Nota publicada online
Una exhibición colectiva con obra de 12 grandes artistas de Argentina, Paraguay, Perú y Venezuela que ponen el foco en las representaciones vinculadas a la tierra.
Ellos son Fernando (Coco) Bedoya, Claudia Casarino, Nicolás García Uriburu, Carlos Ginzburg, Mónica Girón, Marta Minujín, Teresa Pereda, Juan José Olavarría , Alejandro Puente, Juan Pablo Renzi, Juan Sorrentino y Candelaria Traverso; artistas de distintas generaciones y que, a través de sus distintas poéticas, honran su esencia única. Tierra es pertenencia y es hábitat, es sustento y alimento; tierra remite al origen y también a nuestro futuro ineludible, es vida y también es muerte. “Tierra es más que un elemento de la naturaleza, es un material culturalmente asociado a lo primigenio, a lo fértil y al ciclo de la vida.” Se lee en el texto de Sofía Jones que acompaña a la muestra. La religión, la música, la literatura y las artes visuales, se han ocupado de abordar este significante extensamente. En el espacio puede apreciarse la manera que tiene cada uno de los artistas de vincularse con ella. “Como todo recorte, es parcial”, aclara Mauro Herlitzka, director de la galería, “pero son los artistas que tienen que ver con la línea curatorial y que nos interesa difundir.”
El recorrido se inicia en la escalera de entrada con una fotografía de Carlos Ginzburg, un registro de acción, con la palabra “TIERRA”, del 76 que fue parte de la muestra Arte en Sistemas del CAYC, para continuar con una pieza de cerámica esmaltada de Nicolás García Uriburu (1937-2016), una rosa de los vientos que señala el sur. Ambos señalan e invitan.
Teresa Pereda (1956) y Marta Minujín (1943) son dos artistas que trabajan la tierra de manera ritual. La impactante y al mismo tiempo sensible instalación de Pereda, Itinerarios de un país (1996-2006) se destaca en la sala. Partiendo de la premisa de recorrer distancias sociales y sumar la diversidad regional, étnica y lingüística, Teresa Pereda emprendió un conjunto de acciones de intercambio de tierras que dieron inicio a este proyecto. La tierra evoca a las personas que hicieron su generosa entrega, resultando una cartografía sensible del territorio. Son seis módulos, cada uno con retrato fotográfico, una caja conteniendo tierra y un recipiente de vidrio con tierra. Todo etiquetado indicando el nombre del retratado y la procedencia de la tierra.
Imperdible la emblemática obra de Marta, una secuencia documental de la acción "Comunicando con tierra" que comenzó, en 1976, extrayendo 23 k de tierra del Machu Pichu, y los envía a 25 artistas testigos de Latinoamérica, a su vez, cada uno de ellos, le envían puñados de la tierra que ellos habitan y Minujín, en un acto de reposición, los devuelve al lugar. De la misma época, 6 fotografías registran en el mismo Machu Pichu, un homenaje a la Pacha Mama en la que la artista fecunda a la tierra con billetes quemados. Entre estos registros, su “casita de hornero”, remite al cobijo y dialoga con la “Pampa y cielo” de Nicolás García Uriburu, una obra informalista del 62, realizada en los tonos de la tierra.
La tierra tratada como objeto escultórico tiene varios ejemplos y tratamientos, Fernando “Coco” Bedoya (Perú, 1952), interviene vasijas y huacos sagrados a los que les saca sus asas y los “actualiza” con chapitas de Coca Cola. Candelaria Traverso (1975), retoma las formas de las urnas ceremoniales de las culturas Aguada, Belén y Santa María de Catamarca, lugar donde reside, y apelando a su utilidad contenedora; su vez ata estas vasijas con sogas en una clara denuncia que una vertiente natural de agua pretende ser usurpada por sectores privados. Las ataduras aparecen también en la serie Cubos, estructuras con tierra y prendas de vestir prensadas, a la manera de los fardos característicos del comercio de ropa. El pasado se hace presente.
En la obra de Juan José Olavarría (Venezuela, 1969), la tierra aparece ligada al símbolo nacional por excelencia: la bandera argentina. Dos banderas dobladas y enterradas en tierra tucumana se exhiben mostrando sus huellas en “un ejercicio de (des)memoria comparada en el contexto actual de la Argentina”.
(1933-2013) remite, a un americanismo prehispánico al incorporar además elementos e imágenes distintivas de la cosmovisión americana originaria mediante el uso de ideogramas.
La obra Quincha de Juan Sorrentino (1978), realizada con el sistema constructivo tradicional de Sudamérica -marcos de madera sobre los cuales se teje un entramado de caña, rellenado posteriormente con barro y paja- coloreados con cal y sangre bovina -como supuestamente fuera pintada originalmente la Casa Rosada, sede del Poder Ejecutivo de la República Argentina-, reúne varias capas de sentido. Estos paneles presenta quebraduras y desprendimientos provocado por el artista provocado por la la resonancia producida por un sonido. Como contrapartida a esta violenta connotación, la pacífica pintura de Juan Pablo Renzi (1940-1992) nos invita a sumergirnos en sus Nostalgias del Paraná, río cuya cuenca recorre varias ciudades, incluyendo la que lo vio nacer. Esta obra fue pintada en Buenos Aires, ciudad en la que debió instalarse debido a persecuciones políticas. Paisaje de una tierra pacífica que esconde violencia.
Nacida en la Patagonia, Mónica Girón (1959), revela indiscutidamente su identidad; su instalación De frente tierras de la Patagonia, en la que manos -o guantes- realizados con veintiocho tipos de tierra recolectada desde el Atlántico hasta el Pacífico en la Patagonia argentina, y aglutinadas junto con rocas sobre una estructura de malla metálica, se exhibe a modo de inventario, una obra que se torna museológica; se trata de un muestrario, en el que el dispositivo de exhibición cambia de libro a vitrina. Aquí, las manos de tierra, las manos convertidas en polvo, pueden ser tanto el guante protector o la mano laboriosa ligada a la tierra y a los elementos que trabaja, como el miembro separado del cuerpo por mutilación.
Claudia Casarino (Paraguay, 1974), también muestra una impronta fuertemente local. Sus canastas funcionan como referencias metonímicas de las actividades de economía de subsistencia, a cargo de la población femenina.
Recorrer la muestra “Tierra”, exhibida en Herlitzka+Faría resulta como un sofisticado diálogo sensorial en el que cada uno de estos 12 artistas nos prestan sus miradas para indagar sobre la relación de lo humano y su entorno y, en este caso, sobre esta Tierra preciosa nos acoge como seres humanos.