Nota publicada online
A 20 de la muerte de Víctor Grippo (1936-2002), uno de los pioneros del arte conceptual en nuestro país, se presenta “Preexistencias”, muestra curada por Florencia Battiti y Diana Weschler, a partir de una idea original de Paulina Vera, en el Centro de Arte Contemporáneo de Muntref.
Visitar el Centro de Arte Contemporáneo de Muntref, resulta siempre una experiencia movilizante. Más allá de las interesantes muestras que allí suelen presentarse, se emplaza en el que fuera el antiguo Hotel de Inmigrantes, espacio cargado de una atmósfera simbólica particular. Al transitar por sus pasillos es inevitable pensar en las miles de historias que allí tuvieron lugar. Apenas accedemos al tercer piso del museo, nos recibe un dibujo de Víctor Grippo ploteado en la pared y que nos anticipa lo que veremos luego. Un pequeño esquema que resume y sintetiza dos conceptos, “historia” y “arte”, unidas a través de una especie de espiral. Este boceto remite, a su vez, a la premisa subyacente de esta exhibición: lo preexistente. Hace foco en aquello que antecede al acto creativo, remite a la antesala, a la cocina de la concepción artística. Siguiendo el camino hacia la sala, aparece otro indicio que nos presenta al artista y lo vincula al lugar a partir de su historia personal. Frente a la pared lateral de la sala que corresponde al museo de la inmigración, se proyecta una conferencia donde se captura el momento en que el artista habla de sus padres inmigrantes, junto a una frase alusiva a este hecho biográfico. La muestra se articula a partir de una propuesta de Paulina Vera, hija de Grippo, y quien fuera una testigo privilegiada de los días de taller, y de esos momentos iniciáticos del quehacer artístico. El título de la muestra se rescata de una frase encontrada en un manuscrito y nos recibe, una vez dentro: “Todo acto creativo se apoya en algo preexistente y ordena, construye algo que implica un recorrido, que va más allá”.
El espacio expositivo se divide en dos, una primera construcción subdivide la sala, y nos sumerge en ese mundo íntimo y privado de la creación. Allí, a partir de objetos, herramientas, fotos, libros y documentos, se recrea el taller del artista. Es interesante pensar que la obra de Grippo, conceptual y, por ende, altamente efímera se viera reflejada de este modo, ya que lo que prevalece en este tipo de prácticas son tanto los procesos previos, como los modos en que pueden, luego, ser registradas y documentadas. Los archivos, en tanto reservorios de la labor artística cobran una dimensión inusitada con la llegada de este tipo de propuestas artísticas a partir de los años 60. El taller, por lo tanto, no sólo es la “cocina” y el lugar donde se desarrolla y crea la obra, sino que se transforma en un espacio central para la preservación de su legado.
Junto a sus obras más emblemáticas, siguiendo la propuesta de mostrar un lado no tan explorado de este importante artista argentino, mejor conocido por sus trabajos a partir de elementos de la vida cotidiana, y alimentos, como las papas, se ven otras obras menos exhibidas como sus pinturas, dibujos y bocetos; junto a videos, documentos, escritos y anotaciones, que nos devuelve a esa idea primigenia del acto creativo y todos los procesos en él implicados. Es curioso y fascinante percibir en esos óleos casi inéditos, cómo a partir de un lenguaje casi abstracto, y trabajados a partir de la mancha, esas formas que se relacionan con las papas, parecen estar en un proceso de transformación. Aquí aparece la primera conexión con el resto de las instalaciones exhibidas. A través de su práctica Grippo explora hasta el máximo de sus posibilidades la transmutación de los objetos con los que trabaja, ya sea desde un punto de vista concreto y tangible como en el caso de las papas, y los porotos; como en un sentido simbólico, metafórico y conceptual.
