Nota publicada online
“El despertar de los insectos” es la primera exposición individual de Lula Mari en la galería Gachi Prieto, donde presenta una serie de óleos realizados en los últimos dos años, quien desarrolla su oficio como pintora no solo desde un profundo manejo y conocimiento de la técnica, sino también alimentando de forma constante aquello que la pintura moviliza en ella: un diálogo sostenido y recíproco que se materializa al momento de encontrar la imagen.
“Si la imaginación empieza en algún lugar, la mía nació en la orilla del río: el agua toca la tierra, barro”, dice Lula Mari cuando habla sobre alguna de sus obras. Y yo tomo esta reflexión como punto de partida para abordar el trabajo que presenta en su muestra individual en la galería Gachi Pietro,“El Despertar de los Insectos”. Es interesante empezar por referenciar que ese espacio a la vera del río evoca una infancia influenciada por la naturaleza de la selva de la isla de El Tigre. Sin embargo, no es más que una excusa porque la obra que la artista construye no se agota en representar su flora y fauna sino que da cuenta de aquellos espacios inaccesibles a la vista, de los trasfondos psicológicos que se despliegan entre bosques y aguas libres de la presencia humana, donde sus propios fantasmas logran transitar libremente.
Agua, fuego, aire, tierra, los cuatro elementos se despliegan en las pinturas al óleo tomando el centro de la escena. Cerca de veinte obras se despliegan en la sala formando un relato acompasado donde el espectador pasa de un escenario natural a otro, atravesando el brillo deslumbrante del follaje de la naturaleza que se despliega fluidamente bajo un cielo que pareciera retratar un anochecer eterno. Porque no estamos en presencia de una figuración hiperrealista, porque no hay referencias certeras en la paleta y en las formas, porque las historias se ubican en una suerte de paisaje fantástico bañado por una luz misteriosa, nostálgica, silenciosa que protege los secretos desconocidos e inaccesibles para el hombre. Y como en toda fantasía, hay un eco con una matriz reconocible y familiar.
Obras producidas en su mayoría durante la pandemia, apenas dejan inferir la presencia humana en esa inmensidad que despertó, literalmente, en los meses de confinamiento mundial. La vida se expresa aquí en toda su magnificencia y establece vínculos imposibles, contrastantes de fuegos que emergen de las aguas, de insectos milenarios, de tortugas sabias ancestrales, todos desarrollando su propia lógica de interacción en un mundo que se les revela propio, lejos de aqela mano del hombre para perturbarlo. “Al verlas en conjunto, estas pinturas dicen algo más de lo que representan. Hay una fuerza que habita en el fondo de estos ríos y pantanos que irremediablemente convoca al espectador (...)" Las preguntas que se originan en su proceso son inquietudes que la artista trabaja entre pausas y capas de óleo diluidas en trementina. Los “pintables”, como ella los llama, "son aquellas imágenes que se presentan y piden un lugar en la tela, como espejismos que se revelan a fuerza de no cesar de buscarlos.”, dice la curadora de la muestra, Renata Cervetto. Y esta definición sintoniza perfectamente con el pensamiento de Lula Mari quien en sus “recitales de pintura” ya viene desarrollando hace años la experiencia de pensar la obra, de motivar la acción reflexiva y el hacer dejando que la obra se despliegue en el momento que encuentre como oportuno.
Opuestos y complementarios, escenarios oníricos ambiguos donde se desarrolla un inquietante equilibrio entre la calma aparente y una constante sensación de cambio súbito latente, con destellos orientales desde lo conceptual y una calidez cromática que todo lo envuelve acercando al espectador a cada trabajo, atrapándolo en un relato paradójicamente íntimo dentro de un escenario donde se revela aquello que desconocemos. La naturaleza se nos sigue presentando a los humanos como laboratorio de operaciones y ella nos suele dejar hacer con una tolerancia magnánima. Sin embargo sería inteligente tener en todo momento presente lo sublime que la define, la densidad de su universo no manifiesto y la imposibilidad de su aprehensión en forma total. Las obras de Lula Mari proponen miradas circulares donde, parafraseando a la curadora en el texto de sala, la posibilidad de un final también habilita nuevos comienzos.