Nota publicada online
Últimos días para visitar la muestra de este artista que se reconoce pintor y que intenta, a fuerza de trabajo, no producir algo visible, sino levantar acta de lo que le fue dado.
En tiempos de post pandemia que, lejos de lo que suponíamos, volvimos a un mundo acelerado y descontrolado, José Marchi nos invita una vez más a detener la marcha y, simplemente, dejarnos atravesar por la experiencia calma de su pintura.
Este nuevo conjunto de pinturas realizado en tiempo de encierro que el artista presenta en la galería OdA, es el resultado de una serie de investigaciones sobre las propiedades de la materia pictórica y su relación con la representación de la luz.
Un recorrido que comienza con un preludio azul, cuyos protagonistas son los mismos niños anónimos que Marchi toma de antiguas fotografías de finales del siglo XIX, inmersos en una atmósfera azul interrumpida por una precisa intervención que le otorga una extrañeza difícil de dilucidar a la composición. Un observador sagaz podrá descubrir este sutil juego de luces y, la disruptiva aplicación de un color puro, que el artista investigó.
En la amplia y luminosa sala principal el segundo conjunto de obras abstractas, en tonos de amarillos y negros, seducen por su armonía; en medio de la sala, dos bancos invitan a dejarse invadir por la calma reinante que brotan de estos paisajes líricos. No son paisajes de la naturaleza, más bien son paisajes que surgen de las profundidades del alma humana y que Marchi construye a partir de calcos amarillentos, de diferentes texturas y gramajes y que superpone en capas, trabajados con óleo negro sin pinceles ni ninguna otra herramienta permitiéndose así “un proceso pictórico más abierto”. Y, como él mismo describe, “la materia se condensa o diluye, se acumula o dispersa en partículas, dando lugar a la aparición de superficies imprevisibles con características muy específicas en cuanto a su color y textura. El tiempo de secado del óleo sobre estos calcos-soporte es lento y la singularidad de cada experimento no me permite intervenir con ningún tipo de retoque, abriendo una etapa que podría definir como de tiempo suspendido o mirada en espera. En esta larga convivencia visual descubro, en algunas zonas específicas, entidades formales autónomas, que rescato mediante un proceso de encuadre y recorte que las transforma en obra, revelando así la dimensión poética que finalmente han traído al mundo visible”. El resultado son exquisitas obras de diferentes formatos, muchas de ellas pequeñas, distribuidas en la sala.
Marchi, irrenunciable pintor, toma como modelo dos de estas pequeñas piezas y las representa a gran escala. Así nacen los dos trípticos de gran formato que dominan el espacio. Para el filósofo francés de inspiración fenomenológica, Jean-Luc Marion, “Pintar quiere decir: esperar una donación…”
Pintor, músico, intuitivo y sensible, José Marchi lo hace y nos propone un paisaje de calma frente a la voraz contemporaneidad que nos toca vivir.