Nota publicada online
Con el apoyo absoluto de la Fundación Clorindo Testa, la galería Del Infinito nos acerca la obra de un artista fundamental dentro del acervo de artistas argentinos que marcaron la diferencia por su forma de interpretar la realidad, por su corpus de ideas transformadas en obras materiales, así como muchas otras conservadas en un reverberar conceptual que ha logrado filtrarse y estimular el pensamiento creativo de sus contemporáneos y las generaciones venideras. Julián Mizrahi, director de la galería, enfatiza sobre el criterio utilizado al pensar esta apuesta:“me paré en los errores y no en los aciertos”.Y esta frase me da el pie perfecto para abordar un breve acercamiento a esta muestra disruptiva, repleta deready mades, donde lo que sobrevuela – como el famoso barrilete de Testa – es la supremacía de la reflexión, de las ideas en todas sus instancias, no solamente aquellas que funcionaron y terminaron encarnándose sino, por el contrario, poniendo el acento en aquellos procesos y proyectos que por distintas circunstancias quedaron en el plano del boceto, del dibujo, la maqueta, o en la intimidad del taller.
Pero no hay que dudar porque no estamos frente a una exposición de “creaciones truncas” –aunque las hay y muchas- sino de una variedad de propuestas que se embanderan bajo parámetros comunes que no son precisamente las materialidades, los soportes, técnicas y tamaños, presentaciones formales tan distintas, sino relacionadas con una mirada artística desentendida por momentos de los principios básicos de conservación de las obras, la exhibición de trabajos con la impronta propia del “proceso”, así como la presentación de la mesa de trabajo con todos sus secretos, afectada por los embates de las tintas que dejan la marca vital del pulso de Clorindo Testa, su aquí y ahora único e irrepetible. Una muestra donde el artista plástico y el arquitecto conviven y se ponen de manifiesto formando una unidad, entrelazados.
Pinturas, esculturas, instalaciones, se ponen en diálogo con maquetas y dibujos sobre papel de diversos proyectos arquitectónicos que fueron, literalmente, "rechazados" en los concursos donde fueron presentados, según nos cuenta el texto de la muestra. Reciben al espectador los Apuntalamientos desplegados por toda la sala principal de la galería dando la sensación de sostener un techo que podría caerse –como la cultura si es que no se la apuntala, parafraseando al artista- y lo sumergen en el universo Testa, vinculando la arquitectura con su parte plástica: unos trozos de madera apropiados, pintados con los colores primarios, resignificados y convertidos en piezas de arte por el artista, en el momento exacto del gesto que los señala y los embiste de ese estatus de obra; verdaderos ready mades. Otra obra de 1989, Obispo muerto realizada en papel, madera y pintura en aerosol, pone en primer plano un bulto que alude al cuerpo acostado de un obispo del Virreinato del Perú que en sus crónicas a España solamente se encargaba de documentar cuestiones culturales superficiales, datos de flora y fauna y relatos coloquiales, obviando cuestiones sociales tales como el sometimiento, la esclavitud y los padecimientos que los nativos americanos sufrieron en mano de los españoles. Dos siglos después, Testa reinterpreta la historia con sarcasmo señalando aquello que fue silenciado. Otra pieza, la instalación del Confesionario, juega en sintonía con la obra anterior y, personalmente, me impresiona bastante su estructura similar a una silla eléctrica. No se puede dejar de reseñar la Jaula con perros, justamente uno de esos trabajos que muestran cómo el artista no dio importancia alguna a la instancia der su conservación ya que viola todas las leyes posibles de lo que sería un trabajo “museable”. El perro de seis patas, se nos sigue riendo en la cara cada vez que pasamos delante de él y en la vorágine de lo inmediato, aun hoy, pareciera que si no nos avisa el título de la obra, volvemos a pasar por alto el detalle no menor de la diferencia. La sala más pequeña recopila esas maquetas, planos y bocetos que no fueron aceptados, muchos de ellos firmados por sus discípulos, por ejemplo Oscar Lorente y Juan Fontana. Algunos de esos edificios emblemáticos son el Loma Negra (Torre Fortabat), el Fira de Barcelona, un diseño urbano para Nordelta, los bocetos para el primer Concurso Nacional de Casas Sustentables en 2009 y el auditorio para arteBA de 2013. Pero el toque nostálgico está dado por un trabajo que representa su primera obra póstuma: la maqueta de la casa de la Fundación Andreani la cual sí fue realizada y está activa hoy día en el barrio de La Boca, contigua a la Fundación PROA.
Creo que fue Sábato quien dijo –y pido perdón al lector si mi memoria me juega una mala pasada- que para que una obra sea un clásico, había que dejarla reposar unos cincuenta años y volver a visitarla; si seguía vigente, pues era un clásico entonces. Y si bien aplicaba a la literatura, yo lo hago extensivo a todas las obras de arte. Teniendo esto presente, no cabe duda que una mente brillante como la de Clorindo Testa estaba adelantada a su tiempo cronológico de vida, por sus pensamientos, sus ideas y sus formas de proyectar un mundo edificado que superaba las demandas vigentes. Es por eso que la obra de Testa se nos presenta actual, fresca, contemporánea porque su mirada vanguardista siempre lo ubicó un paso más adelante. Y me atrevo a decir que artista de esta magnitud, siempre se guardan un as debajo de la manga y, aun hoy, ciertas aproximaciones, guiños y lecturas requieren de nosotros una muy lúcida vuelta de tuerca para terminar de comprenderlas.