Nota publicada online
En el marco del proyecto Un día en la Tierra, que incluye sucesivas exposiciones, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires presenta la muestra Pupila de Eduardo Basualdo. Con curaduría de Victoria Noorthoorn y con la colaboración de Alejandra Aguado y Clarisa Appendino la muestra se plantea como un recorrido a través de sus dibujos realizados en cuarentena.
La casa amenazada. Efectivamente este dibujo en blanco y negro, es el inicio del recorrido que Eduardo Basualdo nos propone en esta oportunidad. Un recorrido que se desarrolla de manera cronológica en estos dibujos sobre papel para convertirse en una gran pesadilla de la que querremos despertar.
El artista tiene la cualidad de sumergirnos en el fabuloso universo de su creatividad para invitarnos a desarrollar la propia. Es por eso que, en plena rueda de prensa, nos pide que no revelemos los secretos para que sea el propio visitante quien siga el hilo de la muestra y se deje atravesar por las propias emociones; porque de eso se trata el arte: de dejarse llevar y permitirse sentir.
Y, como contaba en un principio, el dibujo de una casa, amenazado por un gran volumen a punto de desplomarse sobre su techo es el puntapié inicial, provocador y desolador. Esta serie de dibujos, realizados en tintas, lápiz o carbonilla que fueron hechos en cuarentena durante la pandemia de covid-19, sugieren un recorrido lineal por una serie de salas, blancas, que se van volviendo un tanto laberínticas y bastante extrañas. Como en los sueños.
A medida que se sigue el hilo del relato, aparece una pupila como elemento clave. Sugiere aquello que vemos y a lo que le prestamos nuestra atención; una pupila que en un momento se vuelve hacia adentro, hacia el propio interior y la atención cambia. Hacia aquello que está allí latente, dentro de cada uno -cualquier semejanza con lo que nos ocurrió en pandemia es pura casualidad-. Al mismo tiempo que el relato ocurre, las paredes del recorrido van perdiendo su perpendicularidad, los ángulos se vuelven agudos y nuestra percepción se distorsiona. Como en los sueños.
Una puerta, angosta, nos invita a atravesarla, todo cambia: un rojo intenso tiñe el espacio y ofrece dos opciones de salida; hay que elegir. Como en los sueños. En una de las opciones el recorrido vuelve a ser blanco pero aún las paredes permanecen inestables recordándonos que aún estamos allí. El espacio se abre a una inmensidad en la que un magma informe y oscuro, todo lo invade. Queremos distinguir de qué se trata y sólo alcanzamos a percibir algunas figuras atrapadas en esa inmensidad; como cuando cerramos los ojos y nuestras pupilas pelean por ver a través de los párpados y captan figuras en esa lucha. Un magma que recorremos atentos a que no nos atrape. Un magma siniestro con algo de Goya y mucho de ensueño, mas bien de pesadilla.
Y, a lo lejos, un sonido persistente que golpea nuestra atención, intermitente e intenso; llamándonos a despertar. Al acercarnos, un nuevo espacio se abre; más chico, más íntimo. Allí una puerta o, mejor dicho, el revés de una puerta lleva impresa el revés de un número, el 1977 (el año en que nació Eduardo Basualdo).
Pupila es una muestra sorprendente y reveladora que nos permite indagar en nuestro propio mundo interior. Inmersiva; como los sueños. Recomiendo experimentarla.