Nota publicada online
Convocados por el grupo curatorial RoSaMar, doce artistas del programa PAC 2021, invitan a participar de una experiencia cuyo objetivo principal es que el visitante se pregunte cómo es su modo de habitar este tiempo/espacio que nos toca vivir.
¿Somos capaces de reconocer cuando sentimos una pulsión titubeante?
¿Qué sucede cuando transitamos ese borde impreciso?
Artistas:
Luciana Aguirrebengoa, Constanza Bardi, Sandra Botner, Eliana Herrera, Iara Kaumann, Juana Menendez, Andrea Nosetti, Priscila Rimkevich, Carlos Segovia, Eugenia Soma, Yanina Sgro y Roma Vaquero Diaz
Grupo Curatorial RoSaMar:
Rocio Rivadeneyra, Santiago Canción y Marcela Costa Peuser
La muestra inauguró el 26 de enero y se extenderá hasta el 8 de febrero con dos activaciones. El viernes 4 una performance de Roma Vaquero Díaz y, el martes 8, la preformer Ada Suárez realizará una acción en diálogo con la obra de Sandra Botner.
Pulsiones Titubeantes no es una muestra, es una experiencia.
En este espacio entre la luz y la sombra, entre el lleno y el vacío, entre el sueño y la vigilia, entre el interior y el exterior, toma cuerpo la obra de doce artistas del programa Pac 2021.
La oscuridad de la antesala de Gachi Prieto, delimitada ahora por una cortina negra, sorprende y enfrenta al espectador a la obra de Costanza Bardi que brilla en las alturas, poniendo en evidencia lo enigmático, aquello que está a punto de ser descubierto. Y aquí la primera pulsión: ¿entrar o permanecer?
Después del primer destello y, una vez acostumbrada la mirada, se abre un espacio serpenteante dónde, rodeadas por una luz plana que todo lo alcanza y encandila, las obras flotan en el vacío de la sala. La instalación inmersiva de Eliana Heredia cobra vida propia invitándonos a destejer conceptos preconcebidos.Al tiempo que, la inquietante Ondina Iara Kaumann interpelan al visitante con su mirada perdida en el infinito, a explorar esa frontera entre lo bello, la seducción y el deseo.
Desde una pantalla plana, sostenida por un carretel de hilo rojo, la mano de Sandra Botner teje cartografías del vacío como una invitación al pensamiento flexible. Justo enfrente, las fotografías de la performer Roma Vaquero Díaz aluden a la memoria del cuerpo para “sostener un deseo”.
Las entramadas formas de Luciana Aguirrebengoa, sutiles e insospechadamente complejas, ondulan sigilosamente adueñándose de la mirada del espectador y sumergiéndose en redes que tejen en las profundidades, en diálogo con la sutil obra de Yanina Sgro. Tres inmensos dibujos de Eugenia Soma trepan el espacio y nos invitan a recorrerlos, como una forma de ejercer la memoria de ese límite entre el espacio y quien lo habita.
Desde el fondo de la sala un huevo, el origen de todo aquello que tiene potencial para ser, se encuentra contenido en una caja de exportación, así es como Andrea Nosetti concibe lo titubeante, generando un contraste entre lo familiar y lo extraño, lo atractivo y lo inquietante, mientras una voz, la voz de Priscila Rimkevich, vibra en el vacío y nos recuerda nuestro aquí y ahora, un paisaje sonoro siempre titubeante.
En el patio de la galería, Carlos Segovia y Juana Menéndez anclan sus obras en el habitar. Uno, evitando las nociones preestablecidas y, la otra, develando el espectro finito de nuestra existencia memoriosa.
Las obras seleccionadas nos acercan a ese umbral, impreciso y evanescente, en el que dialogan el consciente y el inconsciente, animándonos a “desaprender” las maneras viejas de hacer las cosas y ver el mundo de una manera diferente. Una facultad que el hombre contemporáneo tiene adormecida y que esta propuesta nos llama a recuperar.