Nota publicada online

miércoles 29 de junio, 2016
Augusto Zanela
Y se hizo la luz
Costa Peuser, Marcela
por Marcela Costa Peuser
Augusto Zanela

Tres grandes instalaciones integran la exhibición El primer día que Zanela presenta, en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, con curaduría de Adriana Lauría. Una invitación al asombro del espectador participativo, una constante en la obra de Zanela.

Sorprende trasponer el umbral de la nave central de Cronopios. Totalmente despojada e Iluminada por decenas de tubos fluorescentes que se despliegan colgando desde el techo sin ningún orden aparente, genera una sensación de un bellísimo e inmenso caos incandescente. La sensación de rareza continúa a medida que nos acercamos al centro de la sala. Sólo blanco y luz.

Primer día

En la inevitable búsqueda por encontrar un ”sentido” descubrimos, a nuestras espaldas, un muro de espejo que nos refleja y nos ubica de inmediato dentro de la inmensidad de este espacio. Y ésta es la segunda sorpresa, la escala; nuestra pequeñez en este escenario. Y, mientras nos acomodamos dentro de esta sensación, comienzan a aparecer, reflejadas en el espejo, enormes letras de luz con lo que comenzamos a encontrar un sentido.

Y aquí es donde comienza el juego que propone Zanela: encontrar ese punto de vista de ventaja que nos permita develar el misterio y poner en escena una versión contemporánea del Génesis: “Sea la luz”.Dijo Dios, y la luz de hizo. Esto sucedió el Primer Día.

Arquitecto de profesión, Augusto Zanela es un verdadero investigador de espacio y, mas precisamente, un investigador de los procesos de formación de imagen (proyección- reflexión- refracción) aplicados a la fotografía, el video y las instalaciones. Trabaja el concepto de la anamorfosis, un clásico del Manierismo y el Barroco, que es una deformación reversible de una imagen producida mediante un procedimiento óptico y que obliga al espectador a pararse en el punto de privilegio para encontrarla. En la historia del arte el ejemplo paradigmático es el cuadro Los embajadores de Hans Holbein, que contiene una calavera (como símbolo de vanidad) y que sólo puede distinguirse observando la obra de manera rasante desde sus costados.

Anamorfias, sala lateral

La obra de Augusto Zanela nunca es explícita. Siempre tiene distintas capas de significación: la espacialidad y la escala logradas en la nave central de Cronopios sitúan al espectador -de la misma manera que sucede en una catedral barroca- frente a la inmensidad de la creación.  Como buen arquitecto prolongó el espacio central para optimizar la perspectiva y al mismo tiempo generar dos trampas de luz para las salas laterales donde se exhiben la obras que necesitan de la complicidad de la oscuridad. En una de ellas varias formas lumínicas “flotan” en el espacio y, a medida que el espectador se desplaza, estas se deforman generando una extraña sensación.

Palíndromo cromático, sala lateral

Los juegos del lenguaje también son una constante las producciones del artista. En la otra nave lateral trabaja con el Palíndromo cromático Luzazul. La palabra azul se refleja en un gran espejo y un juego de luces nos envuelve en luz azul al tiempo que desvanece la palabra. Esto demandó un gran desafío técnico, tal como explicó la curadora, ya que no es fácil compatibilizar el color generado por pigmentos con el color generado con luz.

A la manera de Miguel Angel, su referente, Augusto Zanela montó su Capilla Sixtina en la sala Cronopios del Recoleta, y se hizo la luz.

 

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