Nota publicada online
Amadeo Azar presenta, en Galería Nora Fisch, y bajo la curaduría de Adriana Lauría, un conjunto de obras que intenta dar cuenta de sus propias indagaciones a través de pinturas, instalaciones cerámicas y video performances, mostrando, en este último caso, creaciones sonoras donde los cacharros se vuelven instrumentos musicales.
Amadeo Azar es un argentino clásico: le interesan la historia, la sociología, la arquitectura y las utopías. Sueña con ese ideal de sociedad justa, una idea de país reiteradamente malograda. Como él mismo afirma, “mi obra explora la noción de ideologías y políticas en cuanto fenómenos enraizados en lo estético; trabajo con monumentos y proyectos que encarnan una cierta visión del mundo y de los juegos de poder, la tensión entre lo que pudo ser y lo que no fué.” Una obra que reflexiona, con humor e ironía, sobre el mundo del arte y la cultura que nos toca vivir.
Adriana Lauría, curadora de la muestra, escribe en su texto: “Azar tiene, como una gran parte de los argentinos, antepasados europeos, y este origen determina la tradición moderna que desde hace años visita, estudia y recrea, porque no es otra, además, la que impregna las producciones de los artistas sudamericanos, homenajeados en muchas de sus obras. Sin embargo, como ellos en su época, siente la necesidad de detectar y dar cuenta de las transformaciones y aportes que introdujeron en esas “importaciones” culturales, adquiridas en sus viajes de estudio, a través de publicaciones, alguna exposición o la prédica de un maestro, como es el caso de Joaquín Torres García, quien detonara el fecundo movimiento concreto rioplatense.
En esta ocasión, aparte de recurrir a la cita y la apropiación de históricas abstracciones constructivas y arquitecturas modernistas, así como de la sistemática pincelada y gama cromática de Cezanne –inspirador de la línea analítica del arte del siglo XX desde el cubismo a la geometría–, recursos de los que Azar ha hecho rasgos de estilo; ha tomado partido por transparentar las disidencias que las teorías transmodernas implican. En este sentido, hay una insistencia en la irrupción de las palabras como parte de las composiciones pictóricas, en sentido similar a como las emplearon las vanguardias históricas. También integran las instalaciones cerámicas, que hacen directa alusión a estas nuevas posturas del pensamiento descolonizador al desnudar los conceptos que el centro ha concebido para justificar el dominio y expolio de las otredades. Anarco capital, Anti progreso y Dilema global, por ejemplo, aparecen como títulos y partes modeladas de conjuntos de piezas enhebradas en varillas metálicas, haciendo explícitas esas nuevas categorías y su carácter experimental, el cual se apoya en formas que copian vasos de laboratorio como matraces, balones y cápsulas, policromados con cuadrículas y entrecruzamiento de pinceladas a la manera cezanniana.
Las palabras se suman en pinturas realizadas sobre hojas del viejo periódico de resistencia peronista Palabra argentina, aparecido a partir de 1955 a pesar de las prohibiciones de la dictadura que derrocó a Perón aquel año. Esta vez, los textos son los propios de la publicación que el artista ha elegido no cubrir con pigmentos, en los que se pueden leer frases que denotan crítica y militancia política, cuyos contenidos resultan de cíclica e inquietante vigencia en la historia nacional. A este contexto político, se vinculan las acuarelas que reproducen el emblemático edifico del Ministerio de Obras Públicas –La postal–, y la maqueta del Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini (Ezeiza), obras notables de la modernidad arquitectónica realizadas, en 1936 y 1949 respectivamente, a las que podemos sumar y, al tiempo, contraponer La Casa Daneri, chalet construido en Mar del Plata de depurado diseño, llevado a cabo por Antonio Bonet en 1943, que sin duda hace referencia, incluso por su tipología doméstica, a la biografía del artista, que tiene su hogar de nacimiento y crianza en aquella ciudad atlántica.
También ha tomado como motivo obras de artistas problemáticos en cuanto a su recepción, como es el caso de Juan Del Prete, quien, a pesar de su reconocido rol de pionero en el desarrollo de la abstracción en la Argentina, fue también un caso de independencia libérrima. Rebelde frente a toda ortodoxia, aún la de aquella vanguardia por él introducida, su producción transgrede muchas veces los límites de un supuesto “buen gusto”. Azar elige reproducir una página de un libro donde el maestro recopiló fotografías de obras destruidas por propia decisión, en un gesto por demás anarquista, bajo la presión de hacer lugar en su siempre exiguo taller.
El tono “desobediente” continúa cuando el artista decide dar cuenta de una acción cargada de rebeldía estética y política, representada por la obra con la que Eduardo Ruano participó del Premio Ver y Estimar en 1968. La acuarela reproduce minuciosamente la documentación disponible de esta instalación performática –un artículo de la revista Primera Plana y una fotografía de reciente hallazgo–, en la que se constata cómo Ruano, luego de montar una vidriera con un retrato del presidente Kennedy que replicaba la de la Biblioteca Lincoln de Buenos Aires, arremete contra ella destruyéndola de un ladrillazo al grito de “fuera yanquis de Vietnam”.
Los contenidos políticos también son sustancia del video realizado en base a una performance en la que Azar compone, a partir de sonidos producidos con cerámicas –material de muchos instrumentos musicales originarios de América prehispana– que, procesados por un sintetizador, mezcla con algunos pasajes de un discurso de Eva Perón –“La humanidad está viviendo días tremendos…”–, y fragmentos de Crisis of Confidence de Jimmy Carter, disertación pronunciada por el presidente norteamericano en 1979. El artista encuentra en ellos coincidencias inesperadas en cuanto a la enfática crítica que ambos dirigentes realizan al materialismo a ultranza prohijado por el sistema capitalista, con la diferencia de que Evita la proclama tres décadas antes.
Este sesgo beligerante y resistente a los modelos dominantes campea en otras pinturas abstractas como Fractura y desobediencia global, Anti progreso, Nosotros y ellos, que nos recuerdan el papel antisistema que tuvieron las distintas formulaciones del arte abstracto a lo largo del siglo XX. Y en ese sentido, cómo sus búsquedas impulsaron disciplinas como el diseño gráfico, práctica habitual del artista que también atraviesa sus creaciones plásticas como puede observarse en La bienal y La grilla.
Finalmente, en El cuadro sinóptico, se plantea el enigma de un esquema de globos y recuadros vacíos vinculados por rectas, un ejemplo de estudio analítico de algún tema afín–quizá movimientos artísticos– que ante la falta de palabras se vuelve pura forma racionalmente organizada, pero que no deja de referirse a las obsesiones del artista por investigar y comprender los temas que lo apasionan y que son la sustancia primordial de su obra.
Sueño lúcido es otro capítulo de la enciclopedia del modernismo que Amadeo Azar viene escribiendo desde hace años en imágenes y sonidos, en la certeza de que el proyecto moderno aún nos habita e incide sobre nuestras vidas y pensamiento. Está constituido por elaboraciones de un intelectual que expone sus conclusiones, pero sobre todo sus dudas, por medio de composiciones artísticas que acumulan múltiples capas de sentido que será preciso develar. Bienvenidos a esta idea de la modernidad, pero expuesta a través de las implicancias generadas por la obra de un artista argentino contemporáneo.”