Nota publicada online
La muestra antológica Había una vez... reúne 15 obras de diferentes períodos y formatos que incluyen pintura, escultura y muebles. El gran artista pop prepara para el año que viene una gran muestra en el Museo Nacional de arte Decorativo (MNAD).
Edgardo Giménez es un tipo feliz. Eso es algo que puede percibir con toda claridad quien visite su muestra Había una vez..., pequeña antología con obras de diferentes períodos y formatos que incluye pintura, escultura y muebles, que puede recorrerse estos días en la galería MCMC, dirigida por María Calcaterra. Algo de esa felicidad se adivina ya desde la calle José León Pagano a través de la ventana desde donde se atisba una sala pintada de color rosa / coral. Ya en el interior, en el centro de esa sala donde se escucha una hipnótica pista sonora de Brian Eno, se levanta con presencia imponente, del mismo color, Torre rosa rosa, obra nueva de Giménez: un rascacielos de 2,60 m. de altura. Las ventanas de la torre, iluminadas desde adentro con luz azul y verde, se prenden y apagan y suman misterio a la atmósfera metafísica de la sala. No dan ganas de abandonarla. Uno podría quedarse allí un rato larguísimo mirando ese edificio que puede evocar algunas pinturas de Roberto Aizenberg.
Si el espectador logra despegarse de ella, puede pasar a una segunda sala donde hay otras cinco obras: en el centro, otra obra nueva de Giménez: Es el amor, es el amor lo que hace girar al mundo, inspirada en la narrativa de Lewis Carroll. Realizada en resina de poliéster, representa a un conejo blanquísimo que asoma desde una taza de café blanquísima junto con un naipe, un as de corazones, como sorprendido por lo que hay alrededor: el conejo parece mirar Sinfomía venusina (1993), un enorme díptico, pintura acrílica sobre tela de 250 x 400 cm. Uno puede tener la sensación de que el conejo en cualquier momento girará la cabeza para mirar las otras tres obras que lo rodean: Construcción sobre blanco (1994), pintura acrílica sobre tela de 200 x 200 cm; Mueble palomar (1978), de madera pintada, u otro gran díptico sin título de 1994, a sus espaldas. La misteriosa música de Brian Eno sigue sonando mientras uno recorre las otras dos salas en las que se exhiben otros bellos muebles, otras bellas pinturas de diferentes épocas de la vastísima producción de Giménez. “Eso es lo que le pasa a la gente cuando entra en esa órbita, no quiere salirse más -dice Edgardo en una entrevista que le hizo su amiga y curadora Laura Batkis-. Esta es la idea con el arte. Que se den cuenta de que hay un modo distinto de vivir, que es mejor, más placentero. Estar cotidianamente en contacto con lo bello hace bien. Es como escuchar un sonido maravilloso de un compositor genial que te llega a una parte, que solamente ese sonido llega. Cuando tenés los radares para escuchar eso, vivís mejor. Se trata de apreciar todas las cosas que te sirven para vivir mejor”.
Luego, en conversación con Arte-Online mientras recorremos las cuatro salas de su muestra, que incluye una pintura de Cynthia Cohen en homenaje al artista, Giménez profundiza esa visión del arte y de la vida: “Lo que pasa -dice- es que yo nunca hice juego con la desgracia, siempre hago juego con el hecho de estar vivo y estar feliz de estar vivo. Y es totalmente real eso porque yo tengo mi taller afuera que está en Punta Indio y yo estoy en paz conmigo, me gusta la jardinería, hago jardinería y veo los frutos ahora de ver todo eso enorme. O sea, me encuentro gratificado con eso".
-Ese encuentro con la belleza está muy presente en tu obra y la hace muy especial.
-Pienso que es importante estar agradecido de haber elegido una profesión de toda la vida y que sea lo que más te guste.
El artista pop nacido en Santa Fe en 1942 trabaja en su obra, feliz pero sin pausa. “Soy un gran trabajador”, dice. Ahora prepara una gran muestra que se exhibirá el año próximo en el Museo Nacional de Arte Decorativo (MNAD). Allí mostrará seguramente otras tres torres ya diseñadas de la serie de la que hay en esta muestra. “Se me ocurrió hacer este tipo de construcción -explica-, yo tenía la idea de esos barrios que hace el gobierno para la gente humilde que son todas casitas horribles, iguales... Me dije “qué pasa si cada uno tiene una casa distntinta, con un color distinto”... Eso sería famoso en el mundo entero, y el costo sería el mismo, lo que falta es la decisión y la intención de que si uno realmente quiere modificar al otro tiene que proporcionarle cosas para que cambie. No es verbal el cambio, la gente tiene que tener una casa, vivirla... Y aparte haría un libro sobre ese barrio, en dos idiomas, que los dueños tengan en su casa el libro donde está su casa... Las consecuencias serían increíbles, llamarían la atención en todo el mundo. Se lo propuse al gobierno anterior, les interesó pero después... la cosa no funcionó. La idea es muy linda y tendría consecuencias de prestigio mundial para un gobierno que la lleve adelante.
Giménez no se desanima. “Uno tiene que estar feliz de amanecer y tocarse y estar vivo otro día más -dice-, eso es sensacional, es mágico. Todo lo que puede hacer un artista respecto a lo mal que está el mundo es muy chiquito comparado con lo que ves en la televisión, en los diarios. El mundo está bastante complicado. Es siempre lo mismo y nadie tiene intención de corregirlo. Pero desde mi modesta manera de actuar, la gente viene acá y la pasa bárbaro. Ya eso es mucho.
-No hay por qué esperar mucho más del arte...
-No, claro. Yo tenía una amiga muy genial que decía “hay días que me levanto contenta, Pero hay días que me levanto muy contenta”. Hago mías sus palabras, me parece maravilloso, genial.
"Había Una vez" puede visitarse en MCMC Galería de Arte Contemporáneo, Pagano 2649 (CABA), de 11 a 19.