Nota publicada online
A punto de cumplir 105 años, la activa artista acaba de recibir la distinción mas importante por parte de la Universidad Nacional de las Artes: el Honoris Causa que la convierte en doctora. En el marco de esta celebración el Museo de La Cárcova exhibe una muestra homenaje con sus obras históricas que puede visitarse hasta el 23 de junio.
Ides Kihlen estudió en la Escuela de Artes Decorativas, en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova y en los talleres de Vicente Puig, Emilio Pettoruti, André Lhote en París. También el de Batlle Planas, quien le dejó una fuerte impronta que puede ser observada en alguna de sus obras.
Quizás, sin saberlo, seamos protagonistas de una historia circular, de un largo periplo cuyo inicio y finalización simbólicos han ocurrido en este mismo lugar. Quién sabe qué claves esconde esa historia. Quién sabe qué misteriosas circunstancias han dado origen a esa trayectoria.
Porque no todo ha de tener una explicación accesible a la lógica. Quizás haya reglas cuya existencia desconocemos y obedecerlas o desobedecerlas tenga consecuencias que nuestra limitada capacidad intelectual no logra desentrañar.
Es por eso probable que, cuando dentro de cien años alguien, (si por ventura existiera ese alguien) lea estas líneas o vuelva a escuchar su eco en el espacio infinito, se pregunte “¿cómo no se dieron cuenta de qué estaban haciendo rodeados de Ides Kihlen y su obra?” La pregunta de ese ser del futuro podría ser también: “¿cómo no supieron interpretar ese mensaje, tan claro, tan evidente, en las telas, papeles y cartones de Ides Kihlen?”
Que no nos den miedo esas preguntas del futuro, porque es casi seguro, más que probable, que aun entonces, un siglo desde hoy, tampoco se las sepa contestar.
¿Y eso por qué? Porque creo, humildemente, que en la obra de Ides, en esa extraordinaria trayectoria de más de un siglo, en esa producción abundantísima e intrínsecamente bella, subyace el misterio eterno de la pintura, que no será develado ni hoy ni mañana y ni aquí ni ahora. Permanece entre nosotros como evidencia de ese rasgo antropológico que nueve mil años atrás llevó a nuestros antepasados a dibujar y pintar en la Cueva de las Manos y que ha llevado a Ides a dibujar y pintar en buena parte de nuestro siglo XX y en lo que llevamos del siglo XXI.
Se dirá que es caprichosa la referencia. Puede ser. No la discutiremos ni aquí ni ahora; no por no hacerlo, sino porque todos sabemos que no alcanzaremos conclusión alguna. Pero no la creo caprichosa porque el empuje vital (eso que algunos llaman vocación y otros inspiración) hacia la representación gráfica y pictórica de cosas, espíritus, sentimientos, ideales, objetivos y afectos que ha impregnado y caracterizado la vida de Ides Kihlen es el mismo que hizo que hombres y mujeres del pasado dejaran testimonios en las cuevas y en las grutas, en los templos del viejo Egipto, en las paredes de las casas pompeyanas, en las iglesias del románico primitivo, en las paredes simples de las casas consistoriales, en las cúpulas del renacimiento, en los murales mejicanos y en los neoyorquinos: es el empuje vital de la expresión humana, que en Ides Kihlen lleva un siglo largo en ebullición plena.
Es por eso que quizás no tomemos conciencia precisa de lo que significa este retorno de Ides a este edificio, donde cursó sus estudios y pasó horas y días entre calcos y reproducciones de obras maestras. Todo eso, visto y aprendido en este lugar, vibra en su obra, cien años después. Vibra gracias a ese impulso vital y exquisito que da lugar a su pintura, en gran parte aprendido aquí. Por eso este retorno tiene cualidades metafísicas, hondas, profundas, que es probable que escapen a nuestra percepción primaria pero que responden a raíces poco conocidas e inexploradas.
Este retorno tiene el contorno ceremonial de un agradecimiento, de un reconocimiento, a las virtudes de Ides Kihlen como exalumna de este lugar, de Ides Kihlen como mujer y mujer audaz, de Ides Kihlen como artista comprometida con una vocación (¿o debería decir “inspiración”?) que nace del alma y también del cuerpo, como lo demuestra su pintura hecha tantas veces de bruces en el suelo, con toda su fragilidad humana comprometida en cada pincelada, en cada imagen, en cada pequeña adición gráfica a la tela vacía que la espera, en cada banderita, en cada número cinco.
Con el doctorado honoris causa con el que se la honra viene implícito el agradecimiento de la Universidad Nacional de las Artes; con estas palabras expreso el agradecimiento a la artista y a la Universidad de quienes amamos a Ides y a la obra de Ides; y sé que, por las limitaciones del caso, que la presencia de Ides y de esta obra en este lugar es también un agradecimiento explícito a los grandes maestros que aquí la formaron.
Y todos esos agradecimientos sumados, que me he animado a expresar, no sin cierta y natural trepidación, no son otra cosa que un agradecimiento colectivo a la vida, al arte, a la belleza, al ser humano excepcional que hoy recibe este homenaje.
21 de mayo de 2022