Nota publicada online
La primera exposición individual de Graciela Hasper en esta galería porteña, reúne obras recientes de la artista, quien lleva tres décadas investigando el color como herramienta y contenido de su producción. Como sostiene Lara Marmor en el texto que acompaña la muestra: “En esta exposición conviven la lógica de lo abstracto y lo figurativo."
Paralelamente, el museo Franklin Rawson de San Juan está con una importante muestra antológica de la artista.
Una vez que la vista entra en una de los grandes acrílicos que Gachi Hasper exhibe estos días en la galería Vasari, es difícil dirigirla a otro lado. El ojo se inquieta y se mueve por la superficie de la tela, la explora, va y viene de un azul a otro, cruza a un naranja y de ahí a un rojo, se detiene un momento y se desliza en una curva hacia abajo para recorrer los contornos de una “gota” compuesta por otras nueve formas, vuelve al azul con el que ahora compone ya no una “gota” sino una especie de “cuerno” hecho de otras tres formas, de otros tres colores. Choca con el borde recto de la tela y baja hacia un amarillo para volver al centro y empezar un nuevo recorrido montada sobre una ola suave de otro azul. Se resiste a abandonar la sinuosidad cromática que lo envuelve y lo lleva de aquí para allá, que se hace al mismo tiempo permanente y fugaz, vertiginosa y quieta.
Una vez que consigue liberarse, la mirada puede descansar de ese movimiento para sorprenderse con la que es sin duda una novedad en la trayectoria de la artista, aunque venga trabajando en ella desde hace años sin mostrarla: una docena de pequeñas piezas de cerámica con las que Hasper volvió a llevar -como en algunos trabajos arquitectónicos o su intervención de hace unos años en el espacio de la Fundación Banco Santander-- su geometría al espacio. Son conos truncos esmaltados que -pese a su reticencia a titular sus obras- llamó volcanes, y un conjunto más reducido de otras cerámicas bautizadas círculos encastrados. Y pasar luego a una serie de acuarelas en pequeño formato que en algún sentido pueden funcionar como nexo entre las otras dos series, los grandes acrílicos sobre tela y las cerámicas. Ese encuentro de cerámicas, acuarelas y acrílicos en el espacio de Vasari es el que se sintetiza en el nombre de la muestra: Confluencias.
La abstracción geométrica une los tres grupos de trabajos de Hasper, pero lo que sin duda sigue distinguiendo a la artista en el riguroso lenguaje de la geometría, la sustancia de sus obras, su contenido, es fundamentalmente el color. Un uso del color “desaforado, barroco -dice ella buscando las palabras-, con toda su carga mística, simbólica... Hay tantas maneras de entender el color...”
Hace unos doce años Hasper venía haciendo trabajos en cerámica sin ninguna intención de mostrarlos. “Para mí -explica- la cerámica era un espacio de experimentación y nunca pensé que las iba a exhibir. Lo que ocurre es que las piezas fueron tomando un lugar más importante. La obra fue creciendo... y finalmente descubrí cómo quiero pintar con la cerámica: por ejemplo, no uso pincel; en fin, se fue dando una serie de descubrimientos del material, y gracias a mi supermaestra, Andrea Fasani, gran docente y artista, llegué a resultados que no esperaba... De repente los amigos que veían de casualidad las cerámicas me decían “¡Pero esto está barbaro! ¿Cuándo lo vas a mostrar?” Yo no tenía ningún apuro. Hasta que un día Marina Pellegrini (directora de Vasari), que había estado en el estudio y las había visto, insistió y me convenció”.
Los delicados volcanes y círculos encastrados son de alguna manera un reencuentro de Hasper con la cerámica: su primerísimo contacto con el arte fue un taller de cerámica al que empezó a concurrir a los siete años y se extendió durante toda la primaria. Ya artista consagrada, en 2010 se propuso hacer algo personal, que le diera placer, casi un juego, e inició el camino que la llevó a exhibir ahora estas nuevas piezas. Como en las acuarelas, donde hay buena parte del trabajo que no puede controlarse (“la cantidad de agua, la mancha, cómo absorbe”), en las cerámicas interviene bastante el azar, sobre todo a la hora de pintar: los colores se invaden, la pintura es imprecisa, los colores se vuelven imprevisibles con el horneado... “Si quedó un restito de polvo, pasan cosas, accidentes de un tipo o de otro, que yo he aprendido a 'buscarlos'”, explica Hasper.
Si bien el espectador inevitablemente tiende a ver en estas cerámicas representaciones figurativas, no hay aproximación a la figuración en el trabajo de la artista: “Son más bien como la búsqueda de la geometría -explica-, yo quería una pieza que fuera autoportante, no quería un triángulo o un cono, fui buscando esta figura de cono truncado y quedó como algo referido a la geografía y al paisaje... Y sí, la figuración sucede a veces. También mis pinturas en ocasiones pueden parecer fantasías sobre las construcción de un espacio, del espacio exterior, de lo que sucede con los átomos o la visión de un microscopio... Puede haber como una figuración que sucede, cada uno se hace su película”.