Nota publicada online
Een el marco de la incorporación de una obra al Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (Macba), publicamos este texto de la Lic. María Carolina Baulo. "Cruz del sur" será expuesta en el marco de la muestra NeoPost, en el museo, en el mes de junio.
Caminar la historia no es algo que todos hagan. Una cosa es transitarla, crearla a cada paso sin mirar atrás y sin conciencia de ello y otra muy distinta es volver sobre los propios pasos para estudiarlos, para reformular interrogantes, para intentar comprender el presente. Maria Silvia Corcuera establece una conexión especular con esa historia que sustenta su hacer artístico: como mujer inquieta y atenta a múltiples estímulos, como artista soñadora que reinventa escenarios captados a partir de imágenes que dejan en ella una impronta impactante, pasando del plano bidimensional al objeto tridimensional y fundamentalmente guiada por la indagación sobre las influencias y condicionamientos interculturales establecidos a través de dichos vínculos.
Su obra muta con la experiencia, los soportes materiales son eclécticos pero lo que se mantiene estoico es el tema a representar, el cual resiste y se vuelve a fundar con cada trabajo. También persiste una dinámica binaria donde se ponen en diálogo los opuestos: esto se ve claramente reflejado en el contraste entre la sólida y contundente apariencia de las piezas pero cuya construcción parte de una materia prima sutil y frágil; pienso por ejemplo en las incontables formas en que Maria Silvia trabaja el papel. Aún los materiales más agresivos, cortantes e hirientes son parte de estructuras que aluden al universo femenino - interés central en toda su producción- culturalmente asociado a cualidades y elementos que den cuenta de lo delicado: textiles, hilos o papeles se ajustan a estos mandatos en contraposición a la distancia que imponen en su manipulación el hierro, el aluminio, clavos, maderas y los materiales de descarte, por nombrar algunos. La cultura construye en el imaginario social patrones de este estilo los cuales, felizmente, ya en el siglo XXI resultan obsoletos. Es allí donde la obra de Maria Silvia hace hincapié, enfatizando esos puntos de quiebre; pensemos solamente en su trabajo "Peinetones, Voluntad de Desmesura” la cual nos habla de los característicos peinetones Rioplatenses del siglo XIX, accesorio femenino por antonomasia pero el cual también delata estatus social. Su presencia divide las aguas, es excluyente, invita a "pertenecer" o no.
Maria Silvia Corcuera ejercita un arte pobre -que no es lo mismo que el arte povera- surgiendo muchas veces de una inesperada combinación de elementos acumulados con cierto grado de compulsión, destinados al olvido, recuperados y atesorados celosamente por la artista cual "guardiana de tesoros", cada uno de ellos a la espera de la oportunidad justa para salir a escena. Gracias a esa dinámica, esos papeles protagonistas mencionados en los peinetones, conviven con los retazos de historia descartada por la contante aceleración propia de la urbanidad. Esa "pobreza" de lo inútil, azar que nos lleva al objet trouvé>, en manos de María Silvia se transforma en un renacer donde los materiales reciben un tratamiento privilegiado transformándose en verdaderas piezas de joyería. La pregunta sobre qué es aquello que decretamos valioso, emerge en todo momento y la respuesta es tan vaga como subjetiva.
Hablamos de los “Peinetones”, y me gustaría ahondar en la importancia del ornamento como símbolo popular -que es también cultural tal lo antedicho-. Una pieza de raigambre árabe que se impone en la moda se las elites del Río de la Plata y cuyo vínculo con la política no es inocente. Es así como la artista retoma las frases propagandísticas muchas veces "encriptadas' en esos objetos elegantes y propone una reflexión, no sin ironía, aludiendo a las sociedades más reaccionarias del escenario político argentino de la época. La serie de “Las Ciudades>” no se queda al margen de este impulso y lleva la figura del peinetón a un estado más sintético y abstracto el cual también marca un punto de inflexión en su trabajo porque los intereses y temas empiezan a interrelacionarse hasta fundirse en un tipo de obra que podría dar cuenta tanto de los particulares como del todo. Reafirmo aquí la importancia de la repetición porque, parafraseando al gran artista argentino León Ferrari, repetir, insistir, machacar sobre un mismo tema aunque apelando a distintas formas, se convierte en un acto de resistencia.
