Nota publicada online
La muestra, curada por Ana María Battistozzi, reúne dibujos y bordados de su última producción; puede ser visitada hasta el 30 de noviembre en el Centro Cultural Recoleta.
El punto de partida fueron los dibujos; cientos de ellos. Esos dibujos nacidos en el inconsciente mientras se habla por teléfono, se acuna a un niño o se revuelve la cacerola. Porque Stella Benvenuto dibuja desde siempre. Con lápices, biromes, con lo que tenga a mano. Pequeños dibujos que navegan el mundo de los sueños; que están entre lo figurativo y lo abstracto y son una explosión de color. Cientos de dibujos que se amontonan aquí y allá hasta que un día los ve con nuevos ojos y cobran vida.
Hace tres años Stella compró hilo y aguja y decidió bordarlos, algo que nunca antes había hecho. Tomó clases, aprendió el punto cruz, el cadeneta, el punto espiga y muchos otros; investigó la obra de artistas que también bordan y se lanzó a la experiencia como todo lo que hace: ¡con absoluta pasión!
Bordar es una tarea tan femenina como intimista. Implica una buena dosis de dedicación, creatividad y, también, el desafío de buscar en el entrecruzamiento de hilos las múltiples posibilidades de la experiencia humana. Es una tarea que calma el alma y produce placer; punto a punto, combinando textura y color, silencio y encuentro.
Los dibujos se convirtieron así en paños bordados enormes, llenos de fantasía pero que no dejaban de ser paños y la gracia residía en sus formas. Decidió montarlos en marcos irregulares, respetando sus curvas y contra curvas y finalmente cada dibujo volvió a ser él. Así los dibujos crecieron, cambiaron de escala, se vistieron de lujo y se apoderaron de las paredes de la Sala 8 del Centro Cultural Recoleta.
Recorrer esta sala – cuyo montaje estuvo a cargo de Cristina Schiavi, Mariano Luna y Ana María Battistozzi- y descubrir los cientos de personajes que se esconden en las obras es un ejercicio lúdico que alegra el alma. Divertidos, descubrimos una princesa, un gallo; patitos y patitas, castillos, soles, flores y montañas y cumplimos con el objetivo final de la artista que es que volvamos al mundo real un poco mas felices. Como cuando éramos niños y sin inhibiciones recorríamos nuestro mundo de fantasía.
Una frase, también bordada, nos revela la esencia que esta hacedora que desde muy temprano se inclinó hacia las artes visuales; fue pintora figurativa en los 80 y a partir de 2004 se interesó por la fotografía, la escultura y el diseño de objetos: “No tenemos en nuestras manos soluciones para los problemas del mundo pero, frente a los problemas del mundo tenemos nuestras manos”.
(*) El catálogo, con texto de Ana María Battistozzi y fotografías de Alejandro Calderone Cavigila, puede adquirse a $50 en el Centro Cultural Recoleta.