Nota publicada online
TEMPO invita al espectador a recorrer las salas de Smart Gallery acompañado de una cálida armonía
Papeles, telas, óleos, una sobredosis de grafismos abstractos multicolor que se despliegan en obras de pequeño, medio y gran formato, empapelando todo el espacio de Smart Gallery, en una combinación que privilegia el silencio del blanco al tiempo que destaca el trazo efervescente del color. Y detrás de estos trabajos, se destaca la mano del gran artista Juan Astica, quien presenta un corpus de obras que revela, tal sus palabras, “una celebración y un enorme agradecimiento de haber podido transitar un par de años tan difíciles trabajando”. Porque en su muestra TEMPO, la pandemia, el encierro, la incertidumbre están presentes desde el título y redoblan su presencia en el acertado texto de sala escrito por Tulio de Sagastizábal, donde se preanuncia que los trabajos gravitan en torno a los años 2019-2021, tan difíciles de transitar para toda la humanidad.
TEMPO invita al espectador a recorrer todas las salas de la galería acompañado de una cálida armonía, un balance perfecto entre la sutileza de una blanca presencia que prevalece y las pulsiones de la pincelada colorida que imprime el artista en cada pieza. Sean grandes o pequeñas, el montaje propuesto hace que se lean todas ellas como importantes bloques donde la sumatoria de las partes no anula las individualidades. Entonces sucede que nos recibe una obra de tamaño superlativo e inmediatamente después, un despliegue de 10 o 12 piezas pequeñas, compiten con ella amorosamente, haciendo su entrada triunfal en un acto de presencia grupal. Obras de un ritmo y una belleza estructural que permiten detenerse y descubrir, por ejemplo, que muchas de ellas generan dentro del propio lienzo, su propio margen blanco, su recorte cual enmarcado interno, curiosamente en “U”, como si fuese una tela que vuelca de manera elegante sobre el bastidor con la tela en blanco a la espera de recibir la mancha cargada de materia que imprime el pincel.
La obra de Juan Astica habla por sí sola, es de una solidez sostenida en el tempo que no necesita ninguna reflexión de mi parte más que silenciosamente disfrutar lo que el artista tiene para transmitirme. Sin embargo, quisiera detenerme en un aspecto más emocional que formal para destacar en este trabajo. Porque TEMPO registra gran parte de su producción de estos últimos tres años y lo hace desde un lugar que festeja la vida, que potencia la capacidad resiliente del ser humano, que busca salir del espacio de confinamiento con una de las herramientas más poderosas con las que cuenta el ser humano: su creatividad. Y es desde esa búsqueda por emerger de las tinieblas, desde esa celebración de la vida a como dé lugar, que Juan Astica hace estas obras, enfrentando tiempos adversos con su magia artística y con una “mueca feliz” en su rostro como bandera. Parafraseando a Tulio, lo que impulsó la mano del artista fue pintar imágenes cuya luminosidad fuese una guía para atravesar la adversidad. Y lo hizo sonriendo y pintando porque fueron las maneras que encontró de mantenerse en pie: pintar y sonreir.
Juan Astica nos acerca una obra donde el color vibra, resplandece, generando destellos cuales chispas que van pasando de trabajo a trabajo sin detenerse, creando una sinfonía de color y luz sobre un mega telón blanco de fondo que todo lo amalgama. TEMPO nos envuelve en un espacio donde el artista no nos propone negar el pasado silenciando el dolor y la densidad con espejitos de colores, sino acercándonos su forma de vincularse con un tiempo de nuestra historia muy angustiante, visto a través de una mirada que se impuso ejercer su oficio con la mayor felicidad posible. En TEMPO Juan Astica sonríe y con él, sonreímos todos.
Que así sea.