Nota publicada online
Beatriz Moreiro, oriunda de Florida, Buenos Aires, se convirtió por elección y de manera progresiva en habitante de la tierra en una quinta al costado de la ruta que une las ciudades de Resistencia y Corrientes, en la provincia del Chaco, en contacto con el monte, su flora y su fauna locales.
Invitada por la galería Quadro de la Boca, Buenos Aires, presenta un site specific hasta el 14 de diciembre
La artista Beatriz Moreiro decidió hace cuarenta años dejar la ciudad de Buenos Aires para vivir en la provincia del Chaco y, desde hace once años, específicamente al lado de una reserva del monte chaqueño. Desde esta cercanía con la naturaleza fue testigo del desmonte y se acercaba a recoger lo que quedaba. Socorría con sus manos y con la mirada los restos dejados por la acción del fuego o de máquinas para guarecer su memoria y su historia a través del arte. Para dar testimonio de su existencia y de la destrucción. La actual muestra individual de la artista en la galería Quadro, en el barrio porteño de la Boca, cierra un largo ciclo de obra con el monte primero y el desmonte luego como ejes vertebradores de sus intereses y preocupaciones.
El título de la exposición, Habitantes de otro reino, alude a los hongos que fueron los primeros organismos en la Tierra y cumplieron una función esencial para que pudieran surgir otros. Esos importantes pobladores devienen protagonistas excluyentes en los dibujos de Moreiro, en blanco y negro. Su trabajo con el grafito vuelve a sorprender por la laboriosidad, complejidad y resultados en cuanto a valores cromáticos, texturas y en el tratamiento simultáneo de la figura y el fondo.
Beatriz Moreiro en QuadroDentro de la sala de la galería, situada en una esquina en ochava que le otorga su singular forma, hallamos tres obras de grandes dimensiones, cuyo primer impacto reside en la textura carnosa y aterciopelada lograda por el virtuosismo de los trazos, que entronizan las imágenes de los hongos. En un espacio más reducido se ubican siete dibujos de pequeño formato con fondo negro, donde estos organismos parecen emerger de una profundidad misteriosa, mientras la mirada se abisma en el entramado de líneas generadoras de una espesura fantástica. Como contrapunto, en una de las paredes del espacio central, encontramos otros tres dibujos de pequeño formato colgados en forma vertical, uno arriba del otro, con las representaciones de hongos surgiendo de un fondo blanco, el cual se abre a la manera de una escena de ensueño.
Un gran fardo de troncos de eucaliptos –árbol que reemplaza a las especies autóctonas en extinción como los diversos tipos de quebracho– atraviesa la sala en diagonal y sobre él yacen figuras de hongos en acero inoxidable con líneas dibujadas y grabadas. Es importante recordar el origen de la artista como grabadora, quien obtuvo el Premio de Honor en Grabado del Salón Nacional de Artes Visuales, en 2014. La curadora de la exposición, Mercedes Casanegra, escribe que ese gran objeto instalado en la galería “(…) evoca de manera simbólica al escenario donde los hongos surgen de manera natural en el monte chaqueño, como también al cuidado acto simbólico de enfardar propio de la artista, que marca también su actitud de respeto y cuidado hacia la naturaleza”.
La flora autóctona, los campos quemados, los horneros, los nidos, han sido algunos de los temas trabajados por Moreiro en una ofrenda mutua: la naturaleza le brindó su historia de grandeza y padecimiento, su belleza y dignidad incluso en la desolación, y la artista puso al servicio de ella su trabajo conceptual, técnico y su sensibilidad artística para perpetuarla.