Una de sus obras más conocidas y que sigue estas ideas es La comida del artista (puerta amplia, mesa estrecha), 1991, compuesta por una puerta doble hoja, una tabla larga y delgada, sobre la que pueden verse siete platos con elementos orgánicos intervenidos, de este modo se vuelven incomibles. Una metáfora no sólo habla de las crisis socioeconómicas que cíclicamente azotan nuestra realidad, sino de lo que la labor del artista hace sobre esos objetos, a partir de la alquimia y la transmutación se convierten en algo más. Los aparta de su mundana cotidianidad y los resignifica para vehiculizar múltiples sentidos e impulsarnos hacia la reflexión. Lo mismo ocurre con su célebre obra Analogía I, 1970-71, o como el propio autor las llamaba las “papas con el cablerío”. En ésta las papas, meticulosamente colocadas en casilleros, están conectadas entre sí por circuitos eléctricos y electrodos, que a la vez, sirven para medir su potencia energética. La elección de este tubérculo tiene que ver con su potente simbolismo, ya que su origen es andino y su importancia a la hora de calmar las hambrunas que asediaban a Europa, luego de la introducción de los conquistadores españoles. Su cultivo y consumo se extendió por todo el mundo, hasta llegar a convertirse en la actualidad en uno de los alimentos centrales para el ser humano. Nuevamente son protagonistas pero en gran cantidad, desbordando la mesa que las que contiene en Naturalizar al hombre, humanizar a la naturaleza – Energía vegetal, 1977/20. En relación a estas obras es interesante introducir una idea que Marcelo Pacheco escribiera en ocasión de la muestra Arte de Argentina, 1920-1994, en el Oxford Museum of Modern Art, allí el curador habla de un “conceptualismo caliente”: en tanto que Grippo introduce además del rigor intelectual una “complejidad emotiva”. Este modo de practicar lo conceptual “agregándole” nociones que se vinculan con lo social, lo identitario, lo comunitario y por qué no, lo sagrado, se extendió por toda Latinoamérica, en los años 70.
Vida, muerte, resurrección, 1980, es una pieza que encarna y sintetiza muchas de las principales búsquedas del artista. Lo poético y lo conceptual se fusionan de un modo sutil y potente a la vez, está conformada a partir de cinco cuerpos geométricos de plomo que contienen porotos en su interior. El proceso natural de fermentación hará que, con el correr de los días, la rigidez de esas figuras pierdan progresivamente su forma, de hecho, permitirá que el contenido se derrame. Una obra que habla de la potencia, muchas veces avasallante y hasta incontrolable de la naturaleza, pudiendo derribar incluso, las barreras impuesta por la mano del hombre. Si bien sus estudios en química fueron fundamentales a la hora de desarrollar su obra, y a primera vista muchas de ellas lucen como experimentos científicos, a Grippo, siempre le resultó más interesante la alquimia, por estar ancestralmente ligado al desarrollo y pensamiento humano, por lo que conserva de magia, y lo une a lo telúrico y a lo espiritual.
La muestra se completa con Construcción de un horno popular para hacer pan, 1972, instalada en el jardín del museo, reproducción del que fue originalmente emplazado en la Plaza Roberto Arlt, y exhibido sólo durante un día ya que fue censurado y destruido. En la inauguración fue activado a través de una acción performática, para dar cuenta de su idea ligada al ritual comunitario que desde siempre está asociado a la alimentación. Como afirman las curadoras Diana Weschler y Florencia Battiti, el conjunto de obras que aquí se exhiben son pistas sobre las preexistencias que orientaron su acto creativo y que son, a su vez, iluminaciones poéticas sobre fragmentos de la vida cotidiana.
Víctor Grippo. Preexistencias
Curaduría : Diana Wechsler y Florencia Battiti.
Idea: Paulina Vera
Del 07/07/2022 al 23/12/2022
MUNTREF | Centro de Arte Contemporáneo
Sede Hotel de Inmigrantes | Avenida Antártida Argentina 1355, CABA
De martes a domingos de 11 a 18 horas
Entrada gratuita