Nota publicada online
PASTO es una galería de arte contemporáneo que trabaja impulsando y difundiendo a jóvenes artistas. Recientemente presentó Meritocrazy de Diego Bianchi con curaduría de Alfredo Aracil, una muestra en colaboración con la galería Jocelyn Wolff de París.
Falta poco para que empiece el desfile. En la galería Pasto, una modelo rubia, muy alta, se prueba zapatos con base de cascotes atados con alambres. Hay que animarse a caminar con ellos. Diego Bianchi ultima detalles para que la blonda dama se los calce: debe reforzar los alambres que sostienen las piedras. Otro modelo se prueba zapatos con bases hechas con placas de cemento: el izquierdo pesa 9 kilos; el derecho, 5. Habrá que caminar en estado de inestabilidad constante, evitar caer. Algunos no lo lograrán. El desfile incluye, entre muchos otros, zapatos cubiertos con pedazos de vidrios filosos, con cáscaras de mandarinas y con botellas de las que salen llamaradas al compás de las pisadas. Hay expectación. Más de un centenar de personas espera en la calle Pereyra Lucena, a una cuadra de Avenida Libertador, que empiece el desfile. Cuenta regresiva para Meritocrazy, el desfile trash criollo Hiperbarroco y la muestra de Bianchi en la galería Pasto, en colaboración con su galería parisina Jocelyn Wolff.H
Pasto, donde antes funcionó un local de Elsa Serrano, se ha transformado en una zapatería, al punto que muchos vecinos del barrio se acercaron a consultar qué diseñador ocuparía el local. Allí, los zapatos de Bianchi condensan las distintas etapas de su producción artística: en cada par uno puede ver un momento clave de su obra.
Hay zapatos hechos con latas de alimentos, con poliuretano blando que parece expandirse al caminar, con espejos, y con alambres y maderas. Bianchi incluyó en los diseños desde un cepillo de dientes y cubiertos descartables pasando por envases de medicamentos y corchos de vino hasta huevos y material de descarte tecnológico. Glamoroso, uno de los modelos luce unas zapatillas que, entre las capas de la suela, contienen sachets de mayonesa y quetchup. César Abelanda, director de la galería, desfila con un diseño con ovillos de pelos.
Bianchi exploró durante mucho tiempo el submundo de lo deforme, con esculturas con alambre, yeso, nylon, cemento, maniquíes, bolas de pelos, uñas, ropa y sillas derretidas devenidas partes de cuerpos amputados. Desde sus inicios, incluyó en sus obras desechos de comida como manteca de maní, kilos de dulce de leche sobre restos de autos chocados (en la beca Kuitca), gorgojos sobre rebanadas de pan. La diversidad de sus materiales –elocuentes, potentes—y lo performático y teatral son sellos de su magnífica obra.
Para ver Imperialismo minimalismo (2006), en la galería Alberto Sendrós, era necesario trepar por una soga y subir una rampa. Para ingresar en Shutdown (2016), su exhibición en Barro, había que arrastrarse por abajo de una chapa acanalada que se levanta sobre el piso. Y para entrar en En Under de sí, la instalación performática que hizo con Luis Garay en la Bienal de Performance 2017, había que caminar por una tabla de madera apoyada sobre cuatro hombres recostados en el piso. Uno podía recorrer ese infierno hedonista e inolvidable mientras saboreaba una copita de vodka tibio.
Bianchi suele poner en el centro de la escena el consumismo, y los procesos de obsolescencia y decadencia de objetos y cuerpos (el cuerpo como fragmento, como objeto y hasta como fetiche). Su mirada es ácida: en la última edición de arteBA, en el stand de la galería francesa Jocelyn Wolff, presentó Touching me, una escultura de poliuretano blando y vidrio, con partes de cuerpos fragmentados que, explicó el artista, se irá modificando con el tiempo, cambiará de color y hasta se degradará, acompañando el proceso vital de quien la posea.
“Comencé a indagar sobre el calzado al darme cuenta, hace tiempo, que la moda no sigue criterios vinculados con la ergonomía y la comodidad –dice Bianchi–. También revisé si esto ya había ocurrido. En la cultura china a las mujeres se les daba calzado muy pequeño: eso impedía que pudieran desarrollar sus pies. Otro caso es el de la Revolución francesa, que abolió el uso de zapatos (tanto para mujeres como para hombres) que dificultaban que las personas pudieran caminar”.
M.O.-El concepto de meritocracia es interesante: hoy lo usa la derecha para neutralizar las desigualdades estructurales. Todo dependería de uno.
D.B.- Quise extremarlo llevándolo al calzado y ver qué sacrificio puede hacer uno. Qué extremo puede abordar uno como prueba, porque las pruebas que se supone que debemos sobrepasar son cada vez más extremas. Y la adaptación que se nos pide es muy difícil. Hice zapatos con distintas alturas, con formas que hacen que sea difícil caminar. Además, los modelos tenían que pasar entre la gente, y cumplir con determinadas características. Quise hacer humor con el tema, ridiculizar ese concepto.
Galería Pasto
Pereyra Lucena 2589
Martes a viernes 14 a 20 h