Nota publicada online


Una exposición antológica de la artista tucumana ganadora del Premio Klemm 2022. Curada por Eugenia Garay Basualdo, reúne nueve obras -cuarenta y dos piezas en total- que hablan del arte y lo político.

Carlota Beltrame (Tucumán, 1960), es artista, docente y tenaz militante de sus ideas más arraigadas. Nada en sus obras es inocente, por el contrario cada una de ellas, de manera bella y sutil, nos enfrenta a la realidad más cruda y feroz. No podemos permanecer insensibles frente a ellas; nos obliga a ver y, sobre todo, a no olvidar.
Como afirma Eugenia Garay Basualdo, curadora de la muestra, “Beltrame crea arte político de forma polisémica. Le interesa provocar el pensamiento crítico a través del empleo de materiales seleccionados y estudiados de manera específica. La elección de cada material tiene un sentido retórico que se corresponde con las preocupaciones que vehiculan la línea artística de pensamiento, trabajo y acción que ha sabido sostener en el tiempo. Emplea los elementos y las tecnologías que mejor corporizan sus ideas y que actúan como significantes que evidencian otras interpretaciones”.
“La razón es la salida que el hombre se da a si mismo para existir plenamente a pesar de sus limitaciones”. La frase que leemos al subir los tres escalones de ingreso a la sala ilumina el nudo conceptual de la artista tucumana: allí nos esperan cuatro obras lumínicas. La primera es un paisaje; el paisaje de su ciudad natal vista de noche desde la yunga tucumana, allí donde las luciérnagas bailan desplegando toda su belleza. Una “Diadema” que de noche es esplendorosa y, donde de día, “viven los monstruos”.
Un precioso poema retro ilumina un pensamiento del teórico Kevin Power, quien fuera su tutor de tesis doctoral. “Un poema es un hecho político al igual que una revuelta puede ser un acto poético”. La idea se relaciona con el pensamiento de Jacques Rancière, quien explora el vínculo entre el arte y lo político como una forma de vida. Beltrame expresa estos conceptos a través estos versos que parecen escritos a mano en hojas de papel de arroz, diseñado expresamente para dificultar su lectura y, una vez más, obliga a espectador detenerse y ver más allá.
Es profundamente conmocionante "El Olvido", obra inspirada en una chaqueta de un prisionero del campo de concentración Mauthausen; la artista establece un diálogo sobre la memoria histórica, especialmente en el contexto de la represión en su provincia natal, Tucumán. La pieza replica la chaqueta, incluyendo detalles como el número del preso y la estrella de David, y se presenta en una caja arenada que simboliza el olvido. La obra adquiere un significado especial ante el resurgimiento de la ultraderecha en Alemania, recordando la importancia de que no olvidemos la historia.

La delicada elocuencia de los encajes de la segunda sala pereciera ser más suave, pero allí también la artista nos obliga a ver más allá. Beltrame utiliza la randa blanca como un medio para visibilizar hechos oscuros y generar un diálogo sobre la memoria histórica.
Invitada a exponer en 2022, en el Museo Nacional de la Casa de la Independencia, decidió contar un episodio controvertido de la historia argentina: la toma de la Casa de Tucumán por cinco montoneros en 1971, quienes escribieron sus consignas políticas el las paredes de la emblemática sala de la Jura. De este episodio quedan cinco fotografías documentales que Beltrame re edita, a través de la randa, una técnica de encaje tradicional de la región y que simboliza la conexión con la identidad local. La obra explora cómo este evento, ocultado por la historia hegemónica, regresa a la memoria colectiva. “Se armó tal escándalo que la muestra fue levantada”, cuenta la artista. “A raiz de esto la presenté en el Premio Klemm y obtuvo el primer premio que dió origen a esta exhibición.”
En la misna sala, la obra "Utopía", ganadora de un primer premio en el Salón Nacional en 2018, es una serie de veintiocho randas cuidadosamente enmarcadas, que aborda la vida política de Argentina en la segunda mitad del siglo XX. “Yo viví esa época como adolescente”, confiesa Beltrame. “La obra habla de muchas de las propuestas y de las luchas de aquel momento, que eran luchas vinculadas a gestos emancipatorios que fracasaron en toda América Latina”.
Si en algo se destaca la obra de Carlota Beltrame es el uso de la luz y el otro es su vínculo con las prácticas ancestrales del norte de nuestro país. Esto queda revelado en la obra “Resistencia” ganadora del Premio ArtHaus exhibida el año pasado en el Museo Nacional de Bellas Artes. Sobre la obra Beltrame nos cuenta: “Me gusta jugar con la idea de que yo estoy compartiendo un saber con personas que acuden a recursos propios de su cultura y me prestan a mí su sabiduría. En este caso son mantas del norte argentino, en especial de Santiago del Estero, que están aplastadas por una gran lámina de hierro. Es, por supuesto, un discurso acerca del poder y acerca de la resistencia: cómo el capitalismo aplasta un montón de prácticas que tienen que ver con tradiciones ancestrales y las va desplazando. Sin embargo hay nichos de resistencia en las pequeñas comunidades, y de aquí nace su belleza.” Belleza que se traduce en el haz de luz que refleja la propia obra.
La última obra de esta sala está realizada con piezas de la reconocida artesana ya muy ancianita, Ana María Toledo, quien ha sido premiada por el Fondo Nacional de las Artes por estas joyitas. Beltrame usa negro de humo para "ensuciar" estas piezas. Lo hace con la ceniza que se genera durante la zafra en Tucumán. Este acto simboliza un discurso sobre “civilización y barbarie”, invirtiendo la propuesta de Sarmiento, al retar la idea de que las clases sociales subalternas representan la barbarie. La artista valora el arte hecho a mano, argumentando que estas creaciones no deberían ser "ensuciadas" por prejuicios sociales. Otro acto de resistencia.
Visitar la muestra de Carlota Beltrame resulta ineludible para iluminarnos y no olvidar.