Nota publicada online
Las salas del Pabellón de las Bellas Artes de UCA se renuevan con la nueva propuesta de Zulema Maza con un despliegue de variaciones sobre el tema, señalando una reflexión profunda sobre los modos en que el presente puede mostrarnos, poetizado, su cara imperfecta.
Hasta el 6 de octubre se puede visitar “El presente está solo”, una síntesis de sensibilidad demostrada desde mucho tiempo atrás por la reconocida artista argentina Zulema Maza. Hablar del presente en nuestro país es un plan interesante porque parece que convivimos en un país de incertidumbres, pero también el mundo contemporáneo está tanteando el futuro sin saber cómo será el devenir de muchos graves problemas que todo el tiempo vemos en los medios. Se trata de una selección de 27 fotografías intervenidas en forma digital, un video, una instalación y diferentes objetos, una selección donde encontramos palabras e imágenes cargadas de un simbolismo único si pensamos el título y las relaciones que se establecen entre todos los elementos.
Destaca el video, pieza central donde se despliegan todos los recursos que luego encontraremos particularizados. Una dupla de jóvenes, con sus miradas expresivas, seleccionados especialmente por Maza para encarnar esa posibilidad del futuro que en parte se les niega a los jóvenes y del mismo modo, nos muestra a los encargados de desarrollar esas luchas que en el presente se perciben pero que ocuparán todo su porvenir. La artista visual francesa Ligeia Ozanne de paso por Buenos Aires, y Félix Maqueda, un joven argentino que vive en Miami, juegan sin ninguna sonrisa, a asimilar lo textual, lo musical y lo simbólico del humo que vemos en las fotos individuales. Juegan el rol propuesto por Maza a la perfección. Su apariencia es distante pero no al punto de rechazar, más bien convocan y promueven el diálogo y el encuentro por empatía. Sobre ambas figuras se despliega una gran cantidad de recursos estéticos. Grafías, intervenciones digitales, transparencias y superposiciones que complejizan el paisaje humano sin desvanecerlo del todo, como buscando un complemento, una conversación posible pero pendiente.
La palabra tiene un peso específico, sobre todo en la instalación de múltiples fotos intervenidas donde Maza parece sintetizar lenguas de signo gráfico irreconocible, con otros textos capturados de los medios, espacio donde Zulema se nutre para esta gran reflexión complementando sus producciones de registro tan cuidadas. El otro gran despliegue lo tiene la instalación central En el mar de la incertidumbre, donde una gran fuente alargada contiene un hallazgo de la artista al relacionarse con recicladores que le muestran unas cintas de stickers desechadas por algún laboratorio pero que son de adrenalina, un componente que se activa en nuestra vida cotidiana cuando nos sentimos en peligro o bajo inquietudes diversas. Es curioso porque también se aplica como medicación para salvar vidas.
La moneda argentina, símbolo de mutaciones sucesivas, proyectos dejados atrás, se exhibe en una vitrina donde en cada estante vemos subir o bajar los ceros del papel moneda sin contar con que la parte más baja de esas denominaciones yace en el piso, sin el menor valor más que atesorar el recuerdo. Pero aparecen otros paisajes, como el desierto y el acecho de los buitres, o una compresión de fotos de manifestaciones callejeras cotidianas en Buenos Aires donde el reclamo es un plan que no cesa con ningún gobierno. También es curiosa la sombra del monumento al Padre de la Patria, un libertador de pueblos que falleció en el exilio cuyo peso simbólico sigue en la memoria. Una artista argentina, Delia Cancela sostenía que todo arte es político, aunque no se lo proponga, y aplica perfectamente a El presente está solo, no porque Maza haga un panfleto sino porque allí está lo que no hemos podido superar como comunidad pese a los intentos. Siguiendo ese mismo esquema la instalación Cucarda, compuesta por un resto de catre de campaña y algunos viejos marcos con figuras femeninas antiguas, colgados como trofeos de un cuerpo que ya no representa más que un envoltorio sin forma real.
La centralidad que ocupa lo femenino con todas sus variantes de lucha aparece simbolizado en unos maniquíes que modelan el cuerpo estandarizado de mujer, pero cubierto de trapos de piso. Hay dos, una acostada en medio de dos miradas de los otros protagonistas, que no pueden verla; otra en penitencia, mirando agazapada sin poder mostrarse claramente. Lo que no puede quedar en la memoria tiene otra instalación que se compone de documentos triturados, ilegibles y dados al reciclador como para entrar en el sistema de reconversión. Sutil manera que tiene la artista de poner a la memoria como otra inquietud del presente que está solo.
Soledad es un concepto que habla de aislamiento, de reflexión en silencio, de separación de lo grupal, asociado al presente configura un campo de inquietudes que agobia doblemente al sujeto contemporáneo. Desplazados que no son bienvenidos enfrentan un mar de incertidumbre, un revolver que, empuñado por una bella mujer, intenta provocar con su gesto de apuntarnos directamente una reacción sobre toda esta configuración de sensaciones encontradas. Pero la gran virtud de Maza consiste en hacer belleza con el mensaje latente y esto se agradece.