Nota publicada online
En ocasión de la instalación Freelancer que se presenta en esta edición de arteBA dentro del Espacio Chandon, conversamos sobre esta obra tanto como de su producción en los últimos años. Amenamente y tocando todos los temas, aquí va una crónica de ese encuentro.
Precedido por sendos reportajes que incluyen tapa de revista y algunos debates en torno al significado de su instalación curada por Fernando Farina, Eduardo Basualdo (1977) se explaya sobre las dimensiones teóricas que intentan señalar sus obras. Le aclaro apenas comenzamos que me resulta forzado incorporar en la misma serie, la idea del helicóptero asociado a un señalamiento del pasado reciente y que, en particular, su obra no ha venido reproduciendo nada referido a la política local. Asiente y se alegra de esta perspectiva, pero me aclara que si bien no hay intenciones contestatarias como las desarrolladas por “la izquierda testimonial”, toda su obra es política en el sentido que pone al individuo dentro de sistemas que alertan al espectador o al usuario de una instalación, mediante recursos que disparan esa capacidad de reacción inconsciente del mamífero cuando se encuentra amenazado.
Es que la utilización de un helicóptero promovió asociaciones libres que el propio Basualdo deja en manos de quien interpreta, intentando volver sobre ideas que, coincidimos, están muy lejos de ser su discurso. Le comento que veo desde hace un tiempo, un minucioso proceso de producción en sus obras, que evidencia la complejidad de operaciones, de pruebas para dar con una solución a la vez estética y sugerente de las ideas que aparecen en la filosofía contemporánea en torno al sujeto en condiciones urbanas. Coincide que eso sucede porque es un obsesivo de esos detalles y que sus lecturas son amplias tanto como las influencias que recibe del teatro como sistema de representación ficcional que admite diversas argumentaciones teóricas.
La pieza Freelancer es parte de esa sustancia que opera en una escena teatral. Un cubo de grandes dimensiones que se montó en un espacio muy complejo y súper controlado, pues de hecho el helicóptero podría volar pero se ha sustituido el motor por uno menos potente porque sería insoportable y potencialmente peligroso mantener el original. La idea es que ese cubo blanco que alude a un sistema extendido de exhibición se reinterprete mediante un piso de “casa chorizo” capaz de mostrar a un individuo ausente pero claramente señalado por el título, que podría despegar pero sólo puede mostrar su potencial intento. Esa enorme tensión dentro de un espacio restringido provoca adecuaciones corporales, gestos lúdicos y mucha atención por quienes entran dentro del sistema.
Parte de esos caminos sin salida fueron explorados en otra obra, Invisible que fuera exhibida dentro de la muestra Eter el año pasado en Ruth Benzacar y de la que dimos cuenta en este espacio oportunamente. Un muro de 18 metros de largo, literalmente partía en dos espacios la gran sala central de la galería y estaba cubierto por una lona también blanca de las mismas dimensiones. Era una experiencia de recorrido individual que iba poniendo emociones diversas en el trascurso del desplazamiento y que una vez llegado al extremo final sólo permitía la salida por el mismo camino invertido, esforzando la maniobra para abrirse paso dentro de un espacio completamente restringido a la comodidad. El título sugería claramente una materialidad que si mirábamos sólo el muro no necesariamente entendíamos que podía transitarse.
Es por esta muestra que le pregunto por qué su producción puede pasar de una sustancia sutil con recursos mínimos como la costura de papel y vidrio con hilo a esta otra contundencia deFreelancer, o al igual sistema complejo y sugerente deEl silencio de las sirenasque se exhibiera en el Museo MAR y luego en el CCR. Me da una respuesta diagramando un esbozo en un papel. Un gran círculo que representan sus obras contiene un pequeño punto, sus ideas y desde ese punto las acciones se pueden dirigir en varias direcciones, alcanzando todas aquellas dimensiones que le describí.
Tocamos el asunto de la producción individual y la grupal, una cuestión curiosa si se quiere porque su nombre ha alcanzado mucha relevancia. Aquel grupo formado hace unos años, Provisorio Permanente sigue vigente y potencia ese indicio de conciliación entre pares que pronto, anuncia, tendrá algo para decir. Pero son también esos ideales donde se forma la idea del artista como sustentador de sus propios proyectos, un autónomo al que el Estado le anima a que mantenga su independencia, según él para no tener que ocuparse de respaldarlo como debería. Esa tensión entre la regla y la ley de los sistemas, lo llevó a trabajar sobre las reglas del espacio, las tensiones diarias que soporta el cuerpo individual cada segundo de su vida, centímetro a centímetro y que hace que la maquinaria perceptiva se vea constantemente sometida y aprovechada para testear su capacidad de producción y consumo.
Es una construcción teórica muy sólida la que exhibe Eduardo que anima muy claramente a la producción incesante de experiencias y argumentos reflexivos. Imperdible experimentarla hasta el 27 de mayo en La Rural.