Nota publicada online
Desde la Academia Nacional de Bellas Artes se presentó el libro de la escultora nacida en El Cairo, Egipto, y radicada en la Argentina en 1958. Sus intereses se arraigan en la filosofía, en la arquitectura y las artes plásticas. Sus primeros trabajos fueron tallas de madera, trabajos en resina poliéster y acrílicos. Desde 1997 trabaja con proyectos para instalaciones, objetos, libros de artista. Obtuvo, en 2013, el Premio Trabucco de la ANBA.
La académica Elena Oliveras y Rodrigo Alonso, autor del texto del libro fueron los encargados de la presentación
Marina Papadopoulos es una artista compleja, difícil de encasillar en categorías estrictas. El ensayo de Rodrigo Alonso en el libro a presentar en la Academia Nacional de Bellas ayuda, precisamente, a entender esa complejidad. Luego de presentar algunas ideas fundantes, divide su investigación en cuatro secciones: Arquitecturas, Tramas, Palabras y Proyectos.
Las tallas de finales de los 90 son las que más responden a criterios escultóricos. Allí la artista asume la tarea de esculpir, modelar, dar forma a la materia maleable, como el jabón industrial. Luego, su espíritu investigativo la acerca al lenguaje arquitectónico en una visión posmoderna de la arquitectura, cuestionadora de la eficacia del producto funcional.
Papadopoulos desfuncionaliza elementos clave de la construcción, como las escaleras que no conducen a ningún sitio o las puertas que se abren a un vacío ilimitado. Sus construcciones congeladas e inhumanas reflejan una actitud antirracionalista y antifuncionalista, opuesta a las utopías de la arquitectura moderna.
La direccionalidad imprevista de las escaleras se refleja, asimismo, en su serie Tramas donde supuestas escaleras suben, bajan y se curvan en insólitas relaciones con el paisaje. Por momentos, el pasto se introduce en las tramas marcando una saludable convivencia naturaleza - cultura.
El tema del vacío será un núcleo importante. Lo vemos destacado en obras que se abren al espacio y en aquellas que se componen con módulos espejados que reflejan el cielo infinito. Otro núcleo de principal interés es el espectador por lo que la instalación –al hacerlo co-autor de la obra- será para Papadopulos un recurso ineludible.