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Una Santa Ana Triple, un Santo Domingo penitente, un Eccehomo y un San Juan Bautista. Parece una lista de supermercado, pero son apenas algunas de las imágenes que se pueden ver en la recientemente restaurada capilla del Museo Isaac Fernández Blanco.
La comparación no es despectiva si se considera el origen de las imágenes devocionales que inundaban las tierras americanas en tiempos de la Contrarreforma. En uno de los nichos del altar de la iglesia de Uquía, en la quebrada de Humahuaca, se conserva todavía una tela que repite la imagen de la Virgen cuatro veces, pues en épocas coloniales, las Vírgenes y otros santos se producían por metro y los devotos compraban las figuras favoritas de su devoción.
Gabriela Siracusano y Gustavo Tudisco son los investigadores responsables de “Héctor Schenone, elecciones y selecciones de un maestro: un programa intelectual”. Seguramente el nombre no será demasiado conocido para cierto “mundillo”, y no se trata de un coleccionista esquivo, ni de un artista exitoso, ni de un curador estrella, ni siquiera pertenece a la flora y fauna del vernissage de la semana. El profesor Schenone fue director del Museo Isaac Fernández Blanco durante las décadas de los años sesenta y setenta (1967-74 y 1976-78), fue director del programa Patrimonio Artístico Nacional impulsado por la Academia Nacional de Bellas Artes, iniciado a fines de los setenta, una monumental empresa que consiste en registrar, datar y ubicar todo el patrimonio del país, provincia por provincia, pueblo por pueblo. También tuvo a su cargo la supervisión y guía en las labores de restauración efectuadas por la Fundación TAREA (1987-1997), fue un pilar fundamental en la creación de los estudios de arte hispanoamericano y desde los años setenta compartió su erudición con total generosidad en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires; de hecho la mayor parte de los investigadores, curadores, y críticos de formación académica y activos en este momento han sido formados por el profesor Schenone.
En tiempos de exitismo y farandulización del arte el rescate de la figura de Héctor Schenone es un llamado de atención sobre el esfuerzo, dedicación y compromiso que exige el arte para adentrarse en una dimensión que incluye y a la vez trasciende el goce estético. Siracusano y Tudisco presentan una exposición simple y sin pretensiones, una selección de la colección personal de Schenone que reúne piezas excepcionales del arte hispanoamericano, no necesariamente estruendosas o de alto impacto. Por el contrario, las esculturas flamencas, españolas e italianas, como así también las americanas y las pinturas, retablos y orfebrería producidas en este continente, generan un diálogo íntimo entre ellas y el espectador. Todas ellas son mayoritariamente imágenes devocionales, es decir, vehículos materiales para poder acceder a Dios.
La muestra está acompañada de un pequeño catálogo de 26 páginas, que empalidece frente a las producciones editoriales de museos o fundaciones con mayor presupuesto, pero lo que brilla y deslumbra es la precisión intelectual de su contenido. Pocas veces en los últimos años se han visto publicaciones con tanto rigor intelectual, la piezas están descriptas con el vocabulario técnico correspondiente, que seguramente resultará ajeno a gran parte de los lectores, sin embargo esa misma exactitud es la que guía a la mirada para poder entender la obra.