Nota publicada online
La exposición Antártida negra reúne una serie de fotografías en blanco y negro realizadas entre febrero y marzo de 2012, en las bases argentinas Decepción y Cámara, y durante un trayecto en barco por los mares antárticos.
El escritor y ensayista Ricardo Piglia imaginó dos posibles orígenes de la narración. Uno le correspondería al viajero: el primer narrador fue alguien que salió del mundo corriente, fue hacia lo desconocido, se encontró con algo extraordinario y regresó para contar aquello que vio, la diferencia. El otro origen del acto de narrar le correspondería al adivino, aquel que, a partir de huellas, de indicios que fueron necesarios descifrar, construyó un relato.
Adriana Lestido es fotógrafa, no escritora -aunque el mundo literario no le ha sido ajeno- y sin embargo la experiencia plasmada en Antártida negra bien podría fundir las dos hipótesis antes planteadas. No es difícil afirmar que ella es una auténtica narradora, aunque su elocuencia se advierta desde el silencio que atesoran sus imágenes.
Seleccionada para una residencia de artistas promovida por el Instituto Antártico Argentino, su destino original era la Base Esperanza, pero el mal tiempo y una serie de contrariedades la hicieron recalar en el verano de 2012 en la menos acogedora y más precaria Base Decepción; emplazada en una zona volcánica donde la nieve se derrite rápidamente y en su lugar enseguida asoma la tierra negra. De modo que, el entorno, lejos de obedecer a aquello que se considera propio del denominado continente blanco, se le reveló como algo áspero y oscuro.
Lo que su lente encontró allí fueron playas sombrías contrastadas por manchones de nieve, diagonales de rocas devastadas por la continua erosión, inmensas fumarolas vagando por las laderas montañosas, matices infinitos de hielo, vientos impiadosos que nublan la visión, la reticencia de un sol dispuesto a ser capturado a contraluz, la fauna en su soledad temeraria. En resumidas cuentas, lo extremo en su implacable y seductora opulencia.
Todo ello se sucede como en un trance hipnótico en esta serie de fotos que más allá de su rigor técnico y compositivo, de su insistencia en el blanco y negro como filtro habilitante de lo primordial, resulta el testimonio de alguien que se ha consustanciado con el desafío planteado por lo maravilloso, con los misterios de un confín que es el reverso exacto de la banalidad de la civilización y que nos lo ofrece como una oportunidad para tratar de aprehenderlo y hacernos comprender otros significados.
Antártida negra es de igual manera una odisea transformadora. Resulta tanto un distanciamiento de los trabajos anteriores de Lestido con fuerte impronta social y política como Madres e hijas(1995-1995) o Mujeres presas (1991-1993), donde la presencia humana era central, así como de México (2010), que puede entenderse como una obra de transición y en el que el paisaje asomaba como más relevante. Pero es del todo inseparable de la película Errante. La conquista del hogar(2022), realizada en el círculo polar ártico y que operaría como su contraplano perfecto y en donde los efectos de la intensidad de los elementos de la naturaleza son los auténticos protagonistas.
“Quizá la Antártida, el fin del mundo, signifique llegar a un lugar de pasaje. El fin y el principio” escribió con intuición acertada Lestido en su diario publicado por la Editorial Tusquets, cuyo prólogo a cargo del recordado Juan Forn, acude también en esta oportunidad sirviendo de texto de sala. Es que, sin dudas, en esta pesquisa subjetiva, la mirada perdida en lo inconmensurable fue encontrándose consigo misma.