra del
programa Arte en la Torre de la Fundación YPF, Macacha Güemes 515 PB, Puerto Madero.