La importancia simbólica de los objetos se potencia en “Sobre Dones, Randas y Cascabeles” cuando los cascabeles decorativos, suntuosos pero ante todo sonoros y festivos, manifiestan su presencia a cada segundo, contraponiéndose al peso del silencio. Una vez más, la cultura heredada vía España nos acerca a este objeto y Maria Silvia lo utiliza como excusa para poner en cuestión los usos comunes atribuidos al cascabel, reinterpretando su rol en clave local y contemporánea: "La utopía de la era industrial se acabó, ese sonido festivo se ha vuelto silencio, oscuridad. Ese brillo y sonido del cascabel lo contrapuse con un violeta oscurísimo, casi negro. De luto estamos, ¿no? ¿A dónde vamos? En un mundo donde todo es sonoro, ese color lo neutraliza. Agregué la palabra, la poesía, escrita sobre tela. Tal vez, lo más íntimo que nos repara en silencio", dice la artista.
Esas palabras a las cuales ya aludimos en torno a las frases de propaganda, vuelven a aparecer en forma de citas poéticas, textos místicos de culturas ancestrales y filosofía medieval, donde el sarcasmo pone paños fríos a la violencia inherente a ciertos conceptos, todos ellos entretejidos –literalmente- en obras donde se retoman prácticas propias de ciertos grupos étnicos y de género como son las randas tejidas por las habitantes tucumanas del pueblo de Monteros. El hilo lleva en su esencia la historia de esta práctica traída a América, heredada hace más de 500 años y sostiene su vigencia al sostener la palabra, el mensaje. María Silvia se siente cómoda documentando y vinculando esos momentos distantes, conectando la historia a través de los materiales que construyen sus esculturas y objetos, todos ellos sensibles a prácticas que luchan por permanecer, donde el papel, las telas, los hilos, los cartones, los hierros, los accesorios suntuosos, los materiales pobres devenidos en joyas, todos ellos en su eclecticismo y maravillosa riqueza, se asocian para afirmar un discurso tan cambiante como el tiempo en sí mismo y tan estable como el pasado ya escrito para siempre.
El uso del color también cae bajo esa mirada inquisitiva que todo lo cuestiona y es así como la monocromía aparentemente neutra y el uso de los colores plenos y puros, atrapan detrás el estudio del impacto de lo transcultural donde, por ejemplo, el rojo responde al universo oriental, el azul a lo espiritual y celestial, la ambigüedad del negro y el blanco con sus miles de grises y su significado ambivalente –pensemos solamente en la representación del color del luto acorde a Occidente - Oriente-. Sagrado y profano, luz y sombra, brillo y opacidad, todo forma parte de un universo con raíces establecidas en territorios mucho más sólidos que la materialidad física porque son sedimentos establecidos en las mentes, en los fundamentos del pensar humano. Y desde allí crean hábitos, crean costumbres, crean criterios de verdad.
No es necesario hacer aquí un recorrido biográfico porque la obra y trayectoria de María Silvia Corcuera es vasta y conocida. Un trabajo signado por la curiosidad como motor principal, la investigación, el registro de archivo de las culturas que han impactado en el saber popular latinoamericano y el fenómeno del sincretismo y la mirada femenina siempre puesta a la vanguardia de la pesquisa. Un trabajo que apela a fomentar la actualidad de la memoria, la importancia de la identidad y la pertenencia. Pero el futuro siempre incierto, lleva en sus entrañas algunas ideas más que claras hacia dónde la artista avanza. La clave se esconde en su última serie “La Dote” donde todos sus intereses confluyen en torno al rol de la mujer. En dicha serie, la joya es aquella que María Silvia determina que así lo sea convirtiendo en un objetos estéticos con un valor superlativo, aquello que ella observa con el ojo avizor creativo. Entonces esa dote que responde a una suerte de donación típica se las clases sociales altas que acompañan a la doncella, rompen aquí la rígida trama del paradigma. Collares compuestos de corchos dorados, agujas de tejer, cartones, nylon, aluminio, cápsulas de café, ganchos de ropa, exvotos, tijeras, todo en pro de construir un corpus de obra que da cuenta de un legado cultural atravesado por el lenguaje del arte. Se crea así un tipo de dote que no se hereda ni se obsequia como legado, que no representa a una familia y su estatus social sino, tal las palabras de María Silvia, representa "el esplendor del ingenio de lo cotidiano".
Recordar la historia, conocer los orígenes, re-significar los roles, recuperar ese esplendor desde un presente resiliente, ejerciendo una mirada siempre activa; una guardia silenciosa para una guardiana incansable que no se deja vencer por el cansancio. Ella resiste.