Nota publicada online
Dentro del homenaje a Borges programado en el CCK con diferentes artistas argentinos, se abrió esta fascinante instalación de recorrido orgánico, a la manera de un laberinto muy especial.
Dos mil kilos de papel manufacturados por una industria que fabrica guirnaldas hacen cumplir un sueño muy diferente a Andrea Moccio y sus obras blandas. Hace unos años atrás, el mismo espacio del viejo correo contuvo una de las ediciones de los recordados Estudios Abiertos que dirigía Ana María Battistozzi -la misma curadora que ahora convoca a Andrea-. En aquella ocasión la metáfora era recuperar el espacio deshabitado y esos papeles que formaba un recorrido orgánico eran como hongos que enlazaban los muebles abandonados. Ahora el espacio de 400 metros cuadrados luce impecable, la obra forma otra metáfora pero mantiene esa fluidez de desplegarse como una materia sutil, pero no tan frágil.
Los recorridos que plantean están articulados de una manera muy interesante y sacando partido de las posibles vistas que arquitectónicamente ofrece, pues puede visualizarse desde arriba, en una especie de pasarela, o bajar y deambular por esos crecimientos y decrecimientos que forman distintas densidades o, en una pantalla y en tiempo real se perciben los movimientos que las personas hacen al circular, inclusive uno mismo cuando camina bordeando esos montículos que ella llama montañas. Esto destaca una perspectiva que no sólo embellece la pieza entera sino que hace las veces de multiplicar la mirada tanto como están multiplicados los pliegues y repliegues de la pieza entera.
La obra de Andrea estuvo siempre muy ligada a ciertas articulaciones de piezas que eran blandas y que podían desarrollar algunas variables, ciertamente bastante heterogéneas, sugiriendo la idea de lo orgánico. Y siempre tuvieron en el papel un aliado especial, desde aquellas recordadas piezas hechas en plena crisis del 2001 usando las guías de teléfono que la gente desechaba a fin de año.
Siempre papel y algo de serigrafía que volvía las tramas de los cantos de aquellas piezas cortadas agregando otras formas además de que la que resultaba del corte neto hecho con guillotina de industria gráfica. En aquella vez en el mismo correo, la pieza tenía menos papel y la serigrafía resultaba invisible para los visitantes pues eran la forma de reproducir el esquema de trama para lograr pegar entre sí los papeles de seda. Ahora el desafío resulta otro, y ella misma confirma que ejerció sobre esta pieza algo de intimidación, en el sentido de que hay faltantes, rasgaduras que bien ha descripto Battistozzi remedan a un glaciar. En parte por lo níveo del papel, en parte porque tienen cierta presencia física que se mide con la altura de las personas que la recorren, en parte porque a esas densidades siempre les encontraremos variables de color aún prevaleciendo siempre el mismo.
El riguroso cálculo que debió hacer Moccio para poder pensar la forma en que estas piezas iban a desarrollar una idea fue suficiente para el arranque pero luego en el sitio de instalación surgieron otras ideas, como cierta pared donde la trama se vuelve vertical para ser percibida casi como una pieza textil que desarrolla esa especie de cantera de donde todo comienza. El equipo de montaje fue tan activo como la propia curadora para ayudar a componer esos pasillos meandrosos y sin lógica alguna que resultan de un recorrido extraño, algunos directamente clausurados o sin salida.
Es una enorme pieza que pareciera ser una sola cosa, pero que plegada puede ocupar poco espacio, aunque no varía la cantidad de kilos que ya mencionamos pesa. Pero puede ser transportada y armada con otras formas en otros espacios diversos.
Moccio habla de cierto vandalismo permitido cuando aplica roturas a la trama pero hay que decir que dos personas de sala, muy amables cuidan que la tentación de hacer cosas con esos volúmenes no dañe la obra. Dejarse caer por ejemplo es algo que se me ocurrió pensarlo, sintiendo esa cosa mullida que comunican esos volúmenes.
Todas las propuestas del CCK están tan interesantes como esta y recomiendo no dejar pasar nada de lo que allí sucede, es de una gran calidad estética y resulta fascinante recorrerlo. Hay tiempo hasta noviembre, a no perderla!