Nota publicada online
La muestra central del proyecto que homenajea al artista en Junín presenta dos de sus instalaciones más significativas, conectadas con la memoria afectiva del mundo del trabajo que conoció en su infancia. En una plaza frente a la exposición, se inauguró una réplica del horno de pan que Grippo construyó en Buenos Aires en la Plaza Roberto Arlt de Buenos Aires.
El que pasó fue un fin de semana emotivo para la ciudad de Junín, donde se desarrollaron una serie de actividades para homenajear en el vigésimo aniversario de su muerte a Víctor Grippo, que nació allí en 1936 y que años después, a principios de los 70, se convirtió en un artista conceptual de enorme repercusión internacional, desdibujó las fronteras que dividían los campos del arte y la ciencia y con una profunda preocupación política y humanista convirtió en asuntos centrales de su arte la reivindicación del mundo del trabajo, de los oficios y de los alimentos y objetos corrientes y cotidianos.
El corazón de los homenajes -organizados por el Municipio, amigos del artista e instituciones de la ciudad- es una muestra curada por Ana María Battistozzi e inaugurada el viernes pasado en el Museo de Arte Contemporáneo Argentino (MACA). Las obras que se exponen allí son representativas de la singular concepción del arte que alimentó su pensamiento, sostuvo Battistozzi en la inauguración. “Desde una actitud que no dejó de priorizar las ideas como fundamento de una producción conceptual -explicó-, lo suyo ancló en el mundo sensible desde una visión profundamente humanística y poética frente al mundo de la ciencia y el trabajo que honró de distintos modos. Las cosas del mundo cotidiano: mesas, herramientas e instrumentos de labranza fueron incorporadas a su obra como expresión de la fascinación que, desde su niñez en Junín, le despertó la habilidad manual de su padre, su abuelo y los inmigrantes que conoció".
Precisamente con ese mundo se encuentra de pronto el visitante de la muestra en el MACA -al que hace días el Gobierno de Junín asignó, pequeña polémica mediante, el nombre del artista- cuando ingresa en la gran sala de la planta baja, ocupada por una sola gran instalación, una de sus obras más conocidas, poderosamente enigmática y poética: Naturalizar al hombre, humanizar la naturaleza (1977), conocida también como Energía vegetal. Una larguísima mesa -objeto central en su obra- cubierta por un mantel impecablemente blanco y colmada de papas -también omnipresentes en su trabajo- y algunos recipientes de laboratorio químico, impone en la sala su presencia silenciosamente con algo de altar, algo de sagrado. Químico de formación, Grippo vio en la papa, originaria de América y de gran poder simbólico -tanto, que en su sencillez, se usa frecuentemente, lo mismo que el pan, como sinónimo de alimento-, una fuente de energía y transformación que usó frecuentemente en experimentos con cables, electrodos y voltímetros.
En la planta superior del museo se exhibe Algunos oficios, otra instalación -recostruida también con autorización de la familia del artista- estrechamente vinculada con la memoria afectiva del mundo del trabajo que conoció en su infancia juninense. La obra, presentada por primera vez en 1976 en la galería Arte Múltiple de Buenos Aires, que dirigía su amigo Gabriel Levinas, ocupa la sala con escenas compuestas por elementos reales de cinco oficios diferentes. Fuera de sus lugares habituales, presentadas en una sala de museo, las escenas evocan los oficios homenajeados -El labriego u horticultor. El albañil, El herrero, El carpintero y El picapedrero- con una potencia también inhabitual. Las herramientas, los ladrillos, los surcos de tierra listos para recibir la semilla, el yunque y el martillo, los baldes de mezcla, todo lo que se exhibe tiene las marcas del trabajo y cargan consigo historias de vida. Es que el equipo a cargo de la producción de la muestra, liderado por Andrés Arzuaga, recorrió Junín y conectó a trabajadores reales de la ciudad para pedirles prestados sus elementos y reconstruir con ellos la instalación de Grippo, lo que le da una dramática encarnación.
En la mañana del domingo, dos días después de la inauguración en el MACA, otro acto de homenaje a Grippo se desarrolló en el espacio público de una plaza ubicada justo frente al museo, contigua a los antiguos talleres del ferrocarril vinculados con los orígenes de Junín. Y tuvo, nuevamente un carácter comunitario y fuertemente evocador. La gente se reunió allí para participar de la inauguración de un horno de pan construido días antes por Ricardo Salido y Daniel De Camillis, alumnos y amigos juninenses de Grippo, que replica la obra que el artista realizó en 1972 en la Plaza Roberto Arlt de Buenos Aires junto con Jorge Gamarra y la ayuda del trabajador rural A. Rossi. Construcción de un horno popular para hacer pan se llamó esa acción de fuerte contenido político que los artistas hicieron en 1972 durante la dictadura de Lanusse, semanas después de los asesinatos de Trelew, junto con obras de otros artistas en la Plaza Roberto Arlt. En ese horno se cocinó pan que se compartió con la gente. Ni el horno de Grippo ni las otras obras duraron más de dos días: el gobierno militar desactivó la muestra y las obras desaparecieron. Ahora, bajo el sol templado de la mañana del domingo en Junín, Salido y De Camillis encendieron el horno bajo la mirada expectante de un grupo numeroso de vecinos, amigos de Grippo, curadores, periodistas y artistas que viajaron desde Buenos Aires para participar en los homenajes. Introdujeron las piezas de pan que minutos después todos compartieron con una de esas alegrías genuinas que no se olvidan fácilmente en la vida y que también fue un homenaje para el artista.