Nota publicada online
El Museo Nacional de Bellas Artes exhibe una muestra homenaje del gran grabador y pintor Eduardo Iglesias Brickles (Curuzú Cuatiá, 1944- Buenos Aires, 2012), a diez años de su muerte.
Como tomado de una película o de una novela policial, cargado de resonancias forenses o judiciales, “Testigo ocular” fue el nombre que Eduardo Iglesias Brickles eligió para la columna sobre arte que escribió en la Revista Ñ desde 2007 hasta su muerte, en diciembre de 2012. Como un sintético autorretrato, esas dos palabras describen con justeza no solo esos textos críticos, elegantes y cargados de ironía que tuve el placer de editar semanalmente, sino también en parte su trabajo como artista. Sorprendido por la invitación a escribir, lleno de dudas, anunciaba, en el primero de esos escritos con la humildad de los grandes: “Tal vez me explaye sobre tópicos tan diversos como el agotamiento de las vanguardias o por qué las artes dejaron de ser 'bellas'. Si cierta claridad me acompaña, es factible que desarrolle algo acerca de ese monstruo de mil cabezas que han dado en llamar 'arte contemporáneo'. Es muy probable que hable de otros artistas. Seguramente no voy a dejar de abordar temas como la estética de las bienales, los curadores, los críticos de arte, los concursos, los ministros de cultura, ciertas muestras, proyectos, actitudes y todo aquello que rodea al mundo del arte. En definitiva, va a ser como hablar de mí mismo”.
En las veinte luminosas xilopinturas exhibidas ahora en la muestra Un homenaje a Eduardo Iglesias Brickles (1944-2012), que el Museo Nacional de Bellas Artes presenta a diez años de la muerte del artista, se respira esa atmósfera forense, de ficción policial o cinematográfica que Eduardo construyó a partir de su mirada sobre la historia urbana, política y social de la Argentina y el mundo. Iglesias Brickles fue testigo de la realidad y nos la devuelve como un espejo lúcido en una obra única y con un lenguaje propio donde se mezclan componentes estéticos de la historieta, la literatura, la cartelería política de la Unión Soviética... Sus escenarios urbanos metafísicos, sus misteriosos retratos de sí mismo, de amigos o familiares, de personajes anónimos o famosos (Perón, Malevich...) , sus alusiones a sucesos históricos, están cargados al mismo tiempo de nostalgia, distancia e ironía sobre la épica de los grandes relatos.
Buscaba siempre que su trabajo tuviera una primera lectura rápida, como la historieta o el cartel político, en el cual hay una o dos ideas que se deben entender con rapidez. “Después -explicaba en un video de Canal a que puede encontrarse en Youtube- hay una segunda o tercera lectura que tienen que ver con cosas más profundas que yo propongo. A veces las propone el espectador. No trabajo con mensajes cerrados, trabajo con mensajes abiertos. Si no, la obra pierde interés”. El artista, que trabajó muchos años como diseñador en diarios y revistas, incorporó desde sus inicios el lenguaje gráfico a sus pinturas:
“Siempre tomé para mis trabajos todo lo referente a la gráfica de la calle, de la década del 50 o del 40 -explica en el mismo video-, un poco de ese componente estético es donde yo de alguna manera me nutro y me apoyo. Esa gráfica política y de los viejos cines de la calle Lavalle, la gráfica que tiene que ver con la URSS de la década del 20, todo eso es una gráfica de masas, para que la gente común de la calle la entienda rápido y la vea de lejos, por eso es de grandes dimensiones. Pero fuera de las grandes dimensiones tiene un componente monumental por la forma en la cual está narrado lo que se quiere decir”.
El uso del negro en el dibujo es una herramienta fundamental para sumar claridad y dramatismo a sus trabajos. En sus xilopinturas Iglesias Brickles dibujaba sobre la madera y luego pintaba el dibujo con acrílico negro. Luego desbastaba la madera con la gubia de grabador, de modo que el dibujo quedaba en relieve. Pero luego no usaba ese relieve como sello para hacer grabado, sino que pintaba al óleo las zonas desbastadas de la madera (en bajorrelieve) con colores plenos, estridentes, con los que lograba una luminosidad deslumbrante. Estas obras tienen entonces una textura y una particularidad corpórea especialísima por su volumen y por la misteriosa sensación de que de ellos emana luz.
Las xilopinturas de Iglesias Brickles, dice Guillermo David, el curador de la exposición, “invierten el planteo tradicional en el que la matriz gráfica tallada estaba orientada a la producción de copias, y no solo se vuelven piezas unitarias originales, sino que, además, plantean el dilema de la tridimensión: el bajorrelieve, el calado y el desbastado operan sobre el color y el trazo ofreciendo profundidad de campo, al mismo tiempo que sustancian el retorno al carácter escultórico del oficio”.
Un homenaje a Eduardo Iglesias Brickles (1944-2012) puede visitarse hasta el 19 de febrero en la sala 42 del segundo piso del Museo Nacional de Bellas Artes, de martes a viernes, de 11 a 20, y los sábados y domingos, de 10 a 20, con entrada libre y gratuita.