Nota publicada online
“Sus juegos de luz en movimiento modifican el espacio, lo recrean en forma permanente y al mismo tiempo lo disuelven, incluyendo al observador en la obra de arte total. La sustancia material básica de los múltiples aparatos mecánicos y máquinas lumínicas se transforma elegante y absolutamente en inmaterial”, explica Hans-Michael Herzog, Director artístico y Curador de la Colección Daros Latinoamérica.
La tarde gris promete lluvia; sin embargo, un gran sol brilla en el espacio aéreo del hall del Malba: es el Mobile Sphere Jaune (2001-2014), una esfera monumental, traslúcida y amarilla, de seis metros de diámetro, que nos invita a entrar al universo lúdico de Le Parc. Otras dos obras acompañan la muestra: Miroirs (Espejos 1966-2013), en uno de los pasillos del primer piso y Lames reflechissantes (Láminas Reflejantes 1962-2013), en la terraza. Ambas revelan la esencia misma de la búsqueda del artista: su preocupación por la inestabilidad, la participación y la interactividad.
Con sonrisa amable y voz pausada el artista, mientras recorre las salas del museo y filma con su pequeña cámara de video, conversa y bromea con el público que lo reconoce.
Le Parc no necesita presentación; es uno de los artistas argentinos más importantes del siglo XX. Nació en Mendoza en 1928 y llegó a Buenos Aires con trece años para ingresar a la Escuela de Bellas Artes. Contemporáneo del movimiento concreto, tuvo a Lucio Fontana como profesor, que lo inició en el concepto del espacialismo y se cautivó con la obra de Vasarely, que conoció en una muestra que trajo Romero Brest al Museo de Bellas Artes. Llegó a París gracias a una beca otorgada por el gobierno francés, que le permitió dedicarse por completo conocimiento e investigación artística, y su estadía de ocho meses se transformó en una radicación permanente en la ciudad luz. Interesado en el arte participativo y en las alteraciones de la luz en movimiento, fundó en 1960 el GRAV (Groupe de Recherche d'Art Visuel) junto a Hugo Demarco, García Miranda, Horacio García Rossi, Molnar, Morellet, Moyano, Servanes, Francisco Sobrino, Yvaral y Stein. Obtuvo en 1964 el premio Internacional Torcuato Di Tella y fue galardonado en 1966 con el Gran Premio Internacional de Pintura, de la XXXIII Bienal de Venecia. A partir de entonces desarrolló una prolífera carrera internacional ligado a la Galería Denise Renée.
La muestra actual curada por Hans-Michael Herzog -Director y Curador de la Colección Daros-, por Käthe Walser -Curadora técnica de la institución- y Victoria Giraudo -Coordinadora ejecutiva de curaduría de Malba-, reúne diecisiete de las cuarenta y una obras lumínico- cinéticas adquiridas por la Fundación Daros y que fue expuesta previamente en Suiza, México, Colombia y Río de Janeiro.
Trasponer el doble telón de ingreso e introducirse en la enorme caja negra en que se convirtió sala nos obliga a detener nuestro bullicio interno, adaptarnos a la oscuridad del ambiente y sumergirnos en la lúdica magia de la luz. La experiencia es absolutamente personal porque, las obras están en continua transformación e inestabilidad. Se trata de azarosos juegos de luces y sombras donde, la participación del espectador, completa la obra activándola con su presencia y percepción. El artista crea las condiciones, pero las superposiciones de los fenómenos lumínicos son casuales.
Nos imaginamos flotando en el universo rodeados de lejanas constelaciones y, sin embargo, estamos rodeados por varias de las obras emblemáticas que el artista concibió en la década del 60 y que fueron cuidadosamente restauradas por Käthe Walser, como el cilindro Continuel-lumière cylindre (Continuo-Luz, 1962), el móvil Continuel-mobil (Continuo-móvil, 1962-1996) y el penetrable Cellule á pénétrer (Célula penetrable, 1963 -2005).
Así mismo es posible perdernos dentro de la pieza multisensorial que el artista presentó por primera vez en la Bienal de París en 1963, como parte del laberinto L’ Instabilité (La inestabilidad), del Groupe de Recherche d’Art Visuel (GRAV) o recostarnos en un cómodo sillón de la salita del primer piso, dejándonos hipnotizar por el increíble Continuel-lumière au plafond (1963-1996) que pende del techo.
Julio Le Parc no habla de su obra, simplemente nos invita a vivir la experiencia.