“Dibujo para que me amen” con esta afirmación tan espontánea, iniciamos el recorrido a esta muestra de Ernesto Ballesteros, tan preciosista como íntima. Invitado para intervenir el Museo Marco de la Boca, fue el espacio caprichoso lo que lo motivó a dibujar en sus paredes. “La lentitud y el camino mas largo, son métodos de trabajo que me interesan”; para realizarlo convocó a varios artistas “grosos” para que lo acompañaran en la propuesta que les demandó 6 semanas de inmersión. Ellos son : Violeta Mollo, Cotelito, Laura Ojeda Bär, Ji Hyun Kim, Maximiliano Murad, Carlos Cima, María Mulder, Guido Orlando Contrafatti, Celina Eceiza, Lucia Reissig, Florencia Ferrari, Rocío Englender, Walter Andrade, María Valeria Maggi, Yael Desbrats, Triana Leborans, Juan Gabriel Miño, Cervio Martini, Sofía Berakha y Julieta Ezcurra. El resultado es la diversidad de pulsos y claves propias de cada uno que enriquecen la obra.

La cuántica y la astrofísica son temas que lo apasionan; la indeterminación está en el epicentro de la muestra para que el observador la complete sin miedo a la poesía que puedan ver allí. El color elegido -el amarillo-, es el que se ubica en el medio del arcoíris y esto es así porque giramos alrededor de una estrella amarilla: el sol. Color al que somos más sensibles.

“Todo lo que existe está asociado a un campo que, cuando se excita, eso existe. Juego a pensar que hay un “campo del arte visual” que es excitado por las obras. Por su color preponderantemente amarillo, sobre una pared blanca, esta sería una obra de baja radiación, que excita el campo suavemente, casi invisible.”

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