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Quedó inaugurada el pasado 13 de abril, la muestra temática “Parabla”, con obras señeras de la gran grabadora y dibujante Mele Bruniard, en el Museo Castagnino, de la ciudad de Rosario. La misma, se extiende hasta el próximo 21 de julio y cuenta con un ajustado guion curatorial conjunto, de María de la Paz López Carbajal y Romina Garrido.
Cabe destacar que las obras exhibidas pertenecen al acervo de Magdalena Serón Bruniard, hija de la fallecida artista.
Toda obra de arte es siempre una reflexión sobre la historia del arte.
En este sentido, Mele Bruniard supo apropiarse de imágenes, recuerdos, vocablos, sonidos, que amaba para transformarlos en otro tipo de lenguaje artístico, sumamente híbrido y polisémico.
En efecto, jugando con la palabra y el texto, insertados en sus grabados, logró crear un auténtico “idiolecto”, es decir, un alfabeto o diccionario propio, mezclando la imagen y la palabra, para generar un opus de gran pregnancia visual.
Estas obras, junto a su estilo narrativo, fuertemente evocativo, recuerdan la función de los códices miniados o biblias moralizantes de la Edad Media, así como ciertos mitologemas, provenientes de las culturas precolombinas y el imaginario litoraleño argentino, respectivamente.
No olvidemos que Bruniard, oriunda de Reconquista y luego, rosarina por adopción, supo trazar con maestría otros espacios de intercambio entre poesía visual y gráfica.
Las piezas, hoy expuestas en “Parabla”, son el fruto de una labor intensa de investigación sobre materiales como telas, textiles antiguos, texturas, superficies que exceden el mero papel impreso, con la intención de avanzar ya hacia el post-grabado, pues es evidente que no se trata simplemente de gráfica o xilografìa ortodoxas.
Más bien, es un conjunto alambicado de trabajos, algunos de los cuales son inéditos, como sus cuadernos, forrados con suntuosas telas y elaborados entre 1980, 1990 y 2000.
Aunque existieran las “tramas” argumentales, verdaderas columnas vertebrales de sus diferentes series, la ganadora del Premio Trabucco 2000, siempre dejó un espacio, un resquicio para lo insólito e inesperado. Así, fue deconstruyendo cada imagen escogida, para volverla a reconstruir a su manera.
Vale señalar que “Parabla” es uno de los fragmentos del gran mural, que la grabadora ejecutara en 1983 para el actual Centro Cultural “Roberto Fontanarrosa”.
Dentro del conjunto expositivo, destacan, entre otras, “Damero para un bestiario”, obra con la cual obtiene el mencionado Premio Trabucco. Le sigue, la opulenta y exhaustiva serie de retratos que conforman “Testigos”, donde incluye su autorretrato y el retrato de su marido, el pintor y colorista, Eduardo Serón, asì como otros personajes ilustres de la cultura santafesina.
Del mismo modo, piezas del talante de “Gallo Bataraz” y “Gallo Negro”, fechadas en 1969, “Sol encarcelado”, ejecutada un año antes, y la serie de soles, lunas y animales cuasi totémicos, generan cruces de sentido y avanzan hacia la definición de un entramado estético de alta complejidad.
Capitulo aparte, merece la mención del gran textil o tapiz, denominado “Ritual cotidiano”, de 100, 5 x 600 cm, un trabajo colosal, no solamente por sus grandes dimensiones, sino porque allí se puede apreciar el estilo narrativo continuado, del cual me he referido anteriormente, y donde se reúnen todos los elementos de un opus, de por sí objetual y post-gráfico, del mismo modo que los cuadernos, concebidos como libros_objetos.
Los tacos xiilográficos expuestos remedan ese mundo interno, pletórico de poesía que Bruniard supo como pocos configurar en su vocabulario alquímico, pues algo de la piedra filosofal tienen.