Pintar la luz y con ella

“Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran?”.  Platón, República, Libro VII

Para David el color es luz y la pintura su manera de presentarla y representarla. Se lo ve trabajando intensamente tanto iluminado por la “luz cenital del día” trepado a un andamio en el espacio público como desde la “oscuridad” de un ambiente negro con proyecciones lumínicas o inventando una “luz estable” en su taller para disponerse a pintar sobre una tela.

Paso a paso, de la penumbra a lo luminoso y de allí hacia lo oscuro transita su camino y en cada oportunidad la luz revela a la percepción una posible naturaleza de las formas.

Cuando pinta sobre el lienzo la mediatiza. Representa tramas geométricas que emergen en clave cinética del claroscuro de un negro. Pero luego actúa desde la kinestesia de su cuerpo hacia los sentidos del espectador, se interna en un cuarto oscuro y la proyecta sobre el espacio.

El muro es otro sustrato sobre el cual David pinta sus geometrías. Pero no es solo el muro sino elementos como ventanas, puertas, techos, columnas que lo perforan y conforman arquitecturas. Desde la altura y de un enorme esfuerzo corporal, él lo pinta todo: las paredes rugosas, las concavidades, las aberturas. Se puede observar el poder activo del color como configurador de espacios reales y virtuales.

Su intensa actividad es un intento de atrapar el misterio que esconden el color y la luz que omnipresentes nos contienen y abrazan. ¿Qué es la luz?; ¿cuál es su naturaleza? parecieran ser algunas de las preguntas que animan las tres direcciones hacia las cuales despliega su energía. Carola Zech