Royan, Jorge

Hace 25 años que trabajo como arquitecto. La arquitectura, como todas las profesiones, tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

Para mí­, por contraste a la belleza de su permanencia, la construcción presenta el lí­mite de la inmovilidad. Puede uno pasar años acudiendo al mismo sitio.

Cuando la necesidad de cambiar de escenarios, aunque fuera ocasionalmente, se hizo perentoria y aprovechando un momento general de baja actividad, inicié este proyecto.

Los comienzos

Habí­a trabajado como fotógrafo durante mis estudios y tení­a una buena idea de composición reforzada por la visión habitual de un arquitecto.

Organicé mi tiempo y actividades en Buenos Aires para poder viajar varias veces al año durante 15 ó 20 dí­as. Equipé una mountain bike, elegí­ cuidadosamente mi equipo en relación al peso y diseñé un equipaje que pueda ser alternativamente valija o carro de tiro con unas ruedas desmontables y me largué a viajar.

Siempre me sentí­ atraí­do por las fotos de National Geographic y por el retrato, de modo que, rápidamente me encontré haciendo lo que se llama Retrato ambientado.

Mi primer viaje fue a Vietnam y siguió Estados Unidos, Cuba, Marruecos, La India y otra vez Estados Unidos (Nueva York).

Hasta hace poco no habí­a encontrado un destino concreto para mis fotos, pero sabí­a que iba a estar en algún lugar del camino. Mientras tanto practiqué, descarté equipo, integré otro y aprendí­ a dirigir gente en la calle haciendo pequeños sets con 20 minutos de duración.

Entendí­ que a la gente le encanta ser retratada si esto se realiza con respeto y buena onda. Un buen retrato no se hace a hurtadillas. Llega un momento en que hay 30 o 40 personas alrededor del sujeto: algunos ayudan a sostener la pantalla, otros hacen sombra si hace falta y la mayorí­a empuja y hace lí­o, pero en general es una experiencia excitante y bastante extenuante. De la nada uno se encuentra en medio de un mercado, de una aldea, de un templo, gesticulando y manejando un vocabulario de 10 palabras en hindi, en viet, en árabe.

A la vuelta, regresaba con 2000 negativos por viaje, descansaba, trabajaba en lo mí­o y aprendí­a a digitalizar toda la producción.

Hasta este momento no habí­a un proyecto definido. Todo era práctica.

Envié fotos a concursos, obtuve tuve premios aquí­ y en el exterior y en el 2002 gané el ranking nacional de la FAF. También fui invitado por AGFA, Alemania, para encabezar su Portfolio Profesional en Enero del 2004 (www.agfanet.com).

De pronto, surgió una idea. Con los distintos viajes me di cuenta que mi bicicleta, con la que hago unos 500 km por viaje, (la mitad o más dentro de las ciudades), era demasiado grande y pesada, que para subir a trenes o buses era un problema, y que me convení­a comprar una bicicleta plegable, ya que, en realidad no subí­a pendientes y no necesitaba tantas velocidades, pero sí­ necesitaba que sea cómoda, capaz de poder transformarla en un bolso de 15 kg.

Fue así­, como me decidí­ a comprar una bicicleta Dahon, reconocida en el mundo por ser la marca lí­der en plegables.

Poco después descubrí­ que si yo viajaba con la bicicleta y podí­a sacar fotos, también podí­a ofrecer mis servicios a Dahon. Es decir, sacar una serie de fotos de sus plegables en diferentes lugares del mundo. Este es un trabajo fotográfico que de ser encargado a un profesional les costarí­a una fortuna, pero para mi, que ya estoy allí­, no resultarí­a ningún esfuerzo.

Entonces escribí­ a Dahon y su dueño, Joshua Hon, me contestó inmediatamente. Enseguida nos organizamos y en este momento estoy por volver a Vietnam con una Helios 8, que me han enviado hace unos dí­as (Aluminio, pesa solo 8 kgs).

Tengo una serie de ideas que estamos puliendo para tomas de su bicicleta.

En el futuro pienso pagar mis viajes con este trabajo, y actualizar el modelo por cuenta de Dahon. Mientras tanto, pienso avanzar en un proyecto de imágenes concentrado en India y Vietnam, dos paí­ses que me han hecho sentir muy cómodo, donde encuentro gente colorida, personal y accesible. Y que volveré a visitar gracias al auspicio de ambas embajadas.

El proyecto - que algún dí­a se transformará en un libro-, inevitablemente tratará de "La bicicleta en la vida cotidiana? en paí­ses donde en una bicicleta se puede llevar una familia al colegio, un mueble o un cerdo al mercado.

Después de cada viaje, vuelvo a casa a mis obras inmóviles. Y después de comer en la calle y dormir en cualquier lado, celebro infinitamente tener un hogar.