Nota publicada online
Hasta el 23 de diciembre puede verse No es oro todo lo que reluce, la muestra que reúne las algunas de las series más destacas de la artista Karina El Azem, con curaduría de Florencia Battiti.
En el Centro de Arte Contemporáneo de MUNTREF, situado en el antiguo Hotel de Imigrantes, puede verse la exhibición No es oro todo lo que reluce, muestra que reúne algunas de las series más destacadas de Karina El Azem. El marco dado a la selección que la compone hace foco sobre algunos de los trabajos más sobresalientes de la artista argentina, cuyo hilo conductor tiene que ver con reflexionar acerca de lo decorativo y lo ornamental, la idea de módulo y de patrón; así como la serialización y la repetición. Se suman también un conjunto de obras con personajes populares, otra temática largamente abordada por la artista.
Con piezas de finales de los años noventa hasta sus producciones más recientes, algunas de ellas creadas especialmente para la muestra, la propuesta curatorial se centra en una de las preocupaciones ampliamente exploradas por el Azem, los cruces y tensiones que se dan entre las artes visuales y las artes decorativas. Puntualmente sobre los debates que se han dado a lo largo de la historia en relación a "las artes decorativas y su tratamiento como artes menores en relación a las bellas artes", señala Florencia Battiti y se pregunta, en el texto curatorial que acompaña la muestra: "¿Existe lo meramente decorativo entendido como aquello que carece casi por completo de significación? ¿Resulta posible pensar lo ornamental como ausente de significado?”.
El Azem también trabaja a partir de desplazamientos conceptuales y semánticos del campo estético al ético, pensando en la idea de la decoración y de decoro. Sobre la potencia que poseen algunos patrones decorativos para comunicar significados morales o simbólicos, que tienen, a su vez, origen en culturales ancestrales y que siguen siendo utilizados hoy en día, en ámbitos de lo más diversos. Estas ideas estaban ya tempranamente en el interés de la artista, y le sirvieron para producir su primera serie. Se trataba de un conjunto de maquetas que representaban distintas construcciones, típicas de barrios y suburbios de Buenos Aires, en donde pueden verse las más variadas fusiones e hibridaciones de motivos ornamentales, decorativos y arquitectónicos, y que resultó ser una especie de mapa sociocultural de la argentina de los años 70 a 90.
Otros conceptos abordados por la práctica de El Azem apuntan a reflexionar acerca de la tensión entre lo superficial y lo esencial, lo verdadero y lo que no lo es. De este modo, el artificio, pero también lo bello y la seducción son estrategias visuales que provocan una profunda atracción, sobre todo, por los materiales que la artista emplea. Estos elementos funcionan en nuestra percepción como una espacie de gran “caballo de Troya”. Nos encantan, nos atraen, pero cuando nos acercamos y observamos con detalle, aparecen ideas contrapuestas, hasta disonantes e incómodas. Como puede verse con Claridad en Dinero, 2002, pictograma hecho con municiones, perlas de plástico, madera y vidrio; o en la serie Mapa de robos, 2007, realizadas con diminutas perlas de plástico y acrílico y que retoman los códigos tumberos utilizados por los ladrones para marcar los frentes de las casas que eran sus “blancos”; o en Zapato, 2022, producido a partir de cápsulas de balas de calibre 22 percutadas y un revólver por tacón. Esta es una segunda versión de la obra originalmente creada en 2009 para una subasta a beneficio. Por lo que cuando se presentó la propuesta para esta exhibición la artista no dudó en hacer una nueva versión. Como toda obra con tanta potencia visual y carga simbólica, ésta se actualiza y se re-interpreta a la luz de la coyuntura actual.
Con la misma materialidad como punto de partida, un enorme mural se despliega por una de las paredes más largas de la exhibición, y, a modo de hilo conductor, atraviesa inteligentemente las dos estancias de la sala. Este políptico está compuesto por un objeto revestido de cápsulas percutadas calibre 22, y dieciséis imágenes digitales de ese objeto, pero con variaciones en su diseño. Para éste la artista tomó de base un patrón geométrico realizado por el artista conceptual estadounidense Mel Bochner en los años 60. En estos paneles las imágenes se configuran a partir de un complejo juego de múltiples combinaciones de “llenos” y “vacíos” de la parte trasera de los cartuchos. Inevitablemente esta obra nos hace pensar en el mural que se exhibe en la primera parte de la sala y que si bien, sigue la misma estrategia visual de construirla a partir de lo lleno y lo vacío, en este caso, se trata de calcos de balas percutadas calibre 9 mm. Lo geométrico aquí le dio paso a la línea serpenteante típica de los diseños en arabesco. La pieza de gran envergadura está realizada solo a partir de la repetición dos módulos: el lleno y el “vacío” con ese delicado ornato. Las piezas que componen BG, 2012, están realizados con látex y pintados minuciosamente a mano. El diseño resultante y su color oscuro con destellos dorados, recuerda inexorablemente a los tapices o alfombras orientales.
En el centro de la segunda parte de la sala puede verse un conjunto de obras realizadas con pintura sensible a la humedad, como los típicos adornos que se consiguen en lugares turísticos costeros. Perón del color del tiempo, 2008 y Evita del color del tiempo 2022, representan sagaz e irónicamente como estos dos iconos populares tan emblemáticos de nuestro contexto político, “cambian según los tiempos y los climas políticos que corren", comenta El Azem, en el sentido de ser dos grandes referentes de los que se apropian figuras políticas de distintos sectores, muchas veces antagónicos, en esto ve la artista un modo de ser típicamente argentino.
Sobre la pared de fondo, cuatro lienzos de gran tamaño con impresiones digitales de patrones realizados con cuentas de plástico presentan composiciones arquitectónicas que recuerdan el racionalismo y flotan sobre un fondo blanco. Tienen un acabado mate, lo que resalta la idea de artificio, dado que de ese modo se niega su típico brillo y resplandor, también aluden a la idea de textil, ámbito del que son parte. El artificio llega a su máximo nivel con tres obras realizadas en video animación, que según la propia artista fueron un sueño hecho realidad, una producción largamente anhelada por ella, y que pudo concretarse gracias a la colaboración del equipo de artes electrónicas de la UNTREF. Aquí de nuevo la destreza y la precisión con que trabaja la artista, hace que nuestra percepción opere a varios niveles. A simple vista parecen pinturas, aunque rápidamente advertimos que, en contraposición con el conjunto anterior, éstas tienen un brillo particular. Luego de pasar unos segundos frente a estas obras, que también parecen ser back lights, percibimos que en realidad son pantallas. Lentamente se notan muy sutiles movimientos, por momentos casi imperceptibles. Esas tramas de mostacillas escaneadas con colores vibrantes se desplazan, se entrelazan, se desarman, se pliegan, se tuercen frente a nuestros ojos. En ellos quedan muy bien plasmadas las más recientes investigaciones de la artista en relación a geometrías hiperbólicas, fractales, auto-semejantes y también a la noción de geometría sagrada.
Cabe destacar la interesante unión que se da de la exhibición de El Azem, con otra lindera: Del Mediterráneo Oriental al Plata. Cristianos, judíos y musulmanes, muestra curada por el historiador Marcelo Huernos, como parte de la programación del Museo de la inmigración y que cuenta con un gran diseño museográfico, y para el cual la artista cedió algunas de sus obras de patrones de mostacillas para realizar unos divisores y un mural en vinilo en la pared final. Como sostiene Florencia Battiti, justamente estos “patrones de mostacillas ornamentales con motivos árabes en su repetición buscan el infinito o acercarse a Dios y tienen un potencial místico muy fuerte", y este es un sentido que también está presente en los trabajos de El Azem.
El título de la exhibición No es oro todo lo que reluce, retoma una antigua obra de la artista y hace clara alusión al refrán popular que invitar desconfiar de las apariencias. En palabras de la curadora, es una muestra que “invita, como la obra de Karina, a volver a mirar y repensar, por caso, las nociones de copia y original, de anonimato y autoría, de lo uno y de lo múltiple. No es oro todo lo que reluce bien podría ser un mantra argentino que nos recuerda que los opuestos se atraen y que en la belleza habita, latente, lo profundamente perturbador”.