Nota publicada online


Los curadores Fernando Farina y Elisabet Cabeza proponen, a través de esta cuidadosa selección de obras, una reflexión crítica sobre nuestra relación con el descanso y la contemplación. La mirada curatorial se convierte en una invitación a redescubrir espacios de penumbra y misterio que la sociedad contemporánea ha ido perdiendo. La exhibición se presenta como un llamado a resistir la lógica del rendimiento continuo, reivindica la pausa contemplación como acto necesario y revolucionario en tiempos de hiperconexión.
El disparador orbitaba en torno a la noche y su constelación de significados. Lo que inició como indagación sobre el reposo (ese sueño teóricamente restaurador) derivó en cartografiar la vigilia contemporánea: ese estado de alerta perpetua donde el insomnio se trenza con el resplandor frío de las pantallas, "estábamos pensando en la noche, en las estrellas, pensamos que el mar es un extraño cielo, ¿no? Y notamos algo que nos llamó la atención: muchos estaban hablando de lo mismo al mismo tiempo y de hecho hubo varias exposiciones que mencionaban la nocturnidad. Comenzamos a imaginar qué significa todo esto en el devenir de un proyecto curatorial, ese disparador nos llevó a este lugar ¿qué pasa con ese tiempo para dormir y que quedó de alguna forma distorsionado? Comenzamos por la noche y nos fuimos a otro eje, en el que sentimos que vivimos en alerta, estamos hipercomunicados, inclusive hasta en las situaciones de pesadilla o de no conseguir dormir, por lo menos como quisiéramos, con esa tranquilidad necesaria para sanearnos.” Fernando Farina.
La penumbra envolvente, el negro absoluto saturan al espacio. Operan como un dispositivo sensorial: al cruzar el umbral, el cuerpo experimenta una desaceleración involuntaria del ritmo cardíaco, como si la atmósfera misma impusiera una coreografía de pausa. Los espacios de silencio visual entre las obras y la puesta lumínica construyen una teatralidad austera que transforma al espectador en protagonista de un ritual de desaceleración.
Y así ambos curadores fueron componiendo este imperdible mar nocturno:
La noche ya no es intersticio de descanso, sino campo de batalla bio-digital como lo muestra el video de Cristina Portela, una flor que lucha por permanecer. Un fondo desgastado y una pose aparentemente incómoda de una niña, da como resultado una pintura casi fantasmal de Daniel García. El patrón geométrico fragmentado con el cual Luis Rodríguez opera con el espejo que simboliza la “alteración de la experiencia”: la transformación de cómo experimentamos el tiempo y el espacio. El desvelo del artista y el necesario espacio creativo presente en la instalación de Sebastián Gordín muestra la dificultad de encontrar espacios de verdadera intimidad y reflexión. La instalación de Mariana Telleria, pinturas al estilo de bodegón floral clásico de composición e iluminación tenebrista en oposición al diseño de montaje en el cual opera la pérdida de fronteras claras entre lo clásico/contemporáneo, público/privado, sueño/vigilia, trabajo/descanso
Diana Schufer trabaja el lenguaje de los vínculos, almohadas que son mapas sonoros de esos instantes que nos parten en dos: un antes y un después de un beso, una enfermedad, un adulterio, una muerte. La artista señala la importancia de los espacios de secreto, de sombra, necesarios para el pensamiento profundo. Laura Ojeda Bar transita la “hiperrealidad digital” en el políptico compuesto por nueve autorretratos al óleo “nacidos de la experiencia cotidiana del mundo a través de las pantallas de celulares y redes sociales”. Analía Sirabonian continua una obra anterior realizada junto a Diana Cabeza, parte de materiales biodegradables, algodón, cáscara de trigo sarraceno y carbón activado, quizá como analagía para una purificación simbólica del "aire social" compartido e invita al descanso colectivo. Las estrellas en oro, platino y porcelana de Leo Battistelli reflejan el cielo, nuestro cielo, y alude a La constelación andina Chakana, o Cruz Andina. Se compone de cuatro estrellas y su alineación ocurre cada tres de mayo, el llamado “el día sin tiempo”. El desvanecimiento de la figura humana en la obra de Eduardo Basualdo, una metáfora de la transparencia o la pérdida de identidad, como así también los rostros de mirada ausente en los retratos de Verónica Gómez.
Byung-Chul Han, en sus reflexiones sobre la sociedad del cansancio y la transparencia nos habla de causas estructurales que se cruzan con el guion curatorial, abordan y piden reflexionar sobre la crisis del descanso, la disolución de límites, el agotamiento, la alteración de la experiencia y la pérdida de la interioridad. Los invito a recorrer esta exhibición con la mirada crítica puesta sobre la exigencia del rendimiento continuo, la pérdida de la capacidad contemplativa, la crisis de la experiencia auténtica, el agotamiento como síntoma social y la necesidad de recuperar espacios de oscuridad y misterio.
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"UN MUNDO QUE NO CONSIGUE DORMIR"
Artistas participantes:
Eduardo Basualdo
Leo Battistelli
Daniel García
Verónica Gómez
Sebastián Gordín
Laura Ojeda Bar
Cristina Portela
Luis Rodríguez
Diana Schufer
Analía Sirabonian / Diana Cabeza
Mariana Telleria
Curaduría
Fernando Farina
Elisabet Cabeza
Miércoles a domingo de 14 a 21 h
Espacio Berni
Entrada libre y gratuita
CENTRO CULTURAL BORGES
Viamonte 525 - CABA
Hasta el 25 de mayo de 